Primero cambiaron la ropa que Valeria les había comprado, y luego empezaron a enseñarles otras habilidades.Con el tiempo, pensaba Carolina, los niños se irían acercando más a ella.Pero Carolina había olvidado lo más importante: los niños ya tenían seis años.A esa edad, ya podían pensar por sí mismos y habían formado sus propios hábitos de vida.Con esa forma de imponerse a la fuerza, lo único que lograría sería lo contrario.—Hermano, deja, yo corto. —dijo Sofía.—No pasa nada, hermana.Mamá siempre decía que, como hermanos, debían ayudarse mutuamente.—Aprende a cortar —dijo Carolina—. Cuando terminéis, Rosa les enseñará a cocinar. Lo primero será huevos revueltos, es lo más sencillo.Con mucho esfuerzo terminaron de picar la cebolleta.Rosa encendió el fogón e hizo una seña a Sofía para que echara el aceite.Sofía, subida en el pequeño taburete, miraba las llamas con miedo.Cuando el aceite empezó a calentarse, Rosa ordenó,—Ahora, pon los huevos.Sofía tomó el tazón y la echó de
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