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Le di a mi novio a su amor ideal... y terminó arrepentido

Le di a mi novio a su amor ideal... y terminó arrepentido

By:  AlegríaCompleted
Language: Spanish
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Tuvimos una relación de diez años. Salvador Ríos, finalmente, aceptó casarse conmigo. Pero el día en que debíamos tomarnos las fotos para la boda, cuando el fotógrafo nos pidió que nos besáramos, Salvador frunció el ceño con desagrado, murmuró que sufría de misofobia y, sin más, me empujó suavemente a un lado y se marchó solo. Yo, con la cara ardiendo de vergüenza, me vi obligada a disculparme con todo el equipo por su actitud. Afuera caía una nevada densa. Era imposible encontrar un taxi. Caminé sola, paso a paso sobre la nieve, con los pies empapados… y el corazón también. Y al llegar al departamento que sería nuestro hogar conyugal, lo encontré besando a Lucía Solís. Abrazándola como si el mundo estuviera a punto de acabarse. —Lucía… solo dime una palabra… y dejo esta boda y todo ahora mismo —susurró él. Diez años de amor ciego… de pronto se convirtieron en una broma cruel. Lloré como nunca. Y luego decidí que sería yo quien escapara primero de esa boda. Tiempo después, se corrió la voz en todo nuestro círculo social: El joven Ríos buscaba desesperadamente a su ex prometida por todo el mundo, solo para rogarle que lo mirara una vez más.

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Chapter 1

Capítulo 1

Tuvimos una relación de diez años. Salvador Ríos, finalmente, aceptó casarse conmigo.

Pero el día en que debíamos tomarnos las fotos para la boda, cuando el fotógrafo nos pidió que nos besáramos, Salvador frunció el ceño con desagrado, murmuró que sufría de misofobia y, sin más, me empujó suavemente a un lado y se marchó solo.

Yo, con la cara ardiendo de vergüenza, me vi obligada a disculparme con todo el equipo por su actitud.

Afuera caía una nevada densa. Era imposible encontrar un taxi. Caminé sola, paso a paso sobre la nieve, con los pies empapados… y el corazón también.

Y al llegar al departamento que sería nuestro hogar conyugal, lo encontré besando a Lucía Solís. Abrazándola como si el mundo estuviera a punto de acabarse.

—Lucía… solo dime una palabra… y dejo esta boda y todo ahora mismo —susurró él.

Diez años de amor ciego… de pronto se convirtieron en una broma cruel.

Lloré como nunca. Y luego decidí que sería yo quien escapara primero de esa boda.

Tiempo después, se corrió la voz en todo nuestro círculo social:

El joven Ríos buscaba desesperadamente a su ex prometida por todo el mundo, solo para rogarle que lo mirara una vez más.

***

Estoy parada afuera de nuestro cuarto, y a través del enorme ventanal puedo ver a Salvador y Lucía besándose con pasión.

Él la abraza fuerte, con urgencia y un dejo de dominio, como si quisiera fundirla en su piel, ni una pizca frío y reservado que conozco habitualmente.

Mi ropa, mis zapatos, hasta mi cabello están empapados por la nevada, el frío se me mete hasta los huesos.

Esa helada sensación recorre mis extremidades y se clava en el estómago, que no para de revolverse.

Los veo caer sobre la cama que escogí con el corazón lleno de dulzura para nuestra boda, y sin pensarlo saco el teléfono para grabarlos… No aguanto, vomito hasta perder el sentido.

Después de tantos años, Salvador nunca me ha besado en la cama.

—Dice que es por su misofobia, le creí.

Pero en realidad tenía a otra en la cabeza, y solo besaba a quien de verdad amaba...

Los dos adentro escuchan el ruido y voltean hacia afuera al mismo tiempo.

Ellos son los que engañan, los que cometen la traición, y aun así en ese instante me escondo sin pensarlo.

Empapada y temblando, solo quiero que Lucía se vaya para regresar a casa. Pero pasan las horas y nadie sale.

Estornudo y arrastro mi cuerpo rígido y congelado hasta llegar a casa.

Dentro de nuestra casa matrimonial hace calor, y Salvador, que nunca se mete en la cocina, está preparando la cena.

Se mueve con soltura, se nota que no es la primera vez.

El extractor ruge, pero el aroma picante de la comida se cuela igual.

Y yo, con mi gastritis, nunca como picante.

—Pequeña golosa, la comida no está lista aún...

Salvador sonríe al escuchar ruido y voltea.

Pero en cuanto me ve, su sonrisa desapareció de inmediato:

—Eres tú. Ya estás empapada, ¿no vas a bañarte ni cambiarte? ¿Para qué andas suelta? ¡Ya ensuciaste toda la casa!

—Perdón—, digo, apretando la chaqueta mojada, pidiendo disculpas como siempre.

Él frunce el ceño molesto, está a punto de decir algo más cuando Lucía aparece.

Tiene los labios hinchados y el rostro colorado. Ni hace falta adivinar lo que pasó… está más que claro.

La miro, y ella, nerviosa, se ajusta la ropa y tartamudea:

—Isabela, No es lo que piensas. Fue un malentendido.

—¿Qué es lo que ella podría malinterpretar?—, dice Salvador sin cambiar la mirada ni un ápice, cerrando el tema de un golpe—. Hay mucha nieve esta noche, el camino está difícil, así que mi cuñada se queda aquí.

Lucía era la novia de mi hermano; aunque no se casaron, él murió. Pero Salvador siempre la toma como familia.

La cena está lista, Salvador invita a Lucía a comer.

Ella parece feliz, y él sonríe con ella, sin notar que yo solo bebo agua.

Cuando terminan, Lucía se va a dormir.

Este es el cuarto de nuestro dos, pero Salvador la manda a la recámara principal y a mí me echa a la de visitas.

—No arreglé la habitación de visitas, mi cuñada no se acostumbra a otro lugar, tú aguanta un rato—.

Pero esta es nuestra recámara de recién casados. Yo ni siquiera he dormido una sola noche ahí, ¿cómo puede dejar que otra mujer ocupe ese lugar?

Quise decir algo, pero las palabras se me atoraron en la garganta.

Salvador se quedó en la recámara principal hasta casi la medianoche, luego volvió a la de visitas.

Yo, con frío y hambre, incómoda y con la imagen de ellos besándose quemándome la mente, no pude dormir.

Cuando abrió la puerta, por dentro quería ignorarlo y lanzarle todas las preguntas:

—Si no me quieres, ¿por qué casarte conmigo?

—¿Cómo puede besar a otra mujer cuando falta tan poco para la boda?

—¿Por qué estando yo aquí puede ser tan descarado con Lucía?

Mil cosas atoradas en mi garganta, y al final solo dije con amargura:

—Salvador, si te arrepientes y no quieres casarte conmigo, dime.

Que cancele la boda, lo aceptaría.

Pero no puedo aceptar que huya del compromiso y me deje como una tonta en la ceremonia.
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