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Cenizas de lo que fuimos
Cenizas de lo que fuimos
Author: Nuali Ciza

Capítulo 1

Author: Nuali Ciza
—Señorita Braga, ¿está completamente segura de que quiere programar el procedimiento de eutanasia para el próximo mes y firmar el consentimiento para la donación de órganos?

—Sí, estoy segura —respondió Milena sin apartar la vista del informe médico, lleno de cifras en rojo. Su voz sonaba seca, amarga—. Si sigo así, lo único que haré será seguir malgastando recursos.

El diagnóstico era contundente: todos sus órganos estaban en falla irreversible. Con suerte, le quedaba un año de vida.

Y en vez de pasar ese tiempo postrada en una cama, conectada a máquinas, esperando la muerte como quien espera la lluvia... prefería irse con dignidad. Al menos así, su partida podría tener algún sentido.

Bajo la mirada silenciosa y compasiva del médico, Milena se levantó y salió del hospital.

Apenas abrió la puerta de su casa, alcanzó a escuchar, viniendo del dormitorio, jadeos entrecortados y suspiros húmedos. No tuvo que asomarse para saber lo que estaba pasando.

Su rostro, ya pálido, perdió aún más color. Guardó el informe sin pensarlo, se apoyó contra el marco de la puerta y se quedó ahí, en silencio. Una hora entera, escuchando todo.

¿Lo peor? Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había pasado.

En dos años de matrimonio, Bruno jamás dejó de hacerlo. Cada noche era una mujer distinta. Y a Milena no solo le tocaba aguantarlo: tenía que verlo. No la dejaba alejarse.

Cuando por fin cesaron los ruidos, Bruno salió del cuarto sin camiseta, con el cuerpo todavía cubierto de sudor. Al verla ahí, inmóvil, apoyada en la puerta, le lanzó una mirada indiferente.

—¿Y tú qué haces ahí parada? Selena tiene sed. Anda, tráele un vaso de agua.

A Milena se le apretó el pecho.

—¿Selena?

Avanzó hasta la puerta del dormitorio. Lo que vio la dejó helada.

Tirada en la cama, apenas cubierta con una bata de seda rasgada, estaba su hermana menor, Selena.

La expresión de Milena se quebró. Le temblaban las manos y una mezcla de rabia, asco e incredulidad le ardía en la garganta.

—¿Estás loco? ¡Es mi hermana! ¿Cómo pudiste hacer algo así?

Bruno se acercó despacio, le sujetó la muñeca y la estampó contra la pared.

—¿Y qué con eso? —soltó con una sonrisa torcida—. Ah, cierto... ella era lo único que te quedaba. Debe doler, ¿no? Ser traicionada por la única persona que decías amar.

Se inclinó más, hasta casi rozarle el oído:

—Pero esto es lo que te mereces, Milena.

Milena cerró los ojos. Un sabor amargo le llenó la boca y la náusea se le quedó pegada al paladar.

Había amado a Bruno desde hacía años.

Fueron novios durante siete y ya tenían fecha de boda, pero todo estalló antes de casarse: en el hospital que él dirigía se destapó una red de tráfico de órganos, lo señalaron como el cabecilla, lo arrestaron y lo llevaron directo a prisión.

De ser el hijo ejemplar de una familia poderosa, pasó a convertirse en el criminal más odiado del país.

Desde la cárcel, Bruno no dejó de buscarla: le escribía cartas, le rogaba por el celular, juraba que era inocente. Que todo había sido una trampa, que saldría pronto. Que lo esperara.

Pero justo cuando más la necesitaba... ella lo dejó. Y no solo eso: poco después hizo pública su relación con su mejor amigo.

A Bruno aquello lo destrozó más que cualquier celda. Intentó quitarse la vida y hasta amenazó a los guardias para que lo dejaran verla; de rodillas, les rogó que le dieran aunque fuera un minuto con ella.

Se hizo tanto daño que terminó desangrándose y lo llevaron de urgencia al hospital.

Pero allí no lo esperaba ella... sino la noticia de que Milena ya se había ido del país con su nuevo novio.

Sin querer aceptar que ella pudiera ser tan fría, pidió prestado un celular y la llamó una y otra vez, pero nunca respondió.

Bruno, aún débil, salió del hospital casi arrastrándose. Quiso llegar al aeropuerto a buscarla, pero se desplomó antes. Y aun así, Milena nunca volvió.

Desde entonces, algo en él se quebró. Cuando salió libre, lo primero que hizo fue usar todos los medios a su alcance para obligarla a casarse con él. No por amor, sino por venganza.

Noche tras noche, se dedicó a quebrarla, a destruir cada parte de ella.

Lo que él no sabía era que Milena había arriesgado todo por él.

Durante meses, buscó a sus antiguos socios, se metió en el mismo círculo criminal que lo había traicionado... todo a cambio de una sola cosa: una prueba que lo exonerara. Y la consiguió.

Pero el precio fue alto: entregó un riñón y medio hígado.
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