La búsqueda implacable de Enzo comenzó a agotar la paciencia de Diana. Creía que al dejar las cosas claras y Enzo ya entendería. Pero él insistía en cortejarla, incluso hablaba de proponerle matrimonio. Nadie sabía cuántas veces había fantaseado con eso, justo cuando había renunciado a esos sentimientos, él se presentaba con todo. Finalmente entendió, el amor que ella le tuvo realmente había sido una carga para él.Porque ahora ella sentía el peso de esa carga. Intentó dejar clara su postura para que desistiera, pero él, como si estuviera poseído, no escuchaba. Preocupado por sus estudios, Enzo solo la llamaba a las horas de las comidas. Cada llamada era un intento sincero de obtener su perdón. —Diana, sé que sigues enfadada. Tienes razón en estarlo, me equivoqué. Me arrepiento y quiero disculparme formalmente. —Seguiré pidiéndotelo, una y otra vez, hasta que me perdones. Temía que no le creyera, hasta juraba por su vida: —Diana, si miento en algo, ¡que me atropelle un auto!
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