Al ver su expresión, como si todo el mundo se le viniera abajo, Celia no pudo evitar reírse con resignación.—César y yo ya estamos divorciados. Incluso si me quedara en casa de un hombre, a nadie le incumbe, ¿cierto?—¡Cómo que no! Él… —Lía, en su apuro, casi soltaba algo secreto, pero se calló de inmediato al darse cuenta de eso—. Él... no lleva mucho tiempo fallecido. Tu decisión... no está bien.Sin esperar respuesta, continuó:—Mejor así, ¡yo voy contigo!Celia se sorprendió.—¿Tú? ¿Irás conmigo?—¡Claro! Ustedes no deben quedarse a solas. Conmigo ahí, ¡nadie podrá chismorrear! —Lía sonrió, radiante.—Pues, no me parece una buena idea...—Ay, si te da vergüenza decirlo, ¡yo me encargo de hacerlo! —Lía se lanzó hacia la puerta y, por casualidad, Nicolás estaba ahí.Obviamente, él lo había oído todo.—Si la señorita Morales quiere quedarse con Celia, que se quede.Lía dudó un instante, luego sonrió.—Señor Gómez, ¡es tan amable!Él, impasible, añadió:—Pero, no me gusta que otras pe
Read More