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Capítulo 02

Author: Valentina García
Julieta caminaba por las calles sin rumbo fijo. En la mano apretaba con fuerza un sobre arrugado: el diagnóstico médico que, en pocas palabras, era su sentencia de muerte.

—¿Quiere decir que... me quedan solo treinta días de vida? —le había preguntado al médico.

—Lo siento mucho, señorita Ramírez.

En cuanto oyó aquello, el mundo se le vino abajo. Aunque no era la primera vez que sentía algo así.

La familia Ramírez estaba al borde del colapso, y todo el peso había caído sobre sus hombros.

En aquellos días oscuros, Julieta se había sentido desesperada. Había intentado buscar algo de consuelo... aunque fuera en forma de una pelea absurda.

Llamó a Gabriel Fuentes, una y otra vez, pensando que, aunque solo fuera para discutir con él, pelearse como siempre... le haría sentir que seguía viva.

Pero él rechazó todas sus llamadas. Hasta que, harto, directamente apagó el teléfono.

La siguiente vez que lo vio... fue en su propia cama matrimonial, desnudo, abrazado a una modelo mucho más joven.

Gabriel nunca vio su angustia. En ella solo veía un rostro que le provocaba rechazo.

Besó a la modelo con descaro, delante de ella. Fue un beso largo, francés, húmedo, deliberado. Y el hilo de saliva que quedó colgando de sus labios fue lo que más le dolió a Julieta.

—¿Qué tal? ¿Ahora sí quieres el divorcio?

Julieta no respondió. Solo salió corriendo.

En Ciudad del Río, todo el mundo sabía que ella y Gabriel se detestaban desde niños. Cada vez que se veían, era una pelea segura. Y, también, todos creían que ella lo odiaba con la misma intensidad con que él la despreciaba.

Julieta se tocó el anillo en su dedo anular, el que Gabriel le había dado a regañadientes después de la boda, el que le había lanzado a la cara.

Al principio, Julieta había escondido bien sus sentimientos. Hasta que Gabriel comenzó a obligarla a «cumplir con sus deberes de esposa».

En uno de esos encuentros forzados, él tocó su mano y notó el anillo, tras lo cual soltó una risa seca.

—Julieta... ¿no me digas que estás enamorada de mí y por eso no quieres firmar el divorcio? Si es así, más vale que se te pase. Yo no solo no te quiero... ¡me repugnas!

El odio de Gabriel no era gratuito. Desde pequeños, sus familias habían arreglado aquel matrimonio. Y por culpa de eso, su primer amor, la única chica que realmente él había querido, se había visto obligada a irse del país.

Aquella noche, Julieta no durmió. Se quedó mirando el techo, en silencio. Su madre había muerto cuando era pequeña, y nadie le había enseñado cómo retener al hombre que amaba. Solo sabía usar palabras hirientes para llamar su atención.

Pero al final... ¿para qué había servido eso?

Parpadeó con fuerza, con los ojos secos y ardientes.

Su celular vibraba sin parar.

Era Gabriel, quien estaba compartiendo la alegría en el grupo de amigos.

«¿Qué pasó? ¿Por qué tanta alegría, señor Fuentes?»

Gabriel no contestó. Solo compartió una foto: la hoja con las firmas de la solicitud de divorcio.

Como si hubiera lanzado una bomba, todos los del grupo, que hasta ese momento solo leían en silencio, empezaron a comentar.

«¿Divorcio? ¿En serio? ¿Julieta aceptó?»

«¡Por fin una buena noticia! ¡Te quitaste ese lastre de encima!»

«¡Esto se tiene que celebrar! Tú mismo dijiste que no podías dormir solo de verla. Ahora vas a poder tener a diez o veinte distintas, sin que nadie te moleste.»

«¿Pero no les parece raro? Gabriel se acostó con medio país y Julieta siempre se lo aguantó. ¿Por qué ahora no? ¿No será una broma? Capaz ni aparece y Gabriel se queda sin firmar el acta.»

De pronto, el grupo quedó en silencio.

Y entonces, el teléfono de Julieta empezó a sonar.

—¿Julieta? No me digas que esto es un juego. ¿De verdad vas a ir por el acta cuando termine el periodo?

Julieta, con el rostro pálido, esbozó una pequeña sonrisa, se llevó el teléfono al oído y respondió con voz serena:

—Claro que es un juego. —Hizo una pausa—. ¿Y qué vas a hacer al respecto, Gabriel Fuentes?
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