Sofía ya no podía soportar más la actitud horrible de Diego, por eso le dijo esas cosas, solo que no esperaba que Alejandro apareciera de repente.Se acercó en silencio por detrás, le tapó los ojos con las manos y tomó sus manos entre las suyas.Igual que aquella vez cuando Isabella le tiró vino tinto encima y él le puso su saco sobre los hombros, todavía tibio por el calor de su cuerpo.Alejandro siempre aparecía de la nada a su lado sin que ella se diera cuenta, y siempre hablaba poco, pero hacía mucho, como cuando la esperaba mientras compraba ropa.Nunca le decía de antemano que la iba a esperar, y si ella se tardaba un poco en volver, él seguía ahí parado en el mismo lugar, sin mostrar ni pizca de impaciencia.Como si fuera lo más natural del mundo estar esperándola.Y precisamente por todas esas experiencias juntos, Sofía tenía esa confianza inexplicable de que, aunque le confesara que lo quería usar, él aceptaría.Y efecto, Sofía obtuvo su respuesta.En ese momento, Alejandro la
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