Share

Capítulo 4

Author: Grin
Sentí que el corazón se me hacía mil pedazos en ese instante. Lo miré fijamente sintiendo cómo perdía toda la esperanza en él.

Aturdida, como flotando en una pesadilla, me encerraron como un perro rabioso en el ático de la mansión.

Al caer la noche, a la oscuridad se sumó el chillido de las asquerosas ratas. Una se plantó frente a mí y me observó con cierta curiosidad durante un largo rato.

De repente, la puerta del ático se abrió.

La rata, asustada, huyó y se escondió. Tras la puerta apareció Rebeca, con una expresión de odio.

Al ver que estábamos solas, dejó de lado cualquier disimulo y me dedicó una sonrisa llena de malicia.

—¡Mírate nada más, Gabriela! ¡Por fin te llegó tu hora! Te lo dije mil veces, Héctor es mío. Pero tú, con el mayor descaro del mundo, metiste. ¿Y encima de todo pensabas casarte con él? Deberías saberlo: para él, yo soy lo más importante en la vida. Tú… tú solo eras un pasatiempo, alguien para matar el rato cuando se aburría, ¡nada más!

Su sonrisa, tan hiriente, encendió toda la rabia que llevaba dentro. Por lo que, sin pensarlo, agarré lo primero que encontré en el suelo y se lo aventé con furia.

Rebeca lanzó un grito de pánico y del susto cayó sentada al suelo. Fue entonces cuando vi que le había lanzado una rata.

Enseguida oímos pasos apresurados subiendo hacia el ático, y, un segundo después, Héctor y Paula aparecieron en la puerta, mientras Rebeca lloraba a gritos, abrazándose el vientre, gimiendo que le dolía el vientre.

—¡Héctor, me duele muchísimo el estómago! ¿Y si le pasó algo a nuestro bebé?

—Yo solo venía de buena fe… Pensé que Gabriela no había comido y quería preguntarle qué se le antojaba. ¡Pero ella sin reparo agarró una rata y me la aventó!

Dijo todo ese cuento y luego gimoteó un poco más sobre su supuesto dolor. Y, aunque su actuación era pésima, todos le creyeron.

Paula me lanzó una mirada feroz y ya se me iba encima, cuando su hermano la detuvo. Héctor puso mala cara, y primero le pidió que se llevara a Rebeca abajo para que la revisaran. Solo entonces se volteó hacia mí, observándome con total desaprobación.

—¡Me decepcionas tanto, Gabriela! —dijo, mientras la decepción inicial en sus ojos se convertía en indiferencia—. Había pensado que te quedaras aquí en la mansión, para estar pendiente de ti. ¡Pero ahora veo que, con esa actitud déspota, es imposible que convivas con Rebeca!

Cerré los ojos, invadida por una tristeza infinita. El cansancio y una profunda desesperación se reflejaban en mi semblante.

—¿Vivir juntas? Todo el mundo sabe que Rebeca espera un hijo tuyo. Yo, en cambio, solo cargo con un… con un hijo de «quién sabe quién». Es eso lo que dicen, ¿no? Según tú, yo te traicioné. ¿Con qué cara me voy a quedar en la mansión?

Su mirada se endureció y un gesto de impaciencia asomó en su rostro. Pero intentó controlarse y, bajando la voz, me dijo:

—Yo me voy a encargar de esto. Pero, por ahora, ¿no puedes simplemente estar tranquila, cuidar tu embarazo y tener al bebé? ¿Qué ganas con estar peleando con Rebeca?

No respondí, sino que me limité a mostrar una sonrisa llena de sarcasmo y gruñí con desprecio.

Héctor ya no pudo contenerse más, por lo que, salió furioso dando un portazo.

—¡Te vas a quedar en el ático reflexionando una buena temporada! ¡Yo me encargaré de que te traigan comida todos los días!

***

Pasaron los días, y yo seguía encerrada en aquel ático lúgubre, con la única compañía de las asquerosas ratas.

Supuse que Héctor le había dado alguna advertencia a Rebeca, porque, aunque vivíamos bajo el mismo techo, ella ya casi no iba a provocarme.

Así pasó un largo y tortuoso mes, hasta que un día… la vi pasar cerca y, a propósito, dije en voz alta, para que me oyera:

—¡Mañana, Héctor me va a acompañar a mi revisión!

