Al verme tan tranquila, el rostro de Samuel se ensombreció aún más.Me arrojó encima la ropa interior sucia que acababan de cambiarse.—Judith está embarazada, no puede tocar agua fría. Lava todo esto, y recuerda, solo con las manos.Tomé aquellas prendas, apretando los labios con fuerza.—Pero en la casa hay sirvienta.—Cierto, casi lo olvido si no me lo recuerdas.Samuel hizo un gesto hacia la criada que estaba al lado.—Vigílala mientras lava. No permitas que se haga la perezosa.Sabía que, pasara lo que pasara, no pensaba dejarme en paz, así que me marché en silencio con la ropa en brazos.Hace cinco años, cuando luché contra los secuestradores, también me cortaron la mano, dejando una cicatriz horrible oculta bajo la manga.Hasta hoy, aquella cicatriz aún me duele cuando toca el agua fría.Aguanté el escozor y, sin querer, recordé cuando Samuel más me amaba.Entonces él no era más que un empleado común, y en casa no había sirvienta que se encargara de las tareas como ahora.Aun as
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