Después de dejar a Mateo, regresé a la casa de mis padres, un lugar que no visitaba desde hacía cinco años.El auto entró despacio en la finca, y al ver a los sirvientes que conocía, inclinándose respetuosamente, no pude evitar que las lágrimas se me acumularan en los ojos.Me lancé al abrazo de mi madre, con la voz quebrada.—Papá, mamá, lo siento, he vuelto.Hace años, cuando me casé con Mateo, corté la relación con mi familia.Ahora, al mirarlo todo desde aquí, me doy cuenta de lo impulsiva e ingenua que fui en ese entonces.No dijeron ni una palabra de reproche, solo me acariciaron la cabeza con ternura.Mi padre suspiró, con una mirada llena de ternura y cariño.—Lo importante es que has vuelto. Este siempre será tu hogar, hija.Una semana después, una noche, les conté que había decidido divorciarme.Se miraron en silencio, y finalmente mi padre habló con tono serio:—Ese Mateo... no pudo retenerte. Está bien, hija, no necesitas depender de nadie.Mi madre apretó mi mano, y su voz
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