MasukAquel día, en nuestro quinto aniversario de boda, recibí una llamada. Era el encargado del fondo familiar: le avisaba que una de las piezas almacenadas estaba por vencer y debía retirarla cuanto antes. Mi esposo, Mateo Fuentes, también conocido como el jefe de la mafia, estaba tan ocupado que ni siquiera se tomó un minuto para pensarlo. Así que decidí ir yo a recoger la caja. Dentro encontré un rollo de película antigua. El responsable me advirtió que, si no la revelaba pronto, el material se estropearía con el tiempo. Cuando por fin la revelé, cada fotografía mostraba a Mateo con Elsa Lara, su primer amor, sonriendo de una forma tan dulce que me dejó sin aliento. Y en todos sus álbumes, ni una sola foto mía. De repente, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Mateo entró alterado, visiblemente molesto, y preguntó con impaciencia: —¿Anita Silva, estás revisando mi privacidad? Lo miré con calma. No grité, no pregunté nada. Solo dije: —Divorcémonos. Su expresión se endureció. Sin decir una palabra, tomó las fotos y las metió en la trituradora. Cuando el ruido cesó, se giró hacia mí y soltó: —Ya las destruí. ¿Y aun así quieres divorciarte? Una sonrisa amarga se me escapó. —Sí.
Lihat lebih banyakLe dije a Diego, en voz baja:—Puedes irte, quiero hablar con él a solas.Diego me miró preocupado, pero respetó mi decisión.Se acercó a Mateo, con una expresión seria, y le dijo:—Recuerda, el hecho de que Anita quiera hablar contigo no significa que puedas hacer lo que quieras. No me importa quién seas, pero si le haces daño, no me voy a quedar de brazos cruzados.—Y sobre el tema del auto, mi abogado te va a contactar.Luego se giró hacia mí y, con una mirada más suave, añadió:—Si necesitas algo, no dudes en llamarme.Asentí ligeramente.—Gracias, Diego.Cuando Diego se fue, solo quedamos Mateo y yo.Lo miré, su rostro demacrado, y hablé con calma:—De verdad quiero divorciarme. Por esa película vieja que tienes con todos tus momentos felices con Elsa; por esas fotos de boda que siempre prometiste pero nunca cumpliste; por cómo, delante de todos, siempre tomas partido por Elsa y me acusas sin razón.Él se quedó allí, en silencio, escuchando mis palabras. Su mirada se fue apagando
Después de dejar a Mateo, regresé a la casa de mis padres, un lugar que no visitaba desde hacía cinco años.El auto entró despacio en la finca, y al ver a los sirvientes que conocía, inclinándose respetuosamente, no pude evitar que las lágrimas se me acumularan en los ojos.Me lancé al abrazo de mi madre, con la voz quebrada.—Papá, mamá, lo siento, he vuelto.Hace años, cuando me casé con Mateo, corté la relación con mi familia.Ahora, al mirarlo todo desde aquí, me doy cuenta de lo impulsiva e ingenua que fui en ese entonces.No dijeron ni una palabra de reproche, solo me acariciaron la cabeza con ternura.Mi padre suspiró, con una mirada llena de ternura y cariño.—Lo importante es que has vuelto. Este siempre será tu hogar, hija.Una semana después, una noche, les conté que había decidido divorciarme.Se miraron en silencio, y finalmente mi padre habló con tono serio:—Ese Mateo... no pudo retenerte. Está bien, hija, no necesitas depender de nadie.Mi madre apretó mi mano, y su voz
Mateo convocó a toda la familia esa misma noche para aclarar que la foto era falsa y que no pensaba divorciarse de Anita.Sin embargo, todo lo que Mateo había hecho en los últimos días no pasó desapercibido. Si decía que no pensaba divorciarse, quedaba claro que Elsa estaba detrás de todo, siguiéndolo y tratando de destruir su familia.Elsa, la nueva responsable de inteligencia, se convirtió, de la noche a la mañana, en la tercera en discordia, despreciada por todos.Cuando llegó al club social, las miradas de desprecio la recibieron de inmediato.Varios miembros de la familia murmuraban entre ellos, y en cuanto ella entró, las palabras llegaron claras a sus oídos:—¿Qué descaro? Vuelve para quitarle el lugar a Anita y ahora quiere arrebatarle al marido.—Sí, Anita siempre fue tan buena... ¿cómo pudo pasarle esto?Elsa palideció, y la copa de vino que tenía en la mano tembló sutilmente.Se dio la vuelta para irse, pero justo en ese momento chocó con alguien que llevaba una copa de vino
Al mediodía del día siguiente, el asistente de Mateo lo llamó.—Jefe, encontramos algunas pistas. No hay pruebas directas, pero todo apunta a Elsa.Mateo colgó de inmediato. Su expresión se ensombreció mientras se levantaba y caminaba con paso firme hacia la oficina de Elsa.Abrió la puerta sin tocar. Ella estaba sentada en el escritorio que antes pertenecía a Anita.Apenas lo vio, sonrió, intentando sonar ligera:—Mateo, ¿viniste a verme...?—¿Fuiste tú la que hizo la foto? —preguntó él, sin rodeos, con una voz grave que llenó la sala.La sonrisa de Elsa se borró de golpe. Su rostro cambió, buscando una expresión inocente.—¿Yo? Mateo, ¿cómo puedes pensar eso de mí? ¿Por qué habría de inventar un rumor que solo me perjudica? No tiene sentido.Mateo entrecerró los ojos, analizándola.—Curioso... aún no te dije de qué foto hablo, y ya estás tan apurada por defenderte.Por un segundo, un brillo nervioso cruzó los ojos de Elsa, pero enseguida lo disimuló con una sonrisa tensa.—Bueno, es






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