Share

Capítulo 6

Author: Cici
Marcelo y Carlos solo habían visto a Beatriz una vez, el día de la boda de Simón.

A decir verdad, ella estaba bastante atractiva, y aunque habían pasado años, no les costó reconocerla al instante.

Como amigos de la infancia de Simón, ambos compartían cierto desdén hacia Beatriz.

Marcelo, con tono sarcástico, comentó:

—Simón, parece que te caerá la bronca. Tu esposa vino a pescarte en plena movida.

Simón soltó una risa fría.

—¿Ella? ¿Con qué cara?

Las palabras heladas de Simón, la sonrisa triunfante de Cecilia y las burlas de Marcelo y Carlos le atravesaron el corazón a Beatriz.

—Disculpen, me equivoqué de lugar —cerró la puerta tras de sí mientras se retiraba.

Su compostura fría sorprendió a Marcelo y Carlos.

—¿Y eso? Cualquier mujer al ver a su marido con otra haría un escándalo, ¿no? Pero ella, como si nada. Simón, ¿no será que ya no te quiere?

—¿Cómo sería posible? Ella lo amaba a morir. Solo que tenía miedo de que la sacaran de la casa y por eso no se atrevió a armar escándalo.

Afuera, Beatriz respiró hondo.

Trató de calmarse y se obligó a no dejar que sus palabras la afectaran.

—¡Princesa! —vino el modelo acercándose a ella—. Te estuve buscando por todas partes.

Él la rodeó con naturalidad por la cintura.

—Vamos, no hagamos esperar a Raquel.

Beatriz, aunque incómoda, no lo rechazó.

A través del vidrio de la puerta, Marcelo vio a Beatriz entrar con el modelo en dirección a otro privado y no pudo evitar gritar:

—¡No puede ser, Simón! ¡Tu esposa también vino a jugar fuerte! ¡Está en otro salón con un modelo!

Carlos frunció el ceño.

—Entonces, ¿no vino a descubrirte, sino que entró al cuarto equivocado?

El rostro de Simón se ensombreció de inmediato.

Beatriz, ¿cómo se atrevía?

Usando el título de Señora Herrera, y se ponía a jugar con otro hombre en un lugar así, ¿dónde quedaba su dignidad?

Cuando Beatriz regresó al salón, Raquel ya estaba algo tomada.

—Bea, ¿a dónde te fuiste? ¿Por qué llegas recién?

—Me equivoqué de lugar —respondió Beatriz, sin contarle lo de Simón.

Raquel propuso:

—Vamos a jugar, pasar cartas con la boca. Si alguien falla, ¡toma un trago!

Beatriz no estaba muy interesada, pero Raquel la arrastró al sofá.

—Vamos, no seas aguafiestas.

El modelo, guapo y sonriente, se acercó con una carta entre los labios. Su cercanía la puso nerviosa, instintivamente giró el rostro. Falló varias veces, y por ello tuvo que beber más de la cuenta.

Hasta que, en el último intento, cerró los ojos y se obligó a aceptar la carta.

Mientras tanto, afuera, Marcelo grababa la escena con el celular.

Divertido, llevó el video a Simón.

—Simón, tu esposa se la sabe jugar —comentó Marcelo—. ¿Diez días sin volver a casa? ¿No será que le está dando gusto a algún chico?

En la grabación, Beatriz casi besaba al modelo.

Simón sintió cómo la rabia le hervía por dentro.

Por más que la despreciara, no podía soportar verla coqueteando con otro justo frente a sus narices.

—Simón —dijo Cecilia a un lado—, ella solo quiere llamar tu atención con esto.

Marcelo entendió de inmediato.

—¡Cierto!

—Si fue capaz de drogarte para retenerte, seguro ahora planeó esto para provocarte.

Simón permaneció en silencio y bebió un trago. Luego ordenó en secreto al encargado del bar despedir al modelo.

Beatriz seguía siendo su esposa, y nadie más podía acercarse a ella.

Al salir del bar, Beatriz llevó a Raquel a su casa.

Esa noche, Simón regresó a la mansión.

Prendió la luz de su habitación, molesto.

La cama estaba vacía, Beatriz no estaba allí.

Doña Jiménez subió apresurada al escuchar el ruido.

—Señor, ha llegado usted.

—¿Y ella?

—La señora no regresó hoy.

El ceño de Simón se frunció al instante.

"¿No regresó? ¿Acaso se fue al hotel con el modelo?", pensó.

—Hace tiempo que no vive en casa. Me pidió que le entregara esto. —dijo Doña Jiménez, entregándole el acuerdo de divorcio.

Simón lo tomó y vio la palabra "Divorcio", con la delicada firma de Beatriz al final.

Una fría sonrisa se dibujó en su rostro.

