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Capítulo 6

Author: Mónica
—Si no piensas quedarte, ¿por qué no te vas de una vez? —Ignacio le sostuvo la mirada a Ariana, sin pestañear.

—No tienes que decírmelo, ya me iba —Ariana agarró su maleta—. Este lugar... ¡está hecho un asco! No me quedo ni un minuto más.

Dicho eso, dio media vuelta y se fue sin pensarlo dos veces.

Al verla tan decidida y que se marchaba, a Ignacio se le revolvió el estómago. El rostro se le ensombreció y, con la voz apretada por el enojo, le ordenó:

—Aguarda un momento.

Ariana se detuvo.

Antes de que ella pudiera decir media palabra, Ignacio clavó los ojos en su maleta y, con total frialdad, le dio una orden al guardaespaldas que estaba en la puerta:

—Quítenle la maleta. Revisen que no tenga nada que no le pertenezca.

—¿Qué te pasa? ¿Qué significa esto? —Ariana, por instinto, abrazó su maleta.

—Sabes que acabas de robar joyas, así que no me sorprendería que hayas metido algo más —Ignacio, sabiendo cómo meterle presión, la miró sin chistar. —Revisarlo sería lo mejor para todos.

—¿De verdad piensas eso de mí? —Ariana, con la mirada llena de decepción y furia, lo miró.

Por un momento, Ignacio titubeó, una pizca de duda le cruzó por la cabeza.

Pero, al recordar lo resueltamente decidida que estaba a marcharse, respondió sin mostrar ni una sola emoción:

—Sí, así es.

El corazón de Ariana se retorció de dolor.

Podía aguantar que Ignacio no la quisiera, su indiferencia y su frialdad.

Pero lo que no soportaba era que la humillara justo enfrente de Paula. Aquello no solo ponía en juego su dignidad, sino que era un golpe directo a su orgullo.

—No voy a dejar que te metas en mi vida privada —Ariana apretó con más fuerza que nunca la manija de la maleta. —Si insistes en hacer esto, llama a la policía para que ellos revisen o córtame la mano ahora mismo.

Ella lo miró con el mismo desafío de siempre, sin mostrar una pizca de rendirse.

Ignacio se acercó a ella, y al ver su mirada decidida, fue liberando sus manos de la maleta, deslizando sus dedos con calma.

Ariana se aferró con toda su fuerza, pero Ignacio, sin hacer el menor esfuerzo, la desarmó por completo.

Tomó la maleta y se la entregó al guardaespaldas, manejándolo todo con la misma indiferencia de un trámite cualquiera.

—Llévala a revisar. Quiero que no quede ni un solo rincón sin inspeccionar.

—Sí, señor.

—¡Ignacio! —Ariana, con los ojos encendidos por la rabia, le arrebató la maleta de las manos. Jamás había aguantado semejante humillación.

Ignacio se mantuvo impasible, su mirada ya no mostraba ni siquiera la sombra de la suavidad que alguna vez tuvo.

—¿En serio necesitas aplastar mi dignidad para sentirte mejor?

En ese preciso instante, todo el orgullo de Ariana se fue al piso por completo.

Después de todo lo que había vivido con su familia, lo único que le quedaba era su dignidad.

Pero ahora lo único que sentía era derrota y humillación.

Ya sin ánimos para seguir luchando, alcanzó a decir:

—¿De verdad crees que te robaría algo? ¡No te tengo por tan estúpido!

Ignacio sabía perfectamente lo que ella había hecho y entendía que Ariana jamás se llevaría nada suyo.

Lo que él buscaba era que ella entendiera las repercusiones de sus malas decisiones.

—¿Lo dejamos aquí? —Paula, al ver la expresión de Ignacio, se dio cuenta de que todavía sentía algo por Ariana, así que con astucia intervino—. Después de todo, ustedes estuvieron juntos y se amaron mucho, así que si ella toma algo, no sería más que lo justo.

—Cállate —Ariana la miró con desdén.

Ignacio no pudo evitar pensar que era una tonta.

Tomaba decisiones impulsivas sin pensar en las consecuencias, y con esa actitud solo se estaba buscando más líos.

—Está bien, vete —dijo Ignacio, con un tono cargado de frustración—. Ya que Paula te está dando la razón...

¿Por qué no podía simplemente quedarse a su lado como una buena niña?

Ariana, mezclando rabia y vergüenza, apretó la maleta con fuerza, lista para soltar algo más, pero en ese momento, el mayordomo apareció en la puerta.

—Señor, señora, Lucas ha regresado.

Los tres se quedaron de piedra.

Antes de que pudieran siquiera reaccionar, Lucas se asomó detrás del mayordomo, vestido con un overol, y con una cara de ángel que sonreía dulcemente, entrando con total calma a la sala.
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