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El masajista ciego

El masajista ciego

By:  Blanca EstelarCompleted
Language: Spanish
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Con la epidemia se vio afectado mi sueldo, y para ganar más dinero con el que mantener a mi familia, volví a mi profesión anterior de masajista ciego a tiempo parcial. Sin embargo, lo que no me esperaba fue que había un servicio especial oculto en la última planta de ese salón de masajes. La primera clienta que atendí allí fue Cecilia Lagos, la bella presidenta de mi empresa, y quería que le diera un masaje especial...

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Chapter 1

Capítulo 1

Me llamo Roberto Mena y soy vendedor.

En los últimos años, por la epidemia, el negocio iba fatal en donde trabajaba, ya era gracias a Dios de que no me habían despedido, y en cuanto a la comisión, ni un céntimo me llevaba.

No tuve más remedio que buscar un trabajo a tiempo parcial de masajista en las horas después del trabajo, así podría ganar más dinero para mantener a mi mujer y mi hijo. ¿Por qué masajista? Porque había trabajaba de ello antes y se me daba bien.

No tenía título universitario, ya que cuando acabé el bachillerato, fui directamente a una escuela técnica donde enseñaban a masajear con trucos de presión.

No obstante, menospreciaba ese tipo de trabajo y, en cuanto me licencié, me busqué un trabajo de vendedor.

No me plantearía retomar ese trabajo si no fuera porque me urgía ganar dinero.

Mientras buscaba puestos vacantes, me dejé llevar por una idea al enterarme de que los masajistas ciegos ganaban un poco más de dinero.

Me compré unas gafas de sol, fingí ser invidente y fui a hacer una entrevista en un salón de masajes de ciegos.

Como era muy bueno dando masajes, conseguí este trabajo sin problemas.

Así que trabajaba de vendedor durante el día y fingía ser masajista ciego por la noche.

Pensaba que eso sería toda mi vida, pues el dinero que ganaba como masajista bastaría para mantener a mi familia.

Pero cuando llevaba medio mes trabajando como masajista, mi jefe se me acercó de repente.

—Roberto, llevas medio mes trabajando aquí, ¿verdad? —dijo el jefe mientras me tocaba el hombro.

Asentí, un poco nervioso, y respondí: —Sí, señor, ¿hay algo que pueda mejorar?

El jefe hizo un gesto con la mano: —No, estás haciendo un gran trabajo, todos los clientes a los que has atendido dicen que eres bueno.

Me sentí aliviado.

Y continuó: —Roberto, quiero darte una oportunidad, ¿te gustaría ganar algo más de dinero?

Me pilló por sorpresa, pero luego asentí con la cabeza afanosamente: —¡Claro!

El jefe asintió satisfecho.

Me emocioné un poco, pero al momento siguiente vi sus ojos clavados en mí y, de repente, intentó acercar dos dedos hacia mis ojos.

Mi cuerpo se estremeció e inconscientemente quise esquivar.

Pero me contuve, era ciego, ¡no veía nada!

Si me movía, ¿no se revelará mi mentira?

Los dos dedos del jefe se detuvieron ante mis ojos y no moví ni un músculo.

Asintiendo la cabeza, me tomó de la mano y me indicó: —Roberto, en realidad tenemos un servicio secreto que está en el último piso.

—¿De qué se trata? —le pregunté.

Dijo significativamente: —Tú vales para esto, debes saber que hay algunos puntos de acupuntura en el cuerpo humano que, cuando se presionan, harán que una persona se excite y llegue al orgasmo, ¿verdad?

Asentí, todo esto lo había aprendido en la escuela técnica.

Y en el medio mes que llevaba aquí en el salón de masajes, había conocido a algunas personas sensibles que no pudieron soportarlo después de solo un par de presiones.

—Los que pueden venir a nuestro ático son todos VIPs, así que debes poner mucha atención y tener cuidado de no ofenderlas.

—Mientras les des placer, dinero no te va a faltar, y cualquier propina que te den es probablemente más que tu sueldo.

Se me pusieron los ojos grandes bajo las gafas de sol mientras escuchaba.

¿Tanto se ganaba?

Tragué saliva y rápidamente me di una palmada en el pecho: —¡Señor, no se preocupe, haré un buen trabajo!

—De acuerdo, entonces, puedes ir al ático mañana, confío en ti. —Me dio una palmada en la espalda y se fue.

Cuando se fue, apreté los puños con fuerza con cara de emoción.

Al día siguiente, después del trabajo, corrí al salón de masajes.

Me llevaron a la planta superior y me metieron en una habitación.

Observé la decoración de la habitación y parpadeé disimuladamente.

La habitación estaba lujosamente decorada y, a primera vista, no era algo que la gente corriente pudiera permitirse consumir.

—Roberto, prepárate, tu clienta llegará pronto.

El responsable vino y me informó.

Contesté y me quedé en la puerta, esperando con la cabeza gacha.

La puerta no tardó en abrirse.

Vi un par de piernas largas con tacones altos y medias negras.

—Bienvenida, estimada clienta, soy el masajeador 888, hoy estaré a su servicio —dije respetuosamente con la cabeza aún inclinada.

—¿Eres nuevo aquí? —preguntó mientras se ponía delante de mí.

Asentí: —Sí, señora.

—Levanta la cabeza —ella dijo.

Inmediatamente levanté la cabeza.

A través de mis gafas de sol, me encontré con sus ojos.

Ante esta mirada, todo mi cuerpo se quedó boquiabierto.

¿Cecilia Lagos? ¡¿Cómo podía ser ella?!

Era la bella directora general de mi empresa.

En la empresa, casi todos mis compañeros habían sentido algo por ella, y yo no era una excepción.

Yo también era un hombre normal, aunque estaba casado, era inevitable sentir algo por una gran belleza como Cecilia.

Pero nunca habría imaginado que me encontraría con ella aquí.

—Quítate las gafas de sol, no me gusta que me hablen con las gafas puestas. —La voz de Cecilia era un poco fría.

Me estremecí por dentro, pero seguí su orden.

Mis ojos estaban apagados y desenfocados, mirando fijamente hacia delante.

Para entrar en este salón de masajes, dediqué mucho esfuerzo a aprender a fingir ser ciego.

Cecilia me miró seriamente a los ojos.

No me atreví a parpadear hasta que me dolieron los ojos y ella retiró la mirada.

Respiré aliviado, por suerte yo no era más que un marginado en la empresa, en cambio, ella era una alta y poderosa directora general, definitivamente no me reconocería.

—Tienes un buen aspecto, venga, voy a probar lo que sabes hacer —dijo Cecilia y se desnudó delante de mí.

Se me secó la garganta al ver cómo su ropa se quitaba una a una.

Finalmente, se desnudó del todo y se tumbó en la cama de masajes.

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