El olor a desinfectante en la habitación del hospital era punzante.Yacía en la cama fría, mi cuerpo desgarrado por el dolor, pero la herida en mi corazón dolía aún más.Mi pie derecho estaba envuelto en vendas gruesas, por las que se filtraba sangre abundantemente.La férula desde mi hombro izquierdo hasta la espalda me inmovilizaba por completo.Los monitores sonaban, recordándome que aún estaba viva.En este momento, la puerta se abrió.Yamina entró con sus tacones altos, seguida por dos mujeres vestidas con extravagancia.Ian entró al final, con el rostro sombrío, evadiendo mi mirada.Yamina se acercó a la cama y miró desde arriba mi pie vendado.—¡Dios mío, Sra. López! Tu pie… ¿Qué dijo el doctor? ¿Acaso quedará cojo para siempre?Las mujeres que la acompañaban comenzaron a reírse burlonamente:—Ay, ¡qué lástima! Para una bailarina, el pie es la vida. ¡Si quedas inútil, eres como estar muerta!—Antes, te llman “alma de cisne", ¿no? ¡Ahora ni siquiera una pata coja!Otra mujer sacó
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