Share

Capítulo 3

Author: Juana
—Así… —Nina agarró la solapa de su camisa y la jaló hacia abajo, sus labios suaves y rojos rozaron los de él con un beso ligero, como un toque de mariposa… y luego se apartó.

Los ojos de Ricardo se entrecerraron, con un matiz profundo. —Fue demasiado rápido. No vi nada.

Nina frunció los labios, se acercó otra vez y le dio otro beso fugaz.

—¿Ahora sí viste?

La nuez de Adán del hombre se movió.

—Sigue siendo muy rápido. No lo vi.

Nina, molesta, le rodeó el cuello con ambos brazos, se acercó a sus labios, pero de pronto, todo se oscureció frente a sus ojos. Con un golpe sordo, se desplomó directamente…

Ricardo bajó la mirada al ver a la mujer desmayada en sus brazos. Su mano grande y cálida acarició su cara, soltando un suspiro casi imperceptible:

—Qué lástima… tantas ganas, pero sin agallas.

Después de una borrachera, viene la resaca.

Cuando Nina despertó, ya era mediodía del día siguiente. Al ver que estaba acostada en una cama desconocida, se quedó perpleja por un momento. Y cuando se dio cuenta de que su ropa ya no era la misma y en su lugar tenía puesto un vestido largo y rojo, sexy y ajustado… quedó completamente impactada.

Su expresión facial se congeló unos segundos en una mueca extraña, y los recuerdos de la noche anterior comenzaron a regresar poco a poco. Un escalofrío le recorrió la espalda. Su última memoria era… besándolo. ¿Acaso, después de desmayarse, ese hombre…?

La sangre le subió de golpe a la cabeza. Nina ni siquiera se atrevió a seguir pensando. Salió corriendo de la habitación como si escapara de un incendio.

Al volver a la casa de los Morales, su padre Juan, su madrastra Isabella, su hermanastra Lila y varios otros familiares estaban sentados en la sala principal. El ambiente era tenso, cargado de una presión invisible.

Las pestañas de Nina temblaron ligeramente. Se acercó sin expresión y saludó:

—Papá.

Juan la miró con el cara completamente descompuesto—Nina, ¿quién te dio permiso de huir de tu boda ayer? ¿Tienes idea de cuán desastrosas fueron las consecuencias para nuestra familia por tu decisión egoísta?

Nina apretó los puños, su voz se mantuvo serena:

—Ayer, en plena boda, tú mismo viste lo que pasó. Fue Julio quien me traicionó. Por eso rompí el compromiso. No creo haber hecho nada malo.

—Nina, no es por criticarte, pero los hombres son así por naturaleza. Un poco de diversión fuera no significa que no te quiera —dijo Isabella, mirándola con una falsa preocupación—, es cierto que Julio cometió un error, pero eligió casarse contigo entre todas. Eso significa que quiere una vida contigo. ¿De verdad era necesario humillarlo así frente a todos?

Su tono se suavizó aún más:

—Ahora, la familia Herrera retiró su inversión del Grupo Morales. Estamos al borde del colapso. ¿Por qué no hablas con Julio y le pides disculpas?

Nina se puso pálida. Las uñas se clavaron en sus palmas. Tenía ganas de reír, pero no podía.

Su padre, por dinero, se casó con su madre, y después con artimañas le arrebató a su abuelo su empresa y fortuna, destruyendo a toda su familia.

Acusaron falsamente a su hermano de asesinato, y con ayuda de un abogado lo metieron en prisión. Su madre, enferma de la indignación, terminó hospitalizada, mientras su padre traía a casa a su amante y a la hija ilegítima de ella. Incluso fue al hospital a burlarse de su madre agonizante, lanzándole los papeles del divorcio en la cara… matándola de rabia.

Como si fuera poco, la echó de casa, siendo apenas una niña, y la mandó sola al extranjero a sobrevivir por su cuenta. Y ahora que la familia está en apuros… ¿vienen a buscarla?

—Por la empresa, puedo ceder y disculparme con Julio —dijo Nina con esfuerzo, mirando directamente a Juan con una voz tan fría que no revelaba emociones.