No era la primera vez que él le proponía dinero a cambio de divorcio, y siempre lo había rechazado.

Ahora, ¿por qué aparecía con esta decisión? ¿Trataba de retenerlo con esa jugada?

Sin dudar, firmó.

Divorciarse de ella era justo lo que quería.

A la mañana siguiente, Beatriz preparó un desayuno sencillo: sándwiches, leche caliente y salmón a la plancha con un poco de lechuga y tomate.

Raquel salió del cuarto mareada.

—¿Ya estás despierta? Come algo.

Mientras comía aquella comida deliciosa, Raquel observó a Beatriz frente a ella, de pecho generoso, cintura delgada, piel tan blanca y suave como la de un huevo pelado, y aun sin maquillaje, seguía viéndose hermosa y fresca. No pudo evitar suspirar.

Pensó: "Ay, Bea, tan linda, tan buena. Ese desgraciado de Simón no sabe lo que tenía."

Después del desayuno, Beatriz recibió una llamada de un número desconocido.

—¿Señorita Salazar? —preguntó una voz formal.

—Sí, soy yo. ¿Quién habla?

—Soy Luis Palacio, abogado del señor Herrera. Me comunico para hablar sobre el divorcio. Ya revisé el acuerdo, el señor Herrera está dispuesto a ofrecerle una compensación económica. Si lo desea, también puede quedarse con la mansión.

Simón recién se había fijado al día siguiente en el contenido del acuerdo de divorcio.

Ella no pidió nada. Se fue con las manos vacías.

No era un hombre tacaño.

Después de todo, había acostado con ella durante cuatro años, estaba dispuesto a darle millones como compensación.

—No es necesario —respondió Beatriz con firmeza—. Dejémoslo como está en el acuerdo. No quiero nada.

Luis se sorprendió.

—¿Y cuándo podría acudir al registro para formalizar el divorcio?

La respuesta de Beatriz tomó por sorpresa a Luis.

—Hablaré con el señor Herrera y le avisaré —dijo el abogado antes de colgar.

Raquel la miró con desesperación.

—Bea, ¿estás loca? ¿Por qué no aceptas el dinero? ¡Deberías pedirle más!

Beatriz negó suavemente.

—Solo quiero que todo termine rápido. Eso es lo único que me importa.

No se había casado por dinero.

Durante esos años, vivió con austeridad en la casa de los Herrera, si ahora pedía dinero al divorciarse, solo confirmarían que era una interesada.

En las oficinas del Grupo Herrera, Luis le transmitió el mensaje a Simón.

—Señor, la señora Salazar dice que no quiere nada. Solo desea divorciarse cuanto antes.

Simón quedó perplejo.

¿De verdad renunciaba a todo, incluso con su fortuna de miles de millones?

—Entonces que sea como ella quiere. Tengo que viajar esta tarde al extranjero por trabajo. Agenda el registro del divorcio para el próximo miércoles.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 100

    Beatriz notó la hostilidad en la mirada de Marcelo, era evidente que no venía con buenas intenciones.Creía que, con la amistad que unía a Marcelo y a Carlos desde la infancia, él no se atrevería a dejarlo en evidencia.Pero Carlos solo sonrió con calma.—No hace falta. Una pareja de baile tan talentosa encaja mejor contigo.Marcelo torció la boca y no insistió, aunque en su mirada se volvió más evidente la burla.La mujer del vestido rojo que lo acompañaba era experta en leer el ambiente.Ya había notado el veneno oculto en su tono.Aprovechando un giro de la música, movió el brazo con aparente descuido, y el codo chocó contra el costado de Beatriz.El gesto fue tan rápido que no hubo forma de evitarlo.—Ah.Su cuerpo se inclinó hacia adelante, tambaleándose.Sintió un dolor agudo en el tobillo y estuvo a punto de caer.—¡Cuidado!Reaccionó al instante y la sostuvo antes de que cayera.Al posar su mano en su espalda, sintió cómo su cuerpo se tensaba al momento.—¿Te torciste el pie?B

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 99

    —S... Sí.Cecilia sonrió y con una voz dulce, dijo:—Qué coincidencia.Se acercó medio paso.—Desde la prepa no te veía. Pensé que ya te habías ido de Ciudad Mar. ¿Me pasas tu contacto? Así un día nos juntamos.En los ojos de Adriana cruzó un destello de pánico.—No, no traje el celular.Cecilia, que ya había notado la mentira, sonrió con calma.—No pasa nada, yo te agrego. ¿Cuál es tu número?El cuerpo de Adriana se estremeció de golpe.Bajo la mirada de Cecilia, terminó tartamudeando una serie de dígitos.Cecilia alzó el celular.—Listo, te agregué. Acepta la solicitud, luego te invito a tomar algo.Cuando Cecilia se alejó, Adriana se quedó inmóvil, con la sensación de que la sangre se le había congelado.Beatriz y Carlos acababan de cerrar los últimos detalles de la colaboración cuando ella alzó la vista y vio a Adriana de pie, pálida como un papel.Se levantó de inmediato.—¿Qué pasa? Estás muy pálida.Adriana pareció volver en sí de golpe y negó con torpeza.—No... No pasan nada.

