Por la noche, Celia cenaba con su familia. Nieve no paraba de servirle comida, reservando todos los manjares para ella.—Cariño, come mucho para que crezcas más rápido.Celia sonrió.—Gracias, mamá.Enzo le dio de comer a Nieve en persona.—Nuestra niña ya ha crecido. No te preocupes.Nieve apartó suavemente la cuchara, algo descontenta.—Puedo comer sola. Mi niña está aquí y no quiero…—Claro, claro. —Enzo siempre cedía ante sus deseos.Celia, al ver a Nieve tan feliz como una niña, se volvió hacia Ben.—Ben, ¿cómo está mamá? ¿Ha habido alguna mejora?—A veces está lúcida, pero pronto vuelve a ese estado. Pero, con la medicación, su situación se mantiene estable —respondió Ben.Al escucharlo, Celia bajó la mirada, pensativa.Después de la cena, la empleada doméstica llevó a Celia a su habitación. Estaba meticulosamente decorada al estilo europeo, que Enzo había preparado personalmente para aliviar la añoranza de Nieve por su hija.Celia guardó el equipaje y salió al balcón. La brisa e
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