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Capítulo 4

Author: Juana
—¿Quién llama a estas horas, cariño? —la voz de una mujer sonó en el teléfono, coqueta y mimosa—. Cuelga ya, que quiero…

Nina contuvo la respiración. Su rostro perdió el color.

La situación ya había llegado tan lejos que Julio ni siquiera se molestó en ocultarlo. Le habló dulcemente a la mujer del otro lado:

—Espera un momento, mi amor.

Y luego, con una risa desdeñosa, dijo:

—Nina, me humillaste frente a todo el mundo. Te lo advertí: te vas a arrepentir.

Nina apretó los labios pintados de rojo:

—Dime, ¿qué necesitas para continuar con la inversión?

La voz de Julio se volvió ronca:

—Esta noche a las ocho hay una cena en el Hotel Imperial. Ven y lo hablamos cara a cara.

Nina colgó el teléfono de inmediato, con el rostro completamente frío.

A las ocho en punto, tomó un auto hacia el Hotel. Las luces del salón eran deslumbrantes, las copas tintineaban, y las figuras más destacadas de distintos sectores ya se encontraban presentes. Conversaban animadamente, como si todo fuese perfecto.

Entre la multitud, Nina localizó a Julio con facilidad. Vestía un traje blanco hecho a la medida, elegante y sobrio, rodeado de señoritas de alta sociedad, con quienes conversaba y reía, irradiando una presencia madura y refinada.

Era innegable: su porte aristocrático y su rostro atractivo encantaban a muchas chicas jóvenes. Ella misma, en el pasado, había caído por esa fachada impecable.

Nina se acercó con pasos firmes y fue directa:

—Dime, ¿qué es lo que quieres hablar conmigo?

—Disculpen, en un rato regreso a platicar con ustedes —dijo Julio con cortesía, levantando su copa hacia las damas que lo rodeaban. Estas se dispersaron con rapidez.

Él se apoyó con desgano sobre una mesa cercana, con una mirada divertida sobre Nina y una sonrisa ligera:

—Aunque no traes maquillaje, sigues igual de hermosa. No puedo negarlo, Nina. Aunque me hiciste perder la cara ante todos, aún te amo.

Nina curvó los labios con frialdad. ¿Amaba a la persona o solo a esta cara?

—¿Me citaste aquí solo para decirme eso?

Los ojos de Julio se oscurecieron, aunque su sonrisa no se borró:

—¿No querías que no retirara la inversión del Grupo Morales? Es muy fácil. Sube al escenario y discúlpate sinceramente frente a todos por lo que hiciste en la boda. Y lo dejamos ahí. ¿Qué dices?

Los ojos de Nina se enturbiaron con frialdad. Sabía perfectamente que él solo quería humillarla. Apretó los puños, respiró hondo, y respondió sin expresión:

—Está bien.

Se dirigió al centro del salón, subió al escenario, y tomó el micrófono. Respiró profundo antes de hablar con voz firme:

—Buenas noches a todos, soy Nina Morales.

En la sala de banquetes, un hombre distinguido en silla de ruedas fue empujado lentamente hacia adelante. Alzó los ojos para mirar a la mujer que estaba sobre el escenario.

Nina sintió todas las miradas sobre ella. Apretó más el micrófono y continuó:

—Ayer era el día de mi boda con el señor Julio Herrera. Por razones personales, decidí cancelar el compromiso. Esta decisión causó que el señor Herrera perdiera el honor frente a todos. Por eso, hoy, quiero ofrecerle una disculpa sincera. Espero que pueda perdonarme.

Se inclinó profundamente ante Julio. En ese momento, sintió que toda su dignidad se estrellaba contra el suelo. No pasa nada, Nina —se dijo a sí misma. Por entrar a la empresa, por recuperar lo que era de mi abuelo, todo esto vale la pena. En este mundo, la dignidad no se come.

Desde abajo del escenario, Ricardo Navarro observaba con ojos sombríos a la mujer que se inclinaba profundamente. La imagen de ella borracha la noche anterior cruzó por su mente, y su mirada se volvió más profunda. Le ordenó a su asistente:

—Investiga qué está pasando.

Norman asintió y se retiró discretamente.

En ese instante, un hombre con una copa en la mano se acercó al escenario…

Julio miró a Nina con desprecio y, en voz lo suficientemente baja como para que solo ella oyera, dijo:

—¿Sabes qué es lo que más odio de ti, Nina? Esa actitud tuya de creerte mejor que todos.

Y, sin previo aviso, vació la copa de vino tinto sobre su cabeza.

—¿Tú quién te crees? Yo iba a casarme contigo porque te estaba haciendo un favor. ¿De verdad pensaste que eras tan importante?
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