En una cafetería. Catalina se sentía como si estuviera loca por haber aceptado la cita. Pero cuando vio al hombre sentado adentro, creyó que el mundo entero se había vuelto loco. ¿Acaso Héctor Mendoza, el presidente del Grupo Mendoza, quien controlaba la economía de Jualía, aparecía en las portadas financieras y había sido elegido durante cinco años consecutivos como el hombre con quien más mujeres soñaban casarse, era el padre del bebé? Héctor, sin embargo, parecía mucho más tranquilo que ella. Pero sus palabras fueron una bomba. —No hemos tenido relaciones, Srta. Suárez, no necesita ponerse tan nerviosa. Catalina se paralizaba. —¿Para qué me llamó, Sr. Mendoza? Héctor sacó un sobre de un hospital. Lo deslizó hacia ella con un dedo. —Su esposo, Ricardo Pérez, le fue infiel con su hermana, Carolina Suárez. —Hace un mes, planearon implantar en su útero el embrión fecundado de ellos, para usarla como madre subrogante. —Por un error del doctor, fue mi embrión el que se implan
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