Yo creí que aquel “no” de ese día había sido clarísimo. Aun así, una tarde, al salir del laboratorio, vi a varios rostros que no quería ver, parados al pie de mi edificio: papá, mamá, Lorenzo y, para colmo, Ernesto.Al verme, se alteraron.—Carlotta —dijo mamá—, ¡por fin volviste!Lorenzo dio un paso hacia mí, pero Ernesto lo apartó y se plantó enfrente.—Carlotta, cuánto tiempo.Se veía desmejorado, con los ojos enrojecidos, como si llevara días sin dormir.Antes, quizá me habría conmovido.Ahora, solo me fastidiaba.—Terminamos. ¿A qué vienes?A Ernesto se le pusieron más rojos los ojos.—Yo no acepto terminar. Solo nos peleamos.—Para terminar no necesito tu permiso.Lo dije en calma y miré a los Suárez, descolocados a un lado.—Lo que dijeron ese día, lo escuché.Papás y Lorenzo palidecieron. Ernesto abrió los ojos, entendiendo.Seguí con la verdad que ya había atado:—Ernesto siempre quiso a Leticia. Ustedes pensaron que la familia de él no estaba a la altura de su “princesa”, así
Read more