—Pero quiero el cuarenta por ciento de las acciones del Grupo Morales.

Juan ni lo pensó:

—Imposible.

Isabella perdió el control:

—¿Con qué derecho?

—No hice nada malo, no tengo nada de qué avergonzarme. Entonces ¿con qué derecho debo pedirle perdón a alguien que me traicionó? —Nina lo miró con frialdad—, papá, esa es mi única condición. Tú decides.

Terminó de hablar y subió las escaleras. A medio camino, escuchó la voz de su padre, con los dientes apretados:

—Lo máximo que puedo darte es el treinta por ciento. Mañana, si no logras que Julio cambie de opinión, prepárate para ver cómo destruyen la empresa por la que tu abuelo trabajó toda su vida.

Nina apretó los labios. Su padre tenía razón. No podía ver cómo la empresa se hundía sin hacer nada. Bajó la mirada y entró a su habitación.

Lila, llena de rabia, pataleó:

—¡Papá! ¿Por qué aceptaste?

—Tranquila —Juan respondió con frialdad,— aunque le dé el treinta por ciento, aún no significa que pueda entrar a la junta directiva.

Al fin y al cabo, sigue siendo joven. No creía que esa chica pudiera voltearle la jugada.

***

Al anochecer, Nina marcó el número de Julio. Sonó un par de veces antes de que él contestara.

—Julio Herrera, ¿qué es lo que realmente quieres?

Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 100

    Ricardo quería que lo intentara, pero al verla así… al final optó por no insistir.La levantó en brazos y la llevó escaleras arriba, directo al baño, donde comenzó a llenar la tina con agua tibia.Nina estaba sentada en un banquito, frunciendo el ceño, la cabeza gacha, absorta en sus pensamientos.Estaba hecha un lío.Ricardo la miraba y sentía cómo le dolía el pecho.Pero no podía tomar la decisión por ella. Tampoco forzarla.Sabía que en el fondo, Nina aún albergaba una esperanza con Juan.Seguía deseando recibir un poco de ese amor de padre que nunca tuvo.Probó el agua con la mano, luego se agachó para ayudarla a quitarse los zapatos y las medias.Nina reaccionó de inmediato, deteniéndole los movimientos con la mano.—Yo lo hago —dijo, roja como un jitomate.Ricardo soltó una pequeña carcajada y le pellizcó la nariz.—Voy a traerte tu pijama —dijo, antes de levantarse.Pero Nina ya se había puesto las sandalias y salió corriendo del baño.—¡Yo misma la busco! —gritó desde el pasill

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 99

    Ricardo, no se sabía si por costumbre o por talento natural, preparó la cena con una facilidad envidiable. Abrió el refrigerador, tomó algunos ingredientes al azar, y aun así los platos que salieron de su mano estaban tan bien presentados que daban hambre con solo verlos.Dos guisos y una sopa: la armonía de colores, el aroma tibio que llenó la cocina, todo invitaba a sentarse y comer.Nina, que en realidad no tenía mucha hambre, se levantó sola a buscar los platos y cubiertos apenas los vio servidos, sin esperar que él los pusiera en la mesa.Durante la cena, comió como si llevara días sin probar bocado.Ricardo la miraba entre divertido y molesto, hasta que la regañó:—Despacio, Nina. No vas a poder ni digerirlo —dijo, y solo entonces ella redujo un poco el ritmo.La miraba comer con tanto gusto que no sabía si reír o suspirar.Al final, él apenas probó un poco de comida y unos cuantos bocados.El resto todo fue a parar al estómago de Nina.Ricardo miró los platos vacíos sobre la mes

