Share

Capítulo 9

Author: Juana
—Voy a ayudarte. Nina abrió los ojos y apartó completamente la cobija.

El hombre levantó un poco la mirada; su rostro, guapo y enigmático, captó justo la clavícula de ella bien definida. Sus pupilas se contrajeron y su corazón dio un vuelco. Al segundo siguiente, Nina apoyó su mano en su brazo y lo impulsó hacia la cama.

El suave aroma de su cabello llenó sus fosas nasales; el hombre sintió repentinamente la boca seca. El peso de su cuerpo se deslizó sobre el de ella…

Sus miradas se cruzaron. Los ojos de Nina, claros y llenos de confusión, parecían reflejarse en la profundidad de la mirada del hombre.

Quizá la tenue luz resultaba embriagadora, o tal vez la presencia de ella bajo él era simplemente fascinante. Su sexy nuez de Adán se movió; se inclinó y besó sus labios…

El corazón de Nina dio un vuelco y abrió los ojos en shock.

—Señor Ricardo, ¿cree usted que un gay tiene probabilidades de volverse heterosexual?

Él se detuvo por un instante, y la razón volvió de inmediato.

¿Gay? Entrecerró los ojos con peligro. Sí, toda la ciudad A suponía que su orientación sexual era cuestionable. Quizá ella también