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Capítulo 4

Author: Mónica
—Señora —saludó el mayordomo, como siempre.

Al escuchar el ruido, Ignacio y Paula voltearon a verla. Al verla, Paula abrió la boca para decir algo, pero se contuvo y solo atinó a saludarla con timidez:

—Ariana.

Ariana ni siquiera la miró, evitó el contacto visual y subió directamente las escaleras.

Temía que, si la miraba, no pudiera contener la rabia y explotara.

—¿No oíste que Paula te saludó? —la voz fría y distante de Ignacio rompió el silencio—. ¿O es que, Señora Torres, de plano eres una maleducada?

Ariana detuvo sus pasos.

¿Señora Torres?

Se dio la vuelta muy despacio para mirarlos, y sus palabras salieron cargadas de veneno:

—¿Vinieron a revolcarse aquí y todavía esperan que yo sea cortés con ustedes?

—Esta es mi casa, puedo hacer lo que quiera —respondió Ignacio sin prisa, con la misma calma indiferente de siempre—. Si no te gusta, puedes mudarte.

Las manos de Ariana, que le colgaban a los lados, se cerraron en puños de inmediato.

Sabía que su corazón ya no le pertenecía, pero oír esas palabras tan crueles directamente de su boca le seguía doliendo como un puñal en el pecho.

Él había sido quien le juró que esa casa era suya, que todo lo que él tenía también era de ella.

—Ignacio, Ariana aún es tu esposa —Paula intervino dulcemente, tratando de suavizar el ambiente—. ¿No te parece que no está bien hablarle así?

—Le di una oportunidad, ella fue quien la echó a perder —Ignacio la miró mientras decía esto.

Ariana también lo miró fijamente.

Uno sin ceder, la otra sin rendirse.

—Ariana, mejor pídele perdón a Ignacio. Él te quiere, seguro no te guardará rencor —Paula, sin una pizca de vergüenza, le echó más gasolina al fuego.

—No hace falta que me lo digas, yo también me voy —Ariana, con toda su obstinación, no le prestó atención a Paula ni un segundo más—. Este lugar huele a traición, a engaño. No quiero estar ni un minuto más aquí.

Y con esas palabras, se dio media vuelta y empezó a subir las escaleras, acelerando el paso como si quisiera huir lo más rápido posible de la repulsión que sentía.

Luego, con fuerza, cerró la puerta, y el golpe resonó en todo el pasillo.

Dentro de su habitación, Ariana agarró la maleta y empezó a meter sus cosas. Sabía que todo aquello era solo una táctica de Ignacio para sacarla de quicio, pero simplemente no podía soportar más.

Guardó con cuidado los papeles importantes y luego se dirigió al vestidor.

Al ver la cantidad interminable de ropa, carteras y joyas, se detuvo en seco.

Finalmente, se acercó a la zona de las joyas.

Estaba desesperada por dinero, y esas piezas podrían ayudarla a salir de apuros.

Antes de que pudiera sacar algo, Ignacio y Paula entraron en la habitación.

—Ariana, ¿por qué tratas con tanta despreocupación esas joyas carísimas? —Paula miró las ediciones limitadas y las piezas personalizadas, con una envidia evidente—. ¿Acaso vas a venderlas?

Ariana no disimuló su indiferencia:

—No te concierne.

Paula, viendo a Ignacio con dulzura, insistió:

—Pero todas esas son joyas que Ignacio te regaló. ¿Cómo puedes venderlas?

—¿Y a ti qué te da? —Ariana, echando humo, no pudo contenerse.

Ignacio, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino:

—No me imaginaba que también tuvieras la costumbre de robar joyas.

Ariana dejó de mover las manos.

¿Robar?

—¿Qué pasa si llamo a la policía? ¿Cuántos años crees que pasarías en prisión? —Ignacio la miró con una frialdad que helaba la sangre.

—Aparte de que todavía no tenemos el acta de divorcio, estas cosas fueron un regalo tuyo. ¿Cómo demonios puede considerarse robo? —Ariana respondió, con la voz afilada.

Ignacio dio un paso hacia ella, su voz suave pero cortante:

—¿Cómo puedes probar que estas joyas son un regalo y no parte de mi colección personal?

Ariana se quedó quieta por un segundo.

En ese momento, entendió que él no la dejaría llevarse nada.

Estaba decidido a cerrarle todas las salidas.

—Si te las quieres llevar, no voy a pararte, pero apenas tengamos el acta de divorcio, voy a poner la denuncia por robo en la casa —Ignacio no dejó espacio para las dudas, y su tono rezumaba amenaza.
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