Manuela sonrió, sin alegría.—Ya que tu novio está aquí, ¿por qué no me lo presentas?—Solo estamos saliendo —respondió Sofía, serena—. No es un compromiso formal, no quiero ponerle presión con algo como "conocer a la familia".Manuela no insistió, pero su sonrisa se desvaneció. Las palabras de Sofía, aunque sonaban educadas, no le dejaban ningún espacio para opinar. Y lo peor era que no tenía un argumento válido para hacerla cambiar de idea.Sebastián, que observaba todo, se mordió la lengua. Por un lado, admiraba la capacidad de su hermana para poner límites, pero, por otro, se estaba quedando sin paciencia.—Vámonos ya —dijo, molesto.Por fin, Manuela cedió. No estaba realmente interesada en conocer al supuesto novio de Sofía. Al fin y al cabo, las relaciones entre jóvenes eran pasajeras. Seguramente era alguien de su edad, nada serio. Dio media vuelta y regresó al interior del Centro Geriátrico San Rafael para acompañar a su madre.En cuanto se alejó, Sebastián suspiró.—Si van a e
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