En la otra habitación, Adrián estaba dándole de comer a Clara cuando, sintió una inquietud inexplicable. Era como si algo muy importante se estuviera alejando de él.Dejó el tazón sobre la mesa y justo cuando iba a levantarse, Clara lo tomó de la muñeca con fuerza. —Adrián… tengo miedo —dijo con voz temblorosa—. ¿Podrías quedarte conmigo un rato?Su mirada frágil, tan llena de vulnerabilidad, despertó en él una punzada de compasión. Así que, sin pensarlo demasiado, le apretó suavemente la mano. —Tranquila, Clara. No tengas miedo, estoy aquí contigo. Ella se acurrucó en su pecho y su mano, temblorosa pero delicada, se fue deslizando hacia su entrepierna. Adrián contuvo la respiración, quiso detenerla, pero sus manos, casi por instinto, ya estaban soltando el cinturón de su pantalón. Las luces se apagaron y, en cuestión de segundos, la razón se desvaneció entre la penumbra y el deseo. Pero en el momento más intenso, la puerta se abrió de golpe y las luces se encendieron.—¡Cap
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