Carolina frunció el ceño, enfadada, pero se contuvo. —Pero no he visto al presidente de Mendoza. Ricardo, llévame contigo, por favor. Creía que si actuaba adorable, Ricardo le obedecería. Pero esta vez, el hombre fue firme. Incluso puso cara seria. Aunque su tono seguía siendo suave, todos notaron su resistencia: —Sé buena, Carolina. Los demás, al ver la situación, se acercaron a persuadirla. —Dicen que el Sr. Mendoza no se acerca a mujeres. —En todos estos años ni siquiera tiene asistentes femeninas. —Carolina, mejor espéranos aquí.—Claro, los hombres hablamos de negocios, no podrías participar, ¿para qué insistir en ir? Carolina apretó los puños con rabia. Estos tipos, que antes la elogiaban, ahora cambiaban de actitud. Ricardo ya no la consintió. Le dio una palmada en el hombro y se fue. Carolina se quedó sola, su rostro distorsionado por la furia. Ricardo llevó al gerente del club, preguntando en qué habitación estaba el Sr. Mendoza. El gerente, confundido, dijo:
Read more