Los dedos de Isabella estaban a punto de clavarse en el hombro de Sofía cuando se detuvieron en seco.Después de quedarse paralizada durante uno o dos segundos, su mano pasó de garra a palma abierta, dándole algunas palmaditas suaves al hombro de Sofía.Luego, Isabella sonrió y levantó las cejas, poniéndose en modo obediente. Su voz se volvió tierna.—Cuñis, ¿por qué caminas tan rápido? Tienes polvo en el hombro, déjame sacudirlo.Sofía la miró como si estuviera viendo a una verdadera idiota.Cristina, acostumbrada a ver a Isabella en su modo arrogante, no podía creer lo patética que se veía ahora.Mientras tanto, Isabella le hacía algunas señales desesperadas a Sofía con los ojos, rogándole que le siguiera el juego.Alejandro protegía con su vida a Sofía. Primero, porque era su secretaria, y segundo, porque Isabella había deducido durante esta semana que Alejandro era una “buena” persona que no toleraba el abuso. En la gala benéfica de la Casa de la Gloria, si no hubiera intentado sal
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