Pasé saliva. Explicar mi relación con Diego era casi imposible, pero la insistencia de Julián era tal que temía que en cualquier momento, en un descuido, fuera a ceder y decirle que sí.—No soy la persona que tú crees, yo… —Me mordí el labio—. No soy una buena mujer. Tú mereces a alguien mejor. Bájate en la siguiente estación, compra un boleto de regreso y olvídame, por favor.Después de decirlo, giré la cara hacia la ventanilla. El paisaje, por más hermoso que fuera, pasaba en un suspiro, igual que los últimos dos días que había pasado con Julián. Ningún recuerdo, por más perfecto que fuera, podía competir contra la horrible verdad de mi situación.Un empleado del tren pasó por el pasillo empujando un carrito, anunciando sus productos en voz alta. Él no dijo una sola palabra, y yo tampoco rompí el silencio. El tren finalmente se detuvo en la siguiente estación.Lo vi de reojo levantarse, marcharse y desaparecer entre la gente del andén.La pausa fue breve; el tren se puso en marcha de
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