En mi sexto mes de embarazo, mi hermana menor, Clara Soto, sufrió un accidente de tráfico. Debido a la pérdida de sangre, requirió con urgencia un donante compatible. Y, según los exámenes, yo era la única que podía salvarle la vida. Sin embargo, debido a que durante los últimos meses de embarazo había perdido peso, me recomendaron no donar. Aun así, mi familia me obligó. Por lo que, sin fuerzas para oponerme, esperé que mi esposo me ayudara a salir de esa situación. No obstante, se quedó a un lado con los brazos cruzados, diciendo: —Estás bien de salud. Donar sangre no te afectará en nada. Clara tendrá un futuro brillante, no voy a permitir que lo destruyas. Después de la donación, me desmayé. Y, cuando desperté, supe que algo dentro de mí se había roto. Por lo que, sin decir ni una palabra, lo primero que hice fue agendar un aborto.
Lihat lebih banyakComo había logrado clasificar, participé en el concurso de baile y obtuve una medalla de plata. La maestra suspiró con pena:—Si no hubieras estado embarazada, seguro habrías ocupado el primer lugar con un poco más de práctica.En realidad, yo ya estaba satisfecha con el resultado, porque la medalla ya demostraba mi capacidad.Cuando salí del aeropuerto, Luis me regaló un ramo de flores:—Felicidades, tontita. No esperaba que pudieras ganar la medalla.Estaba muy agradecida con él. Si no hubiera revelado que Clara había sobornado a los jueces, no habría tenido la oportunidad de competir en el concurso. Le sonreí:—Soy yo quien debería saldar deudas contigo. Sin tu ayuda, no habría obtenido el lugar para participar.Él también sonrió radiante:—¿Entonces qué vas a hacer para agradecerme? ¡Deberías invitarme a comer!—Claro, ¡incluso puedo encargarme de todas tus comidas de una semana! Me diste tantas comidas cuando yo era pequeña, es la única forma de devolverte el favor.Solo era una br
Descansé poco menos de dos semanas, y, al darme de alta del hospital, lo primero que hice fue contactar a mi maestra de baile para ver si podía participar en la competencia.—Pero ya se definieron los participantes. Alguien ya ocupó tu lugar —me respondió.Suspiré, un poco decepcionada:—Maestra, ¿no hay ninguna forma de cambiarlo?—La última opción es proponer un desafío a los participantes confirmados.Cuando llegué a la sala de ensayo, la maestra estaba entrenando. Me dijo:—Sígueme y veamos cómo están tus habilidades después de esos meses de parón.Después de hacer las prácticas, le pregunté sobre el desafío. Ella me respondió:—Ya presenté tu solicitud. Está programada para dentro de una semana. Aprovecha el tiempo para recuperar tus fuerzas y no me hagas quedar en ridículo.Fue hasta el día del desafío que supe que competiría contra Clara, quien llegó junto con Ricardo. Después de las dos semanas, parecía que el tiempo le había hecho estragos.—¡Sandra!Al verme, se notó de inmedi
Como era de esperar, al ver a nuestros padres aparecer en el pabellón, ella se lanzó a sus abrazos y empezó a llorar desconsoladamente. Papá y mamá no esperaban que yo estuviera hospitalizada allí y se sorprendieron al verme. Varios segundos después, mi padre me reprendió:—Solo perdiste un poco de sangre. Deja de hacerte la enferma. Sal del hospital ahora mismo y ve a prepararle comida a Clara.Parecía que ella no estaba satisfecha con estos insultos que me tiraban. Se acercó a mamá y le murmuró algo al oído, y esta se enfureció al instante:—¡Discúlpate con Clara! ¿Por qué la lastimaste con esas ridículas palabras!No pude evitar reír amargamente al escuchar estas críticas. Fue en ese momento cuando decidí ya no seguir depositando más expectativas en ellos. Me negué a hacerlo:—¿Por qué debería disculparme? Solo le dije la verdad. O sea, ¿Clara no se atreve a admitir lo que hizo? Si sabe que la odio, ¿por qué aparece frente a mí todo el tiempo? Además, Ricardo es mi esposo. Antes de q
Ricardo sacudía la cabeza como un completo desquiciado. Me miraba con una expresión de clara confusión, intentando contradecirme. No obstante, lo callé con las siguientes palabras:—Si el bebé realmente fuera único para ti, no estarías tan desinteresado en él, no me obligarías a donar sangre, y preferirías cuidarnos en vez de prepararle sopas a terceras.Justo cuando terminé de hablar, la puerta se abrió. Clara entró llorando desconsoladamente, tratando de hacerse la inocente.—¡Sabía que me odias! Si tanto te desagrado, ¿por qué me donaste sangre? ¡Deberías dejarme morir, así ya no te causo tantas molestias!Cuando hablaba, prestaba mucha atención a la reacción de Ricardo, quien parecía absorto en sus pensamientos. Antes, cada vez que ella decía aquel discurso falso para fingir ser inocente, él siempre la defendía. Pero ahora, él mismo ya estaba completamente desesperado, inmóvil en el suelo.Asentí con la cabeza para mostrarle que pensaba lo mismo, sin ocultar el odio hacia ella. Desd
—Disculpe, señor. Es nuestro deber proteger la información privada de los pacientes. No puedo responder a sus preguntas.La respuesta de la enfermera no dejó para nada satisfecho a Ricardo. Insistía en saber la verdad. Estaba tan nervioso que el sudor ya le empapaba la frente.—¡Soy el esposo de la embarazada! ¡Tengo derecho a estar informado! —le gritó a la enfermera, fuera de sí.—Si realmente es su esposo, ¡debería estar al tanto de su situación! ¿Por qué me lo pregunta a mí?Al ver que no obtendría respuesta, Ricardo se puso cada vez más nervioso. Golpeó la puerta del quirófano violentamente mientras gritaba en pánico:—¡Abran la puerta! ¡Ábranla, por favor!Sin darse cuenta, sus ojos ya estaban llenos de lágrimas. Mi figura tendida en la cama ocupaba toda su mente. Pero la cirugía ya estaba en marcha y nada de lo que hiciera detendría el proceso.Tendida sobre la mesa de cirugía, en los últimos momentos de consciencia, aún pude escuchar sus gritos furiosos, y no pude evitar
Suspiré hondo y levanté la cabeza para que mis lágrimas no se derramaran de mis ojos, mirándolo fijamente.—Estoy embarazada y acabo de donarle mucha sangre, ¿no lo recuerdas? ¿Y ahora también quieres que yo le prepare comida?La adulación en su cara desapareció y comenzó a quejarse con impaciencia:—¿Con qué derecho guardas rencores? ¿De verdad te niegas a prepararle comida a tu propia hermanita? ¡Solo le donaste 400 mililitros de sangre! Si no hubiera sido por el límite que puso el médico, ¡habría pedido que te sacaran un poco más!Lo miré con incredulidad, sin poder asimilar del todo lo que estaba escuchando, y las lágrimas por fin brotaron de mis ojos sin control.—Entonces… ¿en tu corazón, soy solo una fuente de sangre para salvar a Clara? Si es así, ¿¡por qué te casaste conmigo!?Parecía que él no esperaba mi reacción, porque se puso nervioso al instante. Sin embargo, antes de que pudiera responder a mi pregunta, su celular sonó con una llamada de Clara, cuya voz resonó déb
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