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La Esposa que Renació sin Él: De Invisible a Inalcanzable
La Esposa que Renació sin Él: De Invisible a Inalcanzable
Author: Joana

Capítulo 1

Author: Joana
Durante su tercer año de matrimonio, cuando falleció el hermano mayor de Gabriel, Keyla le solicitó el divorcio.

Gabriel arrugó la frente con una expresión de incomprensión.

—¿Solo porque me interpuse para proteger a Mari de esa cachetada?

Mari... una forma tan cariñosa de dirigirse a ella. Sin embargo, María era su cuñada. Ella curvó los labios en una sonrisa sarcástica.

—Correcto, solo por eso.

Aquello que aniquila un matrimonio, jamás podría ser algo trivial. La huella rojiza que quedó de aquella cachetada, en el hospital, resaltaba en la cara de Gabriel.

En ese instante, la manera en que defendió a María causó asombro entre todos los miembros de la familia Torres. Únicamente Keyla no demostró la más mínima sorpresa.

Tres días atrás, había sido su aniversario de bodas con Gabriel. Ella había organizado una sorpresa y tomó un avión hacia la ciudad, donde él se encontraba en un viaje de trabajo, pero acabó siendo testigo de una conversación entre él y dos de sus amigos.

—Gabriel, no pretendo juzgarte, pero esta costumbre de huir cada año durante tu aniversario de bodas no es correcta. Así traicionas los sentimientos de Keyla.

El hombre, habitualmente sereno, reveló cierta tristeza en su mirada.

—¿Piensas que quiero eso? Si no actuara de esta forma... ella no podría creer que, durante todos estos años, jamás he tenido contacto íntimo con Keyla.

—¿Ella...?

El amigo que abogaba por la esposa de él comprendió la situación y se llenó de indignación, expresándose con sarcasmo.

—¿Hablas de María? Estás completamente perturbado. Ella va por su segundo embarazo y tú continúas sin poder olvidarla.

Cambiando su tono, prosiguió:

—Además, maltratando de esta manera a Keyla, ¿no temes que Miguel te cause problemas?

—Eso no sucederá.

Gabriel se masajeó los dedos.

—Cuando contrajo matrimonio conmigo, ella y él tuvieron un enfrentamiento severo. Ha mantenido bloqueado su contacto durante tres años.

Keyla, quien se encontraba en el exterior del salón privado, se retiró con pasos firmes, aunque las puntas de sus dedos temblaban de forma casi imperceptible. No ignoraba que Gabriel tenía un amor del pasado.

Había consultado con algunas personas, pero ninguna le había revelado la identidad de esa persona especial. También había contemplado varias posibilidades, excepto una sola: María. La misma a quien había llamado afectuosamente “cuñis” durante tres años. ¡Era tan vergonzoso!

Cuando Keyla abandonó el lugar, una lluvia intensa se desplomaba del cielo. Como si fuera ajena a la situación, permitió que la tormenta la empapara. Esa noche, tomó un vuelo con destino a Santa Lucía del Mar.

Al llegar a su hogar, su salud se deterioró. Tuvo fiebre durante dos días seguidos y apenas comenzaba a sentirse mejor cuando el hermano de Gabriel, Alejandro, sufrió un accidente. Una semana más tarde, las exequias de él tuvieron lugar en la misma ciudad.

Durante esos días, apenas logró descansar dos o tres horas por noche en la residencia familiar. Una vez concluido el funeral, al abandonar el cementerio, Keyla sentía que su cuerpo avanzaba, pero su espíritu permanecía flotando.

El chofer esperaba con el auto en la entrada principal. Ella ingresó al vehículo y cerró los ojos.

—Diego, vamos a casa.

—¿No iremos a la casa familiar?

—No es necesario.

Las ceremonias fúnebres habían concluido, pero los Torres aún tenían conflictos por resolver. Alejandro era el primogénito, siendo el centro de atención desde su infancia.

Su muerte había ocurrido debido a que María lo había convencido de practicar paracaidismo. El equipo falló y murió en la caída. Cuando fue trasladado al hospital, ya no era con propósitos de salvamento, sino para realizar la sutura del cadáver.

La ira de los Torres hacia María no había llegado a su fin. Keyla no deseaba continuar presenciando cómo su esposo la protegía. Tenía sus propias responsabilidades. No obstante, cuando el auto se puso en marcha, alguien abrió la puerta trasera.

Gabriel lucía un traje negro a medida, su silueta elegante y su cara distinguida mostraban una expresión inusualmente turbada.

—¿Vas a para la casa?

—Así es.

Tan pronto como respondió, al mirarlo de reojo, vio a María junto a él, acompañada de un niño pequeño.

Se trataba de Andrés, el hijo de María y Alejandro, de cuatro años, de aspecto gordito y encantador. Keyla no comprendía sus intenciones hasta que vio al niño subir al auto, diciendo sin cortesía:

—¡Tía, llévanos a mamá y a mí a casa!

Ella contrajo las cejas y alzó la vista para ver la expresión de Gabriel. Él comprimió sutilmente los labios y dijo:

—Mis papás aún están disgustados. Permite que Mari y Andy se queden en nuestro hogar por un tiempo.

Como si temiera su desaprobación, agregó:

—¿No querías tener hijos algún día? Esta podría ser una excelente oportunidad de prepararte cuidando a Andy.

Keyla estuvo a punto de soltar una carcajada. Pero pensó que reír en un cementerio sería inadecuado. María y su hijo fueron a su casa, mientras Gabriel iba a la casa familiar para confrontar la ira de todos. “Qué actitud tan responsable de su parte”.

Al llegar a casa, él había llamado previamente, porque la empleada doméstica, Carmen, ya había acondicionado la habitación de huéspedes.

Keyla se sintió complacida de evitarse preocupaciones. Después de asearse, se acostó sobre la cama y durmió profundamente. Cuando despertó, eran las nueve de la noche.

Apenas tomó su celular, recibió una llamada de su mejor amiga.

—Redacte el documento de divorcio como me lo pediste. ¿Te lo envío para que lo revises?

—Te lo agradezco.

Ella acababa de despertar y su voz se escuchaba con suavidad.

—Es importante que me lo envíes; mejor solicita un servicio de mensajería express.

—¿Tanta urgencia? ¿Y pensaste sobre esto?

Lucía Rossi había llevado varios casos y temía que fuera una decisión impulsiva del momento.

—Gabriel quizás no sea un compañero ideal, pero desde cierta perspectiva...

Keyla encendió la luz y se levantó, con los pensamientos volviéndose más nítidos.

—Ya he tomado la decisión, Lucía. Él se masturba viendo fotos de otra mujer.

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