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Capítulo 7

ผู้เขียน: Cici
Lunes por la mañana.

Beatriz acababa de llegar a Biotecnología Luminis cuando recibió una llamada del abogado.

—Señorita Salazar, el señor Herrera tiene disponible la mañana del miércoles. Ha agendado ese día para registrar oficialmente el divorcio. Por favor, asegúrese de llegar a tiempo.

—De acuerdo.

Al colgar, Beatriz respiró hondo.

El miércoles, en apenas dos días, podría poner fin a esa relación que tanto la asfixiaba.

—¿Beatriz, cierto? —la saludó una mujer del departamento de Recursos Humanos al verla entrar.

—Por aquí, por favor. Este será tu espacio de trabajo. Tu función principal será asistir al equipo de investigación farmacéutica con algunas pruebas de laboratorio y la organización de documentación. Actualmente la empresa está desarrollando un medicamento oncológico de terapia dirigida. Aquí tienes el material, puedes ir familiarizándote con él.

Beatriz, que había sido contratada como asistente de investigación, recibió un grueso montón de documentos.

El desarrollo de un fármaco era un proceso largo y complicado, y si quería adaptarse pronto, debía empaparse del proyecto lo antes posible.

Se sentó frente a su escritorio y comenzó a leer sin descanso. Marcaba los puntos clave, hacía anotaciones y añadía observaciones propias.

Sin darse cuenta, ya había llegado la hora de salida.

Aún le faltaba revisar una cuarta parte del material, así que decidió quedarse a trabajar horas extra.

Cuando terminó, pasaban de las nueve de la noche.

Afuera ya estaba oscuro y en toda la oficina solo quedaba ella.

Beatriz se levantó para ir al baño.

Al regresar, se sorprendió al ver, junto a su escritorio, la figura alta y elegante de un hombre que observaba atentamente sus anotaciones sobre los documentos.

—Señor García —saludó ella con cortesía.

Christian levantó la vista al oír su voz.

—¿Terminaste todo esto en un día? Normalmente se toman al menos tres.

—Bueno, solo hice una lectura rápida. Algunos detalles necesitaré revisarlos en artículos de referencia.

Christian dejó los documentos y dijo:

—No habrás cenado todavía, ¿verdad? Vamos, te llevo a comer algo.

—No, gracias, señor García —intentó negarse ella.

Christian sonrió, mezclando broma y seriedad:

—Tu primer día en la empresa y ya trabajas hasta tan tarde. Si alguien se entera, van a pensar que exploto a mis empleados. Hazlo por mi reputación, ¿sí?

Dicho así, Beatriz no tuvo más remedio que aceptar.

—De acuerdo.

Beatriz caminaba adelante con su bolso en la mano, mientras él la seguía unos pasos atrás.

Christian la siguió con una leve sonrisa dibujándosele en los labios mientras observaba su silueta delicada.

Había asistido esa tarde a una entrevista para una revista de emprendedores.

Al pasar frente a la empresa y ver que aún había luces encendidas, decidió subir a revisar. No esperaba encontrarla ahí.

Ya había cenado, pero poder invitarla a comer otra vez no le molestaba en absoluto.

Condujo hasta un restaurante de cocina tradicional.

Al hacer el pedido, dijo sin pensar:

—Sin picante, y por favor, que no lleve jengibre.

Beatriz se quedó un instante desconcertada.

Él había pedido exactamente lo que a ella le gustaba, y además había evitado los dos ingredientes que ella no soportaba.

Jamás se habían cruzado antes, ¿cómo podía saberlo?

Quizá notando su sorpresa, Christian se apresuró a explicar:

—Últimamente he tenido el estómago sensible, no puedo comer picante ni jengibre. Pero si a ti te gusta, pide algo más fuerte de sabor.

—No, está perfecto así —dijo Beatriz con una ligera sonrisa.

Tal vez solo era una coincidencia de gustos.

No habían tenido contacto antes, así que no había otra explicación.

