MasukCon la epidemia se vio afectado mi sueldo, y para ganar más dinero con el que mantener a mi familia, volví a mi profesión anterior de masajista ciego a tiempo parcial. Sin embargo, lo que no me esperaba fue que había un servicio especial oculto en la última planta de ese salón de masajes. La primera clienta que atendí allí fue Cecilia Lagos, la bella presidenta de mi empresa, y quería que le diera un masaje especial...
Lihat lebih banyak—¡Alto!Sin decir una palabra, simplemente me inmovilizaron contra el suelo.Mi mente se quedó en blanco.Hasta que me llevaron a comisaría no volví en sí.¡Cecilia me había tendido una trampa!—¡Oficial! ¡Fui acusado injustamente! ¡Yo no maté a Víctor!El policía dijo escuetamente: —Ayer por la tarde, Víctor te dio una paliza con un grupo de hombres.—Yo...—Víctor tenía la garganta cortada, se desangró por completo, tus huellas estaban en el arma homicida y tu cuerpo estaba cubierto de la sangre de Víctor. Además, las cámaras de vigilancia en la casa de Víctor fue destruida. Así que, tenemos buenas razones para sospechar que lo mataste por venganza.Mi cara se puso pálida por cada palabra que decía.—¡No! ¡Yo no fui! ¡Fue Cecilia la que me dijo que fuera a su casa! Ella fue la que me drogó, ¡ella fue la que mató a Víctor! —grité, pero el policía se limitó a mirarme con indiferencia.Empezó a hacerme preguntas y se las contesté todas.—Agente López, algo no cuadra, no hay casi huellas
Giré la cabeza y vi a Cecilia.Estaba al lado de la cama del hospital, pelando una manzana.—Sra. Lagos.Me incorporé a toda prisa.Cecilia me detuvo: —Túmbate y descansa.—Sra. Lagos, ¿usted me trajo al hospital? —le pregunté.Cecilia asintió: —Te vi desmayado en el suelo cuando salí del trabajo.—Gracias, Sra. Lagos. —La miré agradecido.Cecilia hizo un gesto con la mano y me miró profundamente.—Ro... argh..Estaba a punto de hablar cuando le entró náuseas, se tapó la boca y se desplomó sobre la papelera.—Sra. Lagos, ¿está bien?Estaba un poco preocupado.Cecilia se limpió la boca tras un momento de vómito y me miró.Me estaba incomodando un poco por la forma en que me miraba.—Roberto, estoy embarazada —habló de repente.Me quedé paralizado y la miré extrañado.Toda la empresa sabía de su embarazo después de todo el jaleo que había montado Víctor.Cecilia guardó silencio un momento, mordiéndose el labio inferior: —De tu hijo.—Claro. —Asentí, luego levanté la cabeza y miré a Cecil
—¡Víctor Olivera! ¡Ya has montado bastante escándalo! —Cecilia salió con una mueca irónica. Paseó sus fríos ojos por la sala y nadie se atrevió a mirarla, volviendo a sus puestos de trabajo.Me pareció ver que sus ojos se detuvieron un instante en mi cara...Sacudiendo la cabeza, me apresuré a volver también a mi puesto de trabajo.Cecilia arrastró al anciano de vuelta al despacho y cerró la puerta.No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de maldiciones y objetos pesados cayendo viniera de la oficina.—¡Víctor! ¡En todo el tiempo que hemos estado casados, me he sentido como una viuda! ¡¿Qué quieres más de mí?! Cecilia salió corriendo de la oficina con un moratón en la cara.—¡Te mataré, hija de puta!Con una mirada feroz, Víctor persiguió a Cecilia con un palo en la mano.Me quedé de piedra, ¿qué pasaría si le diera el palo?Al ver a Cecilia correr hacia mí, mi rostro cambió por un momento antes de que finalmente me pusiera de pie y detuviera a Víctor.—¡Aléjate! —Víctor me miró c
Agaché la cabeza, sin atreverme a mirarle a los ojos.No hizo falta pensar mucho para suponer que su mirada indicaba querer devorarme.Estuve en silencio todo el tiempo durante la entrega de premio y no dije ni una palabra.Cuando terminaron la entrega de premios, salí corriendo del escenario lo más rápido que pude.Por la noche, cuando fui al salón de masajes, me encontré con el jefe nada más entrar.—Roberto, ven conmigo.El rostro del jefe era frío.Pensé que algo había pasado y le pregunté: —¿Adónde, señor?Con eso, avancé tocando las paredes.El jefe resopló y me lanzó una mirada, luego dijo: —Vamos, deja de fingir, yo lo sé todo, ¡tú no eres ciego!Mi cuerpo se estremeció.Efectivamente, ¡no podía evitar este momento!Lo sabía, debía ser Cecilia quien se lo reveló, pues me vio hoy y se molestó.Bajé la mano y miré a mi jefe, esperando a que hablara.—Sígueme.Me llevó directamente a su despacho.El jefe se sentó en su silla, me evaluó y me dijo: —Roberto, lo finges muy bien, he v






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