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 98

    Simón se quedó quieto.Bebió de un trago el whisky que tenía en la mano.El líquido ardiente le bajó por la garganta, pero no logró apagarle la inquietud que lo consumía por dentro.Cecilia apretó los dedos sobre el borde de su vestido.La aparición de Beatriz era para ella una amenaza.Apenas había llegado y ya le había robado el protagonismo que solía ser suyo.Eso la irritaba profundamente.Forzó una sonrisa y habló con un tono que fingía ligereza:—El Grupo Muñoz y Biotecnología Luminis están negociando una colaboración importante. Es normal que el Señor Muñoz sea más atento con sus socios.Marcelo, que estaba al lado, soltó una risita burlona.—Sí, claro. Si no fuera por esa alianza, Carlos ni siquiera voltearía a ver a Beatriz.Carlos, en ese momento, conversaba con Beatriz.El patriarca del Grupo Muñoz, Don Muñoz, acababa de llegar al salón.—Con permiso, voy a saludar a mi abuelo.En cuanto lo vieron, muchos invitados también se acercaron para saludar a Don Muñoz.Entre ellos e

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 97

    Cuando Simón entró al salón del brazo de Cecilia, de inmediato se convirtieron en el centro de atención.—¡Señor Herrera, Señorita Cecilia, por fin llegaron! —dijo uno de los socios, levantando su copa de vino.—La Señorita Cecilia está deslumbrante esta noche. Junto al señor Herrera hacen una pareja perfecta, ¡como hechos el uno para el otro!Cecilia tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y se apoyó con más confianza en el brazo de Simón.—Señor Duato, exagera. Fue Simón quien me ayudó a elegir este vestido, lo mandó hacer especialmente para mí.Simón asintió con cortesía, respondiendo con calma a los saludos y comentarios que lo rodeaban.Todos en el círculo sabían que Simón consentía a Cecilia sin límites. La llevaba a cada evento y mostraba su preferencia por ella sin intentar disimularlo.No faltaron los que se acercaron a halagarla, a decirle cumplidos o a intentar ganarse su simpatía.En ese momento, Marcelo se abrió paso entre la gente, sosteniendo una copa de champaña.—Cec

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 96

    Beatriz salió del probador con el vestido ya puesto.—Adriana, ¿cómo se ve este...?Pero su voz se cortó de golpe.No vio a Adriana por ningún lado.En cambio, su mirada chocó con unos ojos oscuros y profundos.Simón estaba a unos metros de distancia, observándola en silencio.Ella llevaba un vestido azul oscuro con corte sirena.El escote palabra de honor realzaba sus clavículas con elegancia, y la cintura marcada hacía que sus curvas se vieran aún más perfectas.La falda caía siguiendo sus curvas hasta abrirse levemente en los tobillos.Su piel, tan clara como la porcelana, contrastaba con el azul del vestido, y el cabello negro caía como una cascada sobre sus hombros.Parecía una princesa del mar, tan deslumbrante que resultaba imposible apartar la mirada.La mirada de Simón, habitualmente fría y contenida, se suavizó apenas un instante.Cuando sus ojos se encontraron, el aire pareció detenerse.—Simón, ¿te gusta cómo me queda este vestido?La puerta del probador de al lado se abrió

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 95

    Él hizo una pausa, y en su tono se coló una sinceridad poco común.—Y, siendo honesto, admiro mucho tu capacidad profesional. También espero que esta cena de agradecimiento sea el inicio de una colaboración más profunda. Dame una oportunidad, y dásela también a Biotecnología Luminis, ¿sí?Beatriz vio la sinceridad en sus ojos, y recordó todo el esfuerzo que aquel proyecto había implicado durante la investigación.Esa cena, en efecto, era una buena ocasión para ampliar contactos.No podía dejar que sus emociones personales afectaran los intereses de la empresa.Sus dedos se detuvieron un momento sobre la invitación.Al final, Beatriz asintió.—Ya que lo dices así, Señor Muñoz, iré.La sonrisa de Carlos se extendió con evidente satisfacción.—Te estaré esperando.Beatriz llevó la invitación a la oficina y habló con Christian sobre la posible cooperación con el Grupo Muñoz.Él giró la invitación entre los dedos.—¿Quieres que te acompañe el viernes?—De hecho, podrías aprovechar para cono

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status