Todos se quedaron congelados en el salón.Nadie se esperaba que Elías Carranza, el joven heredero tan reservado, apareciera así, sin previo aviso… casado.Y mucho menos con una mujer tan discreta como Lucía Rivas.A Iván Herrera se le borró la sonrisa de la cara.—Elías, no bromees con eso…—Iván —lo interrumpí con firmeza—. Estamos divorciados.—Yo no creo que lo nuestro haya sido un simple juego.Cada herida fue real.—Ya no hay nada entre nosotros. ¿Lo entiendes?—Déjame en paz. Eres insoportable.Elías me rodeó con el brazo y me llevó hacia una habitación reservada para los invitados.—Disculpen —dijo—. Mi esposa no se siente bien. Me la llevo un momento.No esperó respuestas.Ya dentro, mis manos seguían temblando.Lo miré desde el sofá, mientras él me preparaba un vaso de agua.—¿Fui muy impulsiva?—Estabas hablando con gente importante y yo… irrumpí como una niña malcriada…Elías me acercó el vaso, me ayudó a beber, y tomó mis manos.—No. Estoy feliz.—Feliz porque por fin vinis
Iván volvió a usarme como excusa para deshacerse de Natalia.Y ahora… ya tenía la vista puesta en otra chica.Asqueroso.Entré del brazo de Elías, sintiendo su mano firme, su presencia segura.Pero detrás… sentía esa mirada pegajosa.Esa que se clava en la nuca. Esa que por más que caminas, no te suelta.Hasta que finalmente, esa mirada me alcanzó y levantó una copa frente a mí.—¿Tú me pareces conocida?—¿No eres mi esposa fugitiva?No tenía el más mínimo interés en hablar con él.Me daban náuseas.Intenté marcharme, pero Iván me agarró de la muñeca.—¿A dónde vas? ¿No fuiste tú la que quiso venir? ¿Ahora te haces la difícil?Lo miré con frialdad:—No entiendo de qué hablas, Iván.—Uy, qué carácter. ¿Pero no viniste tú solita? ¿Ahora te haces la dura?Sacó el celular y me mostró una conversación.—Mira… ¿esta no eres tú?Hace días que no contestaba mensajes. Entre el trabajo, los estudios y cuidar al gato, apenas si revisaba el teléfono.Ni recordaba que esta cena… era la misma para l
Después de lo que pasó, Elías no perdió el tiempo.Movió algunos hilos con esa calma suya y, sin levantar la voz, logró que la familia Suárez entera se viniera abajo.Esteban Suárez nunca más volvería a salir de prisión.Nunca.Desde entonces, Elías no me dejaba sola ni un segundo.A donde fuera, me llevaba con él, casi de forma obsesiva.Hubo un momento en que hasta en casa… quería que lo acompañara al baño.Lo miré divertida.—Hay cosas que no se hacen entre hombre y mujer…Me tomó la mano y la puso sobre su pecho firme, la voz algo ronca.—Pero esto sí se puede.—…Saqué la mano rápidamente y le cerré la puerta en la cara.Corrí a la cocina y me puse agua fría en las mejillas.¡Últimamente Elías estaba cada vez más descarado!Y yo… todavía no estaba lista para eso.Mientras él se arreglaba, tomé el celular y abrí mi vieja cuenta de Whatsapp.No la revisaba desde hacía semanas.Las notificaciones explotaron: +99 mensajes, todos de conocidos de Iván.Algunos querían saber dónde estaba
Cuando me tomó del brazo, Elías apenas se había alejado por un minuto.Me asusté tanto que me puse a forcejear con fuerza.—¡Suéltame!—¡Nada de eso! Ahora vales oro, tengo que llamar a Iván y cobrar mi recompensa.Dicho eso, me arrastró hasta un salón privado y cerró la puerta con llave.Sacó su teléfono y marcó.—¡Oye, Iván! ¡Tengo a Lucía Rivas!—Sí, sí, la verdadera. ¡Te lo juro por nuestra amistad!—Habla con ella, anda.Me metió el teléfono en las manos como si fuera un trofeo, mientras caminaba de un lado a otro, excitado.En la pantalla apareció el rostro ampliado de Iván.Me asusté tanto que tiré el móvil al suelo. Me costaba respirar.—¡Lucía Rivas! ¡Recoge ese teléfono!—¡No contestas! ¡No vuelves a casa! ¿Dónde estás?—¡Contéstame!Temblando, abrí la boca:—Iván Herrera…—Ya estamos divorciados. ¿No podemos dejarlo así, simplemente… separarnos?Iván se quedó en silencio unos segundos, luego gritó:—¿¡Qué dijiste!?—¿¡Cuándo dije que el divorcio era real!?—¡Te dije que lo c
No fue sino hasta que llevaba un buen rato en el auto que volví a sentir que podía respirar con claridad.Elías había estado a mi lado en silencio todo ese tiempo.Levanté la vista con cuidado y noté que tenía la mejilla izquierda un poco hinchada.Me froté la nariz con culpa.—¿Estás bien?El que hasta entonces miraba hacia la ventana, se giró de pronto hacia mí con cara de cachorro herido.—No… me duele.—La cara me duele.Cierto… fue mi golpe.Con el rabillo del ojo noté que el chofer, al vernos, abrió los ojos como platos y enseguida volvió la vista al frente con expresión de yo no vi nada.Seguro que tenía mucho que comentar por dentro.Elías, molesto, usó la mano para girarme completamente hacia él.—No mires al frente.—Está bien…Nos quedamos viendo unos segundos.Al final, fui yo quien rompió el silencio:—Perdón…—No sé qué me pasó. Simplemente… exploté.Elías bajó la mirada, con ternura.Me acarició la cabeza.—En realidad fue mi culpa.—Recordé que en la preparatoria te enc
Desde aquel día, Elías Carranza se volvió mucho más atento.En la secundaria, jamás me había dado cuenta de que podía hablar tanto. Todos los días me preguntaba qué hacía, qué comía, y me mandaba emojis tristes con frases como:«Te extraño muchísimo.»Con él presente, la soledad parecía mucho más llevadera.Tres días después, Iván me envió una foto.Aparentemente, estaba comiendo con sus padres.«Amor, ya van dos días y no me has llamado.»«¿Qué tal en tu nueva casa? ¿Verdad que sin mi abrazo no puedes dormir bien?»Si no me equivocaba, el brazo pálido que salía en la esquina de la foto era de Natalia, por lo que fui directa:«Parece que te llevas muy bien con Natalia.»Él respondió de inmediato:«Ella insistió en venir, no tuve opción.»«Y bueno, mis papás la adoran. Sabe cómo ganárselos. Un día de estos debería enseñarte.»Él sabía que yo era huérfana, por lo que también sabía que nunca tuve a nadie que me enseñara cómo tratar con los mayores.Intentó enmendarlo con un