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Capítulo 4

Penulis: Zafira
Terminé de empacar lo poco que tenía y lo metí en la maleta.

El permiso por boda que había pedido a mi mentora ya no me serviría.

Pensaba llamarla para avisar que mañana regresaba al laboratorio cuando el celular sonó de golpe.

Era Ernesto Gómez, mi prometido.

Creí que hablaría de los pendientes de la boda, pero apenas contesté me cayó encima a gritos.

—Carlotta, ¿qué le hiciste a Leti? ¿Por qué está en el hospital?

El hombre siempre sereno había perdido la compostura dos veces el mismo día:

primero cuando supo que Leti volvía al país; ahora, otra vez.

Y lo irónico era que se suponía que era mi prometido.

—Le dio alergia. Fue por tu culpa, ¿verdad? ¿Cómo puedes tratar así a tu hermana? —Su voz sonó encendida—. Carlotta, siempre pensé que eras buena. Por una tontería mandaste a Leti al hospital. ¿Eres humana?

Lo escuché acusarme sin ganas siquiera de explicarme.

—Ajá, no soy humana. La que le debe una disculpa a Leti soy yo. Cuando vuelva, se la doy. ¿Listo? Si ya terminaste, cuelgo. Tengo cosas que hacer.

Ernesto se quedó mudo. No esperaba esa respuesta.

Antes habíamos peleado incontables veces por Leti.

En nuestras citas, él chateaba con ella hasta perderse.

A la hora de comer, olvidaba mis gustos y mis alergias, pero se adelantaba a pedir lo que a Leti le encantaba.

Lo enfrenté mil veces, casi histérica, y siempre me decía: —Estás exagerando. Es tu hermana. Solo te ayudo a cuidarla.

Su frialdad me hacía ver como una loca celosa.

Mis papás y Lorenzo se ponían de su lado: yo quería controlarlo todo.

Por eso, el año que Leti se fue al extranjero, me descubrí celebrándolo en secreto, de la manera más vil.

Pero estaba tan hambrienta de cariño que olvidé que el vidrio, cuando se hace trizas, corta.

Me aferré testaruda a esos pedazos y, ahora, sangraba.

—Carlotta, más te vale que hables en serio. Si a Leti le pasa algo más, nuestra boda no se hace.

El tono venía cargado de amenaza.

Escuché que bajaba del auto y cerraba la puerta; el ruido de fondo se volvió caótico.

Se notaba que iba al hospital, ansioso por ver a mi “queridísima” hermanita.

Usando mi nombre para cuidar a la mujer que de verdad le importaba, Ernesto en serio me tomaba por tonta.

Curvé los labios con sorna, colgué y llamé a mi mentora.

Cuando mis papás y Lorenzo por fin regresaron, agotados, yo ya tenía todo listo para irme a vivir a la residencia del campus.

Arrastré la maleta; apenas crucé el umbral, escuché a mamá suspirar:

—Si la familia de Ernesto no estuviera tan mal, Leti estaría bien con él. Míralo ahí, qué detallista es.

Me detuve en seco.

Papá remató:

—Sí, además el chico es guapo. Yo creo que a Leti también le gusta. Si lo hubiera sabido, no habría insistido en que Ernesto y Carlotta se conocieran. No te hagas ideas. Si de veras dejamos que Leti esté con Ernesto y pase carencias, yo no lo aguanto. Mejor que él siga con Carlotta; hacen mejor pareja. Nuestra Leti va a ser pianista.

—Aunque sea cuñado, igual puede consentir a Leti —sentenció mamá, hablándose sola.

Al alzar la vista y verme en la escalera, dio dos pasos atrás, sobresaltada.

—Ca… Carlotta, ¿qué haces aquí?
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