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Traición en Navidad: Somníferos y Secretos

Traición en Navidad: Somníferos y Secretos

By:  Laura LópezCompleted
Language: Spanish
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Con tal de salir con su asistente en Navidad, mi esposo puso somníferos en la leche en polvo de nuestra hija. Cuando, angustiada, llevé como pude al hospital con fiebre alta, me sorprendió ver cómo mi esposo subía las escaleras con su asistente en brazos. —¡Yolanda se torció el pie, la estoy acompañando a que la revisen! Mientras nuestra hija era atendida en el quirófano, él no mostró el más mínimo interés. Yo apretaba con fuerza el billete de lotería de un millón de dólares en el bolsillo. Era hora de abandonar ese matrimonio de siete años.

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Chapter 1

Capítulo 1

Después de entregar el trabajo, llamé a Iván.

—¡Amor, no olvides regresar a casa para Navidad! ¡Tengo una buena noticia!

Pero al otro lado, escuché su voz apurada:

—¡Natalia, ha surgido un problema urgente con el proyecto, debo irme a la empresa! ¡Camila se quedó dormida tras beber su leche! No te preocupes.

Esas dos frases me llenaron de gran ansiedad. Camila solo tenía un año y no me sentía tranquila dejándola sola en la casa.

Intenté contactarlo de nuevo, pero él ya no respondió.

Había gran cantidad de gente saliendo por Navidad. Estaba atrapada en el tráfico, ansiosa, rezando para que Camila estuviera bien.

Cuando llegué a casa, todo estaba muy silencioso. Con el corazón en un puño, fui corriendo hacia la cuna, en donde vi que Camila dormía profundamente. Y no tardé en notar que su frente estaba muy caliente. ¡Tenía fiebre muy alta!

Sin perder tiempo, la llevé al hospital y llamé a mi esposo.

—Iván, ¡Camila tiene fiebre! ¡Ven cuanto antes al hospital municipal!

—¿Cómo es posible que tenga fiebre? —preguntó, su voz tensándose por un momento.

—¡Es tu culpa! Te pedí varias veces que buscaras una niñera, ¿por qué no me escuchas?

—¡Estoy en una reunión, hablamos luego!

Apreté los dientes y agarré el volante con fuerza.

En el pasado habíamos contratado una niñera para Camila, pero la pellizcaba mientras nosotros trabajábamos. Fue grabado por las cámaras de seguridad, y la despedimos de inmediato.

Después de eso, me volví más estricta al seleccionar quien podría cuidar a mi hija, y no pude encontrar una adecuada en poco tiempo.

Jamás imaginé que Iván usaría esto en mi contra.

Pero no tenía tiempo para enojarme con él. Me pasé tres semáforos en rojo para llegar al hospital municipal cuanto antes, tras lo cual, con Camila en brazos, corrí hacia la sala de emergencias.

Pensé que solo era una fiebre por resfriado, pero después de unos exámenes, el doctor me dijo que Camila había ingerido somníferos y que necesitaba un lavado de estómago de inmediato.

Fue un golpe inesperado para mí, porque toda la comida de Camila la habíamos preparado personalmente, tanto Iván como yo. ¿Cómo podría haber ingerido somníferos?

Vi cómo llevaban a Camila al quirófano, con su carita roja por la fiebre, mientras deseaba poder ser yo quien sufriera en su lugar.

En medio del caos, intenté llamar a Iván otra vez, pero él seguía sin responderme.

***

Afortunadamente, una hora después, la cirugía terminó con éxito, y Camila fue trasladada a una habitación común para su observación.

Justo cuando iba a cuidarla, el médico encargado me llamó con seriedad.

—Señora Pérez, espere un momento. —Hizo una pausa, mientras me miraba, dudando por un momento, antes de preguntar—: ¿Quién preparó la leche de la niña?

—Mi esposo y yo siempre se la preparamos… —respondí, un poco confundida.

—¿Y esta noche quién la preparó? —preguntó el médico.

—Mi esposo —contesté, aún más sorprendida—. ¿Qué pasa, doctor? ¿Hay algún problema?

El médico suspiró y me dio una palmada en el hombro, mientras decía:

—Si tienen cámaras en casa, revise las grabaciones.

Aunque no entendí lo que quería decir, no tuve tiempo de pensarlo más y corrí a cuidar a Camila.

***

Al ver que la temperatura de Camila comenzaba a bajar, finalmente me sentí más tranquila, y miré el teléfono, el cual indicaba que ya eran las once y media.

Después de una noche tan ocupada, me sentía agotada y el estómago me dolía del hambre, por lo que decidí ir al supermercado del hospital a comprarme un pan.

Sin embargo, al bajar las escaleras, me encontré con Iván, ¡quien se suponía que debía estar trabajando horas extras!

Pero, lo que me sorprendió aún más fue que Iván estaba abrazando a su nueva asistente, Yolanda García.

—Señor Ramírez, todo es culpa mía. Justo cuando me bajé del carro, me torcí el pie. No puedo pasar la Navidad con usted.

—Ay, Yolanda, no digas eso. Torcerte el tobillo es algo serio, me duele verte así. Además, pasar Navidad en el hospital es lo de menos si estoy contigo. Ya te compré el collar de diamantes que querías.

—Qué travieso...

Iván hablaba con Yolanda en un tono suave y no vio que yo estaba en un rincón.

Llena de rabia y tristeza, las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro.

Nuestra hija todavía estaba en la cama del hospital con fiebre, ¡pero Iván seguía pensando en la cita con su asistente!

¡No le importaba en absoluto la vida de nuestra hija!

Y, además, mientras derrochaba dinero en Yolanda, ni siquiera había pensado en que su esposa no tenía ni un collar de cuarenta dólares.

Iván y yo empezamos a salir en la universidad. Después de graduarnos, él quiso emprender su propio negocio, y le di treinta mil dólares que saqué de mi casa como capital inicial.

Cuando lo acompañaba en su emprendimiento, era muy ahorrativa y vivía con gran austeridad.

Con el tiempo, el negocio de Iván empezó a crecer, pero yo seguía sin permitirme disfrutar de nada. Después de todo, formar una familia es fácil, lo complicado es mantenerla. Sobre todo, en el último tiempo, cuando su empresa comenzó a tener problemas con la cadena de financiamiento, me volví aún más tacaña. Incluso, para comprar verduras en la calle, pasaba mucho tiempo regateando con los vendedores.

Nunca imaginé que a él no le importaba mi esfuerzo, y, en cambio, coqueteaba con otra mujer.

Me limpié las lágrimas con apuro y apreté el billete de lotería de un millón de dólares en el bolsillo.

Sí, había ganado un millón. Mi plan era contárselo a Iván esa noche cuando pasáramos la Navidad en familia.

También quería decirle que ya había presentado mi renuncia y después podría quedarme en casa para cuidar a Camila.

Pero no pensé que...

Ahora ya no era necesario informarle nada acerca de este dinero.

Era hora de abandonar ese matrimonio de siete años.

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