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 98

    Ahora, la empresa Morales era como una manzana podrida por dentro.El moho se extendía sin descanso, consumiéndolo todo.Los ejecutivos, amparados en los méritos del pasado, no solo no hacían nada, sino que se creían con derecho a mandar y abusar.Cuando el techo está torcido, el suelo no puede ser recto.Los empleados, desmotivados, trabajaban por cumplir, sin alma ni ganas.Había socios comerciales que, por puro respeto al pasado, seguían colaborando aunque ya no valiera la pena. Y los que valían la pena, los buenos, se alejaban.Ni siquiera intentaban buscar nuevas oportunidades.Todo se había vuelto un verdadero desastre.Nina suspiró varias veces, sin ánimo alguno de seguir trabajando. Agarró sus llaves, el bolso, y se fue temprano a casa.Subió las escaleras arrastrando los pies, con el bolso colgando débilmente del brazo.Entró a su habitación y se dejó caer boca arriba sobre la cama, con los ojos fijos en el techo.La empresa estaba en mala situación, y si ella no la tomaba en

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 97

    —Cuando la empresa se vaya a la quiebra, tú serás la culpable —soltó Lila con una risa altanera, llena de veneno.Nina apretó los labios, la mirada se le volvió fría y respondió de inmediato:—¿Carmen no tiene cabeza, y según tú el señor Cruz la va a seguir en todo? En ventas externas, nosotros somos el mejor socio que tiene Cruz. ¿Crees que el señor Mateo sería tan idiota como para dejarse llevar por una historia a medias?Lila se quedó pasmada, con la boca entreabierta, queriendo replicar pero sin encontrar un solo argumento sólido.—Y dime —continuó Nina, clavándole una mirada helada, —si la empresa se va al carajo, ¿te va a dar gusto? ¿O es que llevas tiempo deseándolo?—¡Yo jamás! —replicó Lila, entre dientes.—Pues más te vale. Porque cuando la empresa caiga, todo lo que ahora presumes se va a desvanecer. ¿Lo tienes claro?Lila rechinó los dientes, furiosa, pero no podía negar que Nina tenía razón.Ya encarrilada, Nina no pensaba callarse. Siguió con voz firme:—Ese software de r

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 96

    —En tu parque industrial —dijo Ricardo mientras se quitaba el saco.Nina lo vio acercarse y sentarse junto a ella. Instintivamente se hizo un poco a un lado, pero apenas se movió, Ricardo la sujetó del hombro y la atrajo hacia él, dándole un beso suave en la mejilla.Ella frunció el ceño, desconcertada. Pero Ricardo, al ver su expresión, pareció aún más encantado, y volvió a besarla, otra vez.Nina lo miró con esos ojos grandes, brillantes, y enseguida se cubrió la cara con ambas manos, ruborizada hasta los oídos.—Estamos en un restaurante —murmuró con recelo—. No hagas eso aquí.Ricardo soltó una risa baja, profunda y lenta.Él casi nunca se reía, y mucho menos así, con esa calidez seductora que desarmaba por completo.Nina mantenía las manos en su rostro, evitando mirarlo, sintiendo cómo su corazón latía descontrolado. Sentía que en cualquier momento se le iba a salir del pecho.Ricardo, al verla así, rió aún más, pero la soltó justo antes de que llegara el mesero.Durante toda la c

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 95

    —Ella no tiene poder real en Cruz —dijo Nina Morales con una sonrisa tranquila, — Y además, si perdemos a esa empresa como socia, ¿tú crees que con mi capacidad no voy a encontrar algo mucho mejor?—¡Uy uy uy! —bromeó Aurora López, —Mira nomás qué segura te has vuelto.—Mejor dime: “¡Genial, no sabía que eras tan fregona!” —respondió Nina con total seriedad.Hubo unos segundos de silencio, y luego, al unísono, ambas estallaron en una carcajada espontánea.Entre bromas y risas entraron a la oficina del director general de la filial. Nina pidió que le trajeran los últimos bocetos de diseño y los documentos correspondientes.No tardaron en llegar las personas del departamento de diseño con varias carpetas, prendas y muestras.Nina tomó los bocetos y se los pasó a Aurora.—¿Tú qué opinas?Aurora primero le echó un vistazo a la ropa, luego tomó los bocetos y negó con la cabeza.—Su diseñador es pésimo. No tiene ni visión ni gusto estético.—¡Oye! Nuestro diseñador es bastante reconocido en

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status