El rostro del hombre, tan apuesto, se mostró sorprendido; si otra mujer hubiese tenido esa osadía, probablemente ya lo habría echado. Pero, sorprendentemente, el toque de esta mujer no le provocó ni un ápice de desagrado.—Señor. —exclamó el hombre que estaba detrás, dispuesto a separar a aquella mujer improcedente.Ricardo alzó una mano para detenerlo, sus ojos oscuros y profundos no se apartaron ni un segundo de la mujer en sus brazos, y con voz grave, cargada de pereza y despreocupación, dijo:— Señorita, está ebria.— ¿Ebria? —Nina soltó un burbujeo de eructo y esbozó una risita—, imposible.— Guau… —de pronto, un ladrido emergió de abajo.Nina, con la vista borrosa, bajó la mirada: un Golden Retriever la observaba ferozmente.Frunció el ceño: —¿Me está gruñendo?El perro ladró de nuevo:—¡Guau, guau, guau…!Nina ya estaba de mal humor, y que hasta un perro la retara encendió su ira. Respondió:—¡Guau, guau, guau, guau, guau…!Ricardo, escuchando, sintió una leve contracción en la
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