Semua Bab Sacrificio Carnal: Bab 81 - Bab 90

Le respondí con amabilidad:—No es necesario. Además, no nos conocemos tan bien. Si alguien nos ve, podría malinterpretar las cosas y no quiero que te afecte.***Tardó unos segundos en reaccionar.—¿Que no nos conocemos bien?Me humedecí los labios.—Mira, creo que lo mejor es que mantengamos un poco de distancia.Julián me miró con una actitud indescifrable.—¿Por qué me estás tratando así de la nada?Me quedé helada. “¿Y ahora qué le digo? ¿Se supone que le cuente que sé lo de su exesposa y Diego? ¿Que sé que lo engañaron?”.Sería demasiado incómodo. Respiré hondo, intentando parecer tranquila.—Habíamos quedado en no vernos por un tiempo, ¿recuerdas?Julián suspiró, girando lentamente una naranja que tenía en la mano.—Te vi desde lejos. Al principio pensé que me había equivocado, pero cuando confirmé que eras tú... no te voy a mentir, dudé. Pensé en dar la vuelta y hacer como que no te había visto, pero... al final no pude y vine hacia acá.—Estoy bien. Ya puedes irte.Él continuó

Me pasó el menú y me dijo:—Ya pedí las costillas al horno y las berenjenas a la parmesana que tanto te gustan. Pero revisa el menú, a ver qué más se te antoja.Las porciones aquí no son muy grandes, así que normalmente pedimos tres platos para las dos. Yo pedí lo que le encanta a Natalia, el chamorro adobado, que es la especialidad de la casa.Mientras esperábamos la comida, ella me dijo:—En la oficina organizaron uno de esos eventos para solteros, y mi jefa me inscribió sin preguntarme.Me reí y le contesté:—Pues qué bien, ¿no? La empresa hasta te busca novio.Natalia se quejó:—Ay, por favor. Sé perfecto quiénes van a ir, los mismos solterones de siempre. Nos conocemos de toda la vida. Si hubiera interés, no necesitaríamos que la empresa nos organice una fiesta para salir, ¿no crees? Si seguimos solteros es porque no hay química entre nosotros. Pero bueno, mi jefa dijo que era obligatorio ir, así que ni cómo negarme.Tomé un sorbo de agua.—No te creo. ¿En serio ninguno vale la pe

—Voy a bañarme. Sírveme un trago y llévamelo.Dicho esto, entró al baño.Escuché el agua de la regadera y me acerqué al bar. A Diego le encantaba coleccionar licores de lujo; tenía botellas de todas partes del mundo. Escogí una de las botellas, pero entonces se me ocurrió otra cosa.Estaba recostado en la tina. Tomó el vaso que le ofrecí, bebió un poco y cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás con lentitud. Me quedé de pie junto a la tina, esperando ver su reacción. De pronto, dijo:—¿Estás tratando de emborracharme?Me quedé paralizada. Tragué saliva con fuerza. Traté de sonar tranquila.—¿Por qué?Abrió los ojos.—Mezclaste dos bebidas. Una de ellas es muy fuerte.Me miró fijamente y se terminó el trago de un solo golpe.—Cualquier otra persona ya estaría borracha.Una sonrisa depredadora definió su semblante mientras levantaba el mentón.—Pero a mí solo me pone de humor.Me tomó de la muñeca y me arrastró con él a la tina. Me sujetó por la cintura y susurró en mi oído con voz

Conociendo a Diego, era obvio que sabía que yo no tenía cómo pagarle. Aun así, decidió ayudarme. Aunque tuve que pagar un precio, yo misma sabía que no valía tanto como para cubrir una deuda de esa magnitud.Luego, me ató a él con un contrato, obligándome a estar a su lado día y noche, mientras se paseaba públicamente con su primer amor. ¿Le entregaba a ella el alma y a mí solo el cuerpo?Fui a su oficina y, al abrir un cajón, encontré una colección de suplementos alimenticios ordenada. La lista de ingredientes era de calidad y el balance nutricional, adecuado. Tomé una galleta salada y me la comí con un poco de agua caliente.Cuando volví a la sala de juntas, faltaban cinco minutos para que empezara la reunión.Amelia y su equipo llegaron puntuales. Me senté a la izquierda de Diego. Él me miró y yo asentí discretamente. Entendió al instante que ya había comido.Nuestra comunicación era tan sutil como secreta, pero al levantar la mirada, noté que Amelia me dedicaba una sonrisa juiciosa

Esperaba una escena de telenovela, pero Amelia se mantuvo sorprendentemente tranquila.—¿Desde cuándo estás con Diego? —me preguntó.—No voy a decir nada sin la autorización del señor Soler.Amelia asintió.—Entonces llevan mucho tiempo juntos.Quise decirle que no era cierto, que estaba exagerando.—Mire, no se ponga a especular sobre lo que hay entre el señor Soler y yo. Si tiene alguna duda, lo mejor es que hable con él.Era obvio que no se iba a tragar mi respuesta. Estaba decidida a sacarme la verdad.—Claro que voy a hablar con él, pero antes quiero escuchar tu versión.Esbocé una ligera sonrisa.—Con todo respeto, no tengo nada que explicarle. Le repito: si quiere saber algo, pregúnteselo al señor Soler.Al ver mi firmeza, Amelia respiró hondo.—¿Estás viviendo con Diego?Sentí impotencia y lástima. Se notaba que le importaba él.—Se me hace tarde para entrar a trabajar.Salí del auto y caminé hacia el ascensor. En ningún momento admití mi relación con Diego, pero tampoco la neg