Esa noche, me mostré mucho más dócil de lo habitual. Cuando él fue a llevarme la cena, le mencione la cita médica con toda naturalidad.

—Ya pasó otro mes. A nuestro bebé le toca otra revisión.

A Héctor pareció gustarle mi actitud. Había un dejo de emoción, casi de alivio, en su voz cuando respondió:

—Gabriela, si hubieras sido así desde el principio, te habrías ahorrado tantos problemas. No te preocupes, mañana te acompañaré al chequeo.

Pero al día siguiente, como siempre, no cumplió su palabra. Sino que acompañó a Rebeca al hospital, mientras que Paula me llevaba a mí.

Durante todo el trayecto, su hermana no disimuló su fastidio; no dejó el celular y dudo que se enterara siquiera de qué estudios me harían.

Ya en el consultorio, y, con la ayuda del médico, tomé los medicamentos para interrumpir el embarazo.

Justo en ese momento, Héctor, que ya había terminado con la revisión de Rebeca, apareció por fin.

—¿Y Gabriela? Rebeca ya terminó hace rato. ¿Dónde se metió?

Cuando de un golpe empujó la puerta del cuarto y entró, me encontró con la parte inferior del cuerpo bañada en sangre. En el suelo, entre mis pies, había restos de tejido y coágulos.

Héctor palideció, y sus labios empezaron a temblar sin control.

—Ga… Gabriela, pero… ¿qué hiciste?

Patuloy na basahin ang aklat na ito nang libre
I-scan ang code upang i-download ang App

Pinakabagong kabanata

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 8

    Al día siguiente, solicité a la empresa un cargo permanente en otra ciudad.No me esperaba que la única vacante para traslado fuera en el extranjero.Pero eso encajaba a la perfección con lo que yo quería.¡Alejarme de esta ciudad, cuanto más lejos y pronto, mejor!Al tercer día, con la ayuda de la empresa, tramité mi pasaporte, tomé un avión y dejé por fin el país.***En un abrir y cerrar de ojos, pasaron cinco años.Durante ese tiempo, dejé de lado todas mis preocupaciones y enfoqué toda mi energía y vitalidad en el trabajo.Solo de vez en cuando, a través de algunos amigos y clientes del país, me llegaban noticias de otras personas.Pero nunca les presté demasiada atención.Con el paso del tiempo, fui olvidando de forma gradual el doloroso pasado.Finalmente, gracias a mi esfuerzo, logré alcanzar cierto éxito.Poco a poco, ascendí hasta el puesto de directora de la sucursal en el extranjero.Cerca de la noche de Año Nuevo, como directora de la sucursal, regresé al país para present

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 7

    Debido al aborto, tuve que quedarme internada en el hospital.Durante los días siguientes, Héctor aparecía puntual en mi habitación.Siempre llegaba con caldos saludables que él mismo preparaba, como de pollo o de pescado.Yo lo ignoraba por completo.Cada vez, él se quedaba un buen rato afuera de la habitación, con la mirada apagada, muy abatido.El día que me dieron de alta, caía una llovizna.Imaginé que Héctor averiguaría la hora, así que planeé irme más temprano.Apenas clareaba cuando terminé de empacar mis cosas.Lo que no me esperaba era encontrarlo recargado como una estatua junto a la entrada principal del hospital al salir.Quién sabe cuánto tiempo llevaría allí.Tenía un aspecto terrible: el pelo revuelto por el viento y el abrigo con rastros de haberse mojado.En cuanto me vio, se enderezó sorprendido y me miró con visible angustia.—Gabriela, vine por ti para llevarte a casa.Lo miré con desagrado y de inmediato di un paso atrás.Al ver mi gesto, sus ojos se llenaron de l

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 6

    —¡Lo que pasa es que prefieres a Rebeca, y ya!Él se quedó ahí pasmado un buen rato, sin poder articular una sola excusa.Fui yo quien, sin piedad alguna, le reveló la verdad que tanto se esforzaba por ocultar.Héctor se quedó inmóvil un instante; sin pensarlo, empezó a golpearse la cabeza contra la pared con furia.—Pum, pum— resonaban los golpes.En ese momento, alertadas por sus gritos desgarradores desde fuera del cuarto del hospital, Paula y Rebeca entraron de golpe.Al abrir la puerta, me vieron de pie, cubierta de sangre, frente a un Héctor que se retorcía de dolor agudo.Rebeca como fiera protectora se abalanzó y me empujó con todas sus fuerzas.Perdí el equilibrio; además, con el aborto reciente, estaba muy débil.Caí de golpe al suelo.Un reguero de sangre se extendió por el piso, dejando una larga y espesa mancha.Las pupilas de Héctor se contrajeron con violencia.Intentó acercarse, alarmado, pero su hermana lo sujetó firmemente.Paula habló, con una mueca de asco en la car