Después de la cena, Christian insistió en llevarla a casa.

—Al fin y al cabo eres mi empleada. Dejarte sola a estas horas se vería muy mal de mi parte.

Bajo esa amable presión moral, Beatriz volvió a subir al auto.

En ese momento, Marcelo —que estaba cenando con una modelo— los vio pasar y enseguida tomó una foto.

La envió al grupo privado donde solo estaban él, Simón y Carlos.

—Simón, ¿tu esposa no anda un poco rara últimamente?

Ese auto es un Maybach Serie S, nada barato. ¿Será que, al no conseguir nada de ti, se fue a buscar mejores contactos?

Simón acababa de cerrar un contrato millonario.

Al abrir el chat y ver la imagen de Beatriz subiendo al auto de otro hombre, su semblante se endureció.

Así que por eso había aceptado el divorcio tan fácilmente…

Después de años rogándole que no se separaran, ¿ahora ella misma lo pedía?

Claro, porque ya había encontrado a otro.

Durante todo el tiempo que estuvo casada con él, ¿cómo tuvo el descaro de engañarlo así, tan en su cara? De verdad, ni siquiera lo respetaba un poquito.

Quiso llamarla de inmediato, pero al buscar su número, no lo encontró.

En cuatro años de casados, nunca lo había guardado.

Antes, era ella quien lo llamaba dos o tres veces por semana, preguntándole con timidez si esa noche volvería a casa.

Siempre que necesitaba contactarla, revisaba el historial y ahí estaba.

Pero revisó y revisó, hasta darse cuenta de que llevaba un mes entero sin recibir una sola llamada suya.

Finalmente encontró el número en la conversación con Doña Herrera.

Marcó, furioso.

Mientras tanto, Beatriz iba en el auto junto a Christian.

El sonido del celular la sobresaltó.

Al ver el número en la pantalla, se quedó unos segundos inmóvil.

Había configurado un tono especial solo para él, para no perder nunca sus llamadas.

Cuántas veces había esperado escuchar ese sonido… y cuántas veces se había quedado decepcionada.

Él nunca la llamaba directamente, si necesitaba algo, lo hacía a través de Doña Jiménez o de su asistente.

Y ahora que por fin sonaba, no sabía qué hacer.

—¿No vas a contestar? —preguntó Christian, curioso.

Beatriz le dio al botón de rechazar.

—Un desconocido —respondió con voz serena—. Seguro se equivocaron.

Christian notó algo extraño.

Si de verdad fuera un error, ¿por qué esa expresión de conflicto en su mirada?

Pero prefirió no decir nada.

En el hotel, Simón apretó con fuerza el celular.

Ella había cortado la llamada.

¡Tuvo el descaro de colgarle!

¡Esa mujer tuvo el descaro de colgarle el celular!

"¿Será que se siente culpable y por eso no se atrevió a contestar?", pensó Simón.

Simón envió la foto del auto a su asistente y dijo:

—Quiero que me consigas la lista de dueños de este modelo en Ciudad Mar. En tres días quiero toda la información.

Quería saber quién era el idiota que no valoraba su vida y se había atrevido a meterse con su esposa.

Por más que detestara a Beatriz, seguía siendo, al menos de nombre, la Señora Herrera.

Mientras no se divorciaran, ella le pertenecía.

Si alguien se atrevía a tocar a su mujer y eso se llegaba a saber, ¿cómo iba a mantenerse en pie en Ciudad Mar?

El auto se detuvo frente a la entrada del conjunto residencial.

Beatriz abrió la puerta y bajó.

—Gracias, señor García.

—Fue de paso, no tiene por qué agradecerme.

Beatriz caminó hacia el interior del conjunto.

Christian se quedó sentado en el auto, mirando su silueta alejarse. Pasó un buen rato antes de marcharse.

Ese conjunto, en Ciudad Mar, solo podía considerarse de nivel medio.

Él recordaba que su esposo era empresario rico, era imposible que vivieran en un lugar así.

La única explicación era que vivían separados.
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