Capítulo 1

Historia desde el punto de vista de Aria

Yo firmé mi nombre en el acuerdo de la banda rival, aceptando ser entregada a ellos como rehén en cinco días, hasta que mi familia pagara la deuda que les debía.

En cinco días, me convertiría en prisionera y no tenía idea de lo que me esperaba. ¿Me matarían? O, peor aún, ¿me humillarían?

Después de firmar el contrato, fui a buscar a mi padre y a mi madre, los cuales estaban sentados en el salón, discutiendo a dónde irían en las vacaciones, mientras que Emily, la hija adoptiva de nuestra familia, estaba sentada junto a ellos.

No parecían afectados en absoluto por la amenaza de los rivales. ¿Y por qué iba a ser así? Ya habían encontrado su solución: yo, a pesar de que fue Emily la que causó ese lío, pues ella se ofreció voluntaria para supervisar el transporte de drogas, pero de alguna manera fue emboscada por otra banda.

Emily resultó herida, ya que se rompió una pierna, y todo el cargamento fue robado.

Pronto, los Ricci exigieron que les devolviéramos el dinero, pero mi papá ya lo había gastado comprando otro club y una casa.

Así que, los Ricci ofrecieron otra solución: entregar a un Moretti como rehén hasta que se pagara la deuda. Normalmente, la persona que causó el problema se haría cargo de las consecuencias, pero mis padres, como de costumbre, se ablandaron en el momento en que vieron la pierna de Emily enyesada.

Por eso, decidieron que yo era la mejor opción para ser entregada, y Damian, mi prometido, estuvo de acuerdo.

—Emily ya se ha lastimado por la familia. Si la enviamos, sería como una sentencia de muerte, pero tú eres diferente, Aria. Ahora eres perfectamente capaz de cuidarte a ti misma. Además, no te harán daño, ya que aún confían en ti para lo del dinero.

¿No me harían daño? Casi me reí cuando lo dijeron.

¿En verdad mi prometido y mi familia eran tan ingenuos, o simplemente estaban demasiado ciegos para ver la verdad?

Por supuesto que no me matarían, pero, ¿quién podía garantizar que no me humillarían, me torturarían o me degradarían?

¿Simplemente porque Emily se había lastimado la pierna tan convenientemente, yo era la que tenía que pagar el precio? Como si su lesión no fuera dudosa.

Sin embargo, firmé mi nombre, porque a lo largo de los años, me había dado cuenta de cómo era mi familia en realidad. Mis padres estaban tan cegados por la fragilidad tan bien esculpida de Emily que no podían ver nada más.

Así que me alejaría de todo lo que me habían dado, de cada pedazo que había juntado con su generosidad tan reacia, y me convertiría en la rehén que necesitaban que fuera.

Mientras tanto, investigaría lo que realmente pasó con ese cargamento. Si Emily no era la víctima inocente que pretendía ser, entonces me aseguraría de que la evidencia llegara a las manos de mis padres, ese sería mi último regalo. Me preguntaba cómo se sentirían cuando se dieran cuenta de que Emily no era tan inocente como creían.

Al verme entrar en la habitación, la expresión en la cara de mi padre se tornó sombría, mientras decía: —No intentes convencernos de entregarles a Emily, ella ya se ha lastimado y ahora necesita el apoyo de la familia.

Mi madre dudó un momento, pero aun así se puso de parte de mi papá y dijo: —Aria, por favor, esta vez haz esto por nosotros, Emily ya ha contribuido con su parte.

Emily comenzó a llorar, a la vez que hablaba: —Hermana, fue mi culpa. Si no fuera por mí, tú y papá no estarían discutiendo, y tú no tendrías que ir...

Mi madre la consoló: —Emily, querida, no te recrimines a ti misma. Has llevado esa culpa desde ese día, incluso insististe en dejar el hospital solo para estar con nosotros. Ya has hecho más que suficiente.

Emily seguía llorando, pero en un breve instante, juraría que vi una mueca de satisfacción en su rostro, como si estuviera presumiéndome y disfrutando de su éxito. Aunque hubiera arruinado un trato de mil millones de dólares para nuestra familia, ella seguía siendo la joya preciosa de mis padres.

Antes, yo hubiera discutido, habría dicho que mi papá era parcial, que debía castigar a quien cometiera el error, sin importar nada, pero en ese momento, no veía razón para seguir discutiendo.

—En realidad, es por eso que vine a buscarte —intervine, rompiendo la tensión —. He firmado el acuerdo y he decidido ir yo en su lugar.

Los ojos de mi mamá se abrieron de par en par, tenía una expresión de incredulidad en su rostro, a la vez que indagaba: —Aria, ¿estás segura?

—Sí —respondí.

Mi padre asintió lentamente, mostrando su aprobación, mientras Emily, atónita, se quedó sentada, claramente sorprendida por la facilidad con la que había aceptado.

—Y también —añadí, mirándolos a los ojos —, he decidido regalarle el Gran Casino a Emily.

Mi padre había querido que se lo diera desde hacía mucho tiempo, incluso, una vez me dijo: —Aria, Emily es nuestra hija adoptiva, pero no queremos que se sienta inferior a ti. Te daré el resto de las propiedades Moretti cuando llegue el momento, pero hasta entonces, ¿podrías darle el casino a Emily? Ha estado excluida de los negocios familiares durante mucho tiempo.

¿Excluida? Ella había sido excluida porque no podía manejar nada, y era imposible olvidar que Emily nunca fue buena con el dinero. No importaba cuánto le diéramos mi papá o yo, pues lo gastaba en días. ¿Qué tipo de negocio podría prosperar en sus manos?

Pero esa vez era diferente, pues ya había tomado mi decisión y una vez que me fuera, no volvería. Incluso si se pagaba la deuda, me iría. Así que no tenía sentido seguir reteniendo el casino de Emily. Dejaría que mi papá viera por sí mismo lo que ella era realmente capaz de hacer, pero, honestamente me preguntaba si quedaría algún casino cuando ella terminara, o si sería solo otra propiedad vendida para cubrir las pérdidas.

—¿De verdad? —Emily se levantó bruscamente del sofá, con los ojos abiertos por la emoción. Luego, dándose cuenta de que su reacción había sido demasiado apresurada, se sentó rápidamente de nuevo y comentó: —No, hermana, no puedes darme el casino, no lo merezco...

—Tonterías —interrumpió papá, con voz firme —, tú te lo mereces todo. Tú también eres una Moretti.

Luego, saqué dos contratos de mi bolso: uno para el acuerdo de rehenes y el otro para la transferencia del casino. Ya los había firmado ambos.

—Emily —dije, empujando el contrato del casino por encima de la mesa —, firma esto y el casino será tuyo.

Emily firmó sin dudarlo, mientras los rostros de mi padres se iluminaron de orgullo.

Yo también sonreí, y por primera vez, me sentí aliviada, pues ya no tenía que cargar con el peso de mantener unida a esa familia. Lo que fuera que le pasara al casino a partir de ese día, nunca volvería a ser mi problema.