El desgraciado la traicionó, y Nina se vio obligada a casarse con un "hombre mayor" de la ciudad A, poderoso como él solo, pero con las piernas paralizadas. Pensó que al menos podría conservar su pureza, pero para su sorpresa, en la misma noche de bodas, el hombre se la devoró por completo. Asustada, tartamudeó: —Tú... tú... ¿no se supone que tenías problemas... en eso? El hombre sonrió con picardía: —Eso es lo que les digo a los demás.
View MoreRicardo quería que lo intentara, pero al verla así… al final optó por no insistir.La levantó en brazos y la llevó escaleras arriba, directo al baño, donde comenzó a llenar la tina con agua tibia.Nina estaba sentada en un banquito, frunciendo el ceño, la cabeza gacha, absorta en sus pensamientos.Estaba hecha un lío.Ricardo la miraba y sentía cómo le dolía el pecho.Pero no podía tomar la decisión por ella. Tampoco forzarla.Sabía que en el fondo, Nina aún albergaba una esperanza con Juan.Seguía deseando recibir un poco de ese amor de padre que nunca tuvo.Probó el agua con la mano, luego se agachó para ayudarla a quitarse los zapatos y las medias.Nina reaccionó de inmediato, deteniéndole los movimientos con la mano.—Yo lo hago —dijo, roja como un jitomate.Ricardo soltó una pequeña carcajada y le pellizcó la nariz.—Voy a traerte tu pijama —dijo, antes de levantarse.Pero Nina ya se había puesto las sandalias y salió corriendo del baño.—¡Yo misma la busco! —gritó desde el pasill
Ricardo, no se sabía si por costumbre o por talento natural, preparó la cena con una facilidad envidiable. Abrió el refrigerador, tomó algunos ingredientes al azar, y aun así los platos que salieron de su mano estaban tan bien presentados que daban hambre con solo verlos.Dos guisos y una sopa: la armonía de colores, el aroma tibio que llenó la cocina, todo invitaba a sentarse y comer.Nina, que en realidad no tenía mucha hambre, se levantó sola a buscar los platos y cubiertos apenas los vio servidos, sin esperar que él los pusiera en la mesa.Durante la cena, comió como si llevara días sin probar bocado.Ricardo la miraba entre divertido y molesto, hasta que la regañó:—Despacio, Nina. No vas a poder ni digerirlo —dijo, y solo entonces ella redujo un poco el ritmo.La miraba comer con tanto gusto que no sabía si reír o suspirar.Al final, él apenas probó un poco de comida y unos cuantos bocados.El resto todo fue a parar al estómago de Nina.Ricardo miró los platos vacíos sobre la mes
Ahora, la empresa Morales era como una manzana podrida por dentro.El moho se extendía sin descanso, consumiéndolo todo.Los ejecutivos, amparados en los méritos del pasado, no solo no hacían nada, sino que se creían con derecho a mandar y abusar.Cuando el techo está torcido, el suelo no puede ser recto.Los empleados, desmotivados, trabajaban por cumplir, sin alma ni ganas.Había socios comerciales que, por puro respeto al pasado, seguían colaborando aunque ya no valiera la pena. Y los que valían la pena, los buenos, se alejaban.Ni siquiera intentaban buscar nuevas oportunidades.Todo se había vuelto un verdadero desastre.Nina suspiró varias veces, sin ánimo alguno de seguir trabajando. Agarró sus llaves, el bolso, y se fue temprano a casa.Subió las escaleras arrastrando los pies, con el bolso colgando débilmente del brazo.Entró a su habitación y se dejó caer boca arriba sobre la cama, con los ojos fijos en el techo.La empresa estaba en mala situación, y si ella no la tomaba en
—Cuando la empresa se vaya a la quiebra, tú serás la culpable —soltó Lila con una risa altanera, llena de veneno.Nina apretó los labios, la mirada se le volvió fría y respondió de inmediato:—¿Carmen no tiene cabeza, y según tú el señor Cruz la va a seguir en todo? En ventas externas, nosotros somos el mejor socio que tiene Cruz. ¿Crees que el señor Mateo sería tan idiota como para dejarse llevar por una historia a medias?Lila se quedó pasmada, con la boca entreabierta, queriendo replicar pero sin encontrar un solo argumento sólido.—Y dime —continuó Nina, clavándole una mirada helada, —si la empresa se va al carajo, ¿te va a dar gusto? ¿O es que llevas tiempo deseándolo?—¡Yo jamás! —replicó Lila, entre dientes.—Pues más te vale. Porque cuando la empresa caiga, todo lo que ahora presumes se va a desvanecer. ¿Lo tienes claro?Lila rechinó los dientes, furiosa, pero no podía negar que Nina tenía razón.Ya encarrilada, Nina no pensaba callarse. Siguió con voz firme:—Ese software de r
—En tu parque industrial —dijo Ricardo mientras se quitaba el saco.Nina lo vio acercarse y sentarse junto a ella. Instintivamente se hizo un poco a un lado, pero apenas se movió, Ricardo la sujetó del hombro y la atrajo hacia él, dándole un beso suave en la mejilla.Ella frunció el ceño, desconcertada. Pero Ricardo, al ver su expresión, pareció aún más encantado, y volvió a besarla, otra vez.Nina lo miró con esos ojos grandes, brillantes, y enseguida se cubrió la cara con ambas manos, ruborizada hasta los oídos.—Estamos en un restaurante —murmuró con recelo—. No hagas eso aquí.Ricardo soltó una risa baja, profunda y lenta.Él casi nunca se reía, y mucho menos así, con esa calidez seductora que desarmaba por completo.Nina mantenía las manos en su rostro, evitando mirarlo, sintiendo cómo su corazón latía descontrolado. Sentía que en cualquier momento se le iba a salir del pecho.Ricardo, al verla así, rió aún más, pero la soltó justo antes de que llegara el mesero.Durante toda la c
—Ella no tiene poder real en Cruz —dijo Nina Morales con una sonrisa tranquila, — Y además, si perdemos a esa empresa como socia, ¿tú crees que con mi capacidad no voy a encontrar algo mucho mejor?—¡Uy uy uy! —bromeó Aurora López, —Mira nomás qué segura te has vuelto.—Mejor dime: “¡Genial, no sabía que eras tan fregona!” —respondió Nina con total seriedad.Hubo unos segundos de silencio, y luego, al unísono, ambas estallaron en una carcajada espontánea.Entre bromas y risas entraron a la oficina del director general de la filial. Nina pidió que le trajeran los últimos bocetos de diseño y los documentos correspondientes.No tardaron en llegar las personas del departamento de diseño con varias carpetas, prendas y muestras.Nina tomó los bocetos y se los pasó a Aurora.—¿Tú qué opinas?Aurora primero le echó un vistazo a la ropa, luego tomó los bocetos y negó con la cabeza.—Su diseñador es pésimo. No tiene ni visión ni gusto estético.—¡Oye! Nuestro diseñador es bastante reconocido en
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