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Capítulo 5

Author: Lumina
No tenía a dónde ir, ni necesitaba un lugar donde quedarme.

En las últimas tres horas, me senté en los escalones de la entrada a tomar el sol.

La luz me bañaba, pero no lograba calentar este cuerpo que se enfriaba poco a poco.

La puerta del jardín crujió. Alcé la vista. Luna estaba allí, con los brazos cruzados, apoyada en el marco, observándome.

—Qué suerte tienes. Ni así te moriste.

Me quedé quieta un momento, luego solté una risa leve. —Pronto. No te impacientes.

Ella iba a decir algo más, pero al oír un ruido, bajó los brazos de inmediato.

Las lágrimas aparecieron al instante.

—Estela, no fue mi intención. ¿No estarás enojada, verdad?

—Acabas de salir del hospital, no debes alterarte. Voy a decirle a la señora que te prepare caldo de pollo...

Antes de que terminara, Ignacio irrumpió con furia, mostrándome su teléfono.

En la pantalla, un mensaje de alguien más:

“Ignacio, tu esposa es genial. Envió un mensaje masivo a tus enemigos diciendo que tu amor es Luna, que la busquen a ella y no a ti.”

“Incluyó fotos y la dirección. Hasta filtraron las cuentas de Luna.”

Ignacio, fuera de sí, me dio una patada en el pecho.

—Debí dejarte morir allí. ¡No valías la pena salvar!

Jadeaba. Al alzar la vista, el sol me cegó.

De pronto, el cañón helado de un arma tocó mi frente.

—No fui yo.

En tres años, parecía haber repetido mucho esa frase.

Luna corrió hacia él, sujetándole el brazo entre lágrimas. —Ignacio, Estela no lo hizo a propósito. Yo le quité al hombre que ama, es normal que me odie. No la lastimes, acaba de salir del hospital...

—No importa si mis cuentas desaparecen. Si me buscan, yo lo soportaré...

Ignacio la abrazó con dolor. Al volverse a mí, sus palabras salieron entre dientes apretados.

—Me arrepiento de haberte elegido. ¡Eres una desleal y una venenosa!

Su teléfono sonó. Era uno de sus hombres.

—¡Ignacio! Varias Familias enemigas están ofreciendo recompensa por la cabeza de Luna. ¿Qué hacemos?

—Llévatela al extranjero. Alguien les dijo que está en la villa. ¡Ya van hacia allá!

La mirada de Ignacio se posó en mí. —Sé muy bien quién fue.

Encendió una transmisión en vivo. Por primera vez en su vida apareció ante una cámara, pero pronto la giró hacia mí.

—Soy Ignacio. A partir de hoy, me lavo las manos. Me retiro de la mafia para siempre.

—Si tienen cuentas pendientes, vengan por ella. Todo lo que hice antes fue bajo sus órdenes. Ya no respondo por ella. Hagan lo que quieran.

Tomé aire y dije: —Llevo tres años siendo la sombra de Luna... ¿y ahora quieres que muera por ti?

Ignacio me agarró de la camisa y me arrastró hasta la calle principal.

Al abandonarme, dejó caer una frase cruel: —Todo esto te lo buscaste tú sola. Que sobrevivas o no, dependerá de tu suerte.

Esa fue la última vez que vi su espalda alejarse. Fría. Definitiva.

Apenas diez minutos después de que desapareciera, enemigos por todos lados se abalanzaron sobre mí.

Descargaron en mi cuerpo todo el odio y la rabia acumulados, sin ningún asomo de piedad.

Cortaron los tendones de mis manos y pies. Quebraron mis piernas. Clavaron incontables cuchilladas en mi pecho.

Vengaban por sus hermanos, por sus seres queridos, y me obligaban a pedir perdón, sujetándome la mandíbula.

Pero yo ya no sentía dolor. Solo miraba fijamente el azul intenso del cielo.

Qué bueno. Antes de morir, podía ver un paisaje tan hermoso.

Igual que el día en que llegué a este mundo.

—Misión fallida. Iniciando eliminación.

—En una hora, toda tu información será borrada. Estela desaparecerá de este mundo por completo.
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