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Capítulo 2

Penulis: Yara
Llegué al departamento que compartía con Ian, cargada de cansancio.

La puerta de seguridad abriéndose lentamente.

Un olor dulzón y empalagoso a perfume me golpeó de frente, haciéndome dar arcadas.

No era mi aroma.

En la entrada, unos zapatos de tacón rojo estaban esparcidos. Esa imagen me escocía.

En el sofá de la sala, un sujetador negro yacía junto a una caja de papel rasgada.

Sobre la barra, dos copas de vino permanecían una al lado de la otra, con marcas de labios en sus bordes.

La puerta de la habitación estaba entreabierta, dejando escapar una luz tenue.

Se abrió de golpe.

Yamina estaba allí, vistiendo solo una camisa de Ian, los botones desabrochados dejaban ver su piel pálida.

Las marcas en su cuello resultaban impactantes.

Apoyada en el marco de la puerta, con el cabello desaliñado, sus ojos rebosaban arrogancia.

—¡Vaya! Sra. López, has vuelto —alargó las palabras—. Qué mala suerte, Ian acaba de quedarse dormido.

Apreté los puños.

—Lárgate.

—¿Qué? —Yamina soltó una risa estridente—. Deberías largarte tú, ¿no? Este lugar ahora es la casa de Ian y mío.

Dio un paso al frente, bajando la voz.

—Ian me lo dijo que se acostó contigo era como abrazar un cadáver, frío y rígido, sin la más mínima gracia.

—Dijo que es mi cuerpo lo que lo vuelve loco, mi voz lo que lo enloquece. Cuando me abraza, dice que por fin comprende lo que es una verdadera mujer.

Desde el dormitorio llegó el sonido de Ian cambiando de postura al dormir.

Un destello de malicia cruzó los ojos de Yamina.

—Ah, sí, también dijo que eres aburridísima. Que no sabes hacer nada más que bailar, que ni siquiera sabes cómo complacer a un hombre. Hace tiempo que está harto de ti.

Mi cuerpo temblaba.

Yamina giró y arrastró una maleta que reconocí como mía.

—Ya que Ian no te quiere, ¡debe largarte ahora!

Abrió la maleta y volcó toda la ropa en el suelo.

Mis zapatillas de ballet fueron arrojadas al suelo.

Ella las pisoteó, aplastándolas con fuerza y mis preciados borradores de coreografía fueron hechos trizas.

Fotos de funciones, certificados de premios… todo fue destrozado frenéticamente por ella.

Mi ropa interior fue esparcida por todos los rincones de la sala.

—¡Lárgate con tu basura! ¡No contamines el espacio de Ian y mío!

Agarró mi brazo y, con todas sus fuerzas, me empujó hacia la puerta.

La puerta se cerró de golpe frente a mí.

Diez años de hogar, convertido de la noche a la mañana en la casa de otra persona.

El guardia a la entrada de la urbanización me lanzó una mirada cargada de una lástima indescriptible.

—Señorita López, ¿está bien?

—No pasa nada.

Detuve un taxi.

El conductor me miró por el espejo retrovisor, observando mi aspecto desastroso.

—¿A dónde va?

Abrí la boca, pero de repente no supe adónde ir.

—A cualquier hotel.

En un hotel desgastado, me acurruqué en la cama individual, mirando fijamente la mancha de humedad en el techo.

El celular no dejaba de sonar con mensajes del elenco, todos estaban especulando sin parar.

"¿Estrella y el Sr. Chávez terminaron?"

"Siempre lo supe, con ese carácter, cualquier hombre terminaría hartándose."

"Yamina es tan dulce, no me extraña que al Sr. Chávez le guste."

Apagué el celular y cerré los ojos.
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