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 5

    Lo observé: su cara era una máscara de pavor, mezclado con una desesperación incrédula.Una oleada de retorcida satisfacción me invadió.Sabía que debía haber adivinado lo que sucedió, pero simplemente no podía aceptarlo.Levanté una ceja y una sonrisa irónica, que hacía temblar levemente mis hombros, se dibujó en mi cara. No pude resistirme a asestarle otro golpe.—¿Para qué iba a quererlo? Ya lo ves, ni su propio padre lo quería.Hice una pausa.Al instante, escupí iracunda las palabras, una por una, reflejando todo mi odio:—¡Pues claro que lo perdí!Él se quedó como si lo hubiera partido un rayo, completamente inmóvil.Los músculos de su cara apenas temblaban y el terror se reflejaba en sus ojos desorbitados.Su voz sonó rasposa, como si llevara una eternidad sin hablar.—Gabriela, ¡era nuestro hijo! ¿Cómo te atreviste a perderlo? ¿Es que ya se te olvidó todo lo que hablamos del futuro? ¡Los dos estábamos tan ilusionados con este bebé! ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no me dijiste na

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 4

    Sentí que el corazón se me hacía mil pedazos en ese instante. Lo miré fijamente sintiendo cómo perdía toda la esperanza en él. Aturdida, como flotando en una pesadilla, me encerraron como un perro rabioso en el ático de la mansión.Al caer la noche, a la oscuridad se sumó el chillido de las asquerosas ratas. Una se plantó frente a mí y me observó con cierta curiosidad durante un largo rato.De repente, la puerta del ático se abrió.La rata, asustada, huyó y se escondió. Tras la puerta apareció Rebeca, con una expresión de odio.Al ver que estábamos solas, dejó de lado cualquier disimulo y me dedicó una sonrisa llena de malicia.—¡Mírate nada más, Gabriela! ¡Por fin te llegó tu hora! Te lo dije mil veces, Héctor es mío. Pero tú, con el mayor descaro del mundo, metiste. ¿Y encima de todo pensabas casarte con él? Deberías saberlo: para él, yo soy lo más importante en la vida. Tú… tú solo eras un pasatiempo, alguien para matar el rato cuando se aburría, ¡nada más! Su sonrisa, tan

  • Mi Bastardo Inocente   Capítulo 3

    Después de ese día, Héctor y yo apenas mantuvimos contacto. Él se dedicaba a tiempo completo a cuidar de Rebeca y, solo de vez en cuando, muy tarde por la noche, me preguntaba cómo estaba. Al ver que yo no le hacía caso, con el tiempo, sus mensajes se volvieron cada vez más esporádicos.Hasta el día en que cumplí tres meses de embarazo.En el hospital, durante una exhaustiva revisión prenatal, me encontré justo con la hermana de Héctor. Paula Alcázar me miró con total sorpresa, me arrebató el informe de las manos, y, sin poder evitarlo, alzó la voz:—Gabriela, ¿en serio engañaste a mi hermano? ¿Y estás esperando el hijo de otro?Mi rostro se transformó. No podía creer que pensara eso de mí. Por lo que me apresuré a explicarle:—¡Este bebé es de tu hermano, de Héctor! ¡Yo no lo engañé!Pero ella me dedicó una mirada de profundo desagrado y rio con desprecio varias veces.—Te acabo de descubrir con las manos en la masa, ¿y todavía quieres negarlo? Gabriela, en serio, pareces tan

Higit pang Kabanata
Galugarin at basahin ang magagandang nobela
Libreng basahin ang magagandang nobela sa GoodNovel app. I-download ang mga librong gusto mo at basahin kahit saan at anumang oras.
Libreng basahin ang mga aklat sa app
I-scan ang code para mabasa sa App
DMCA.com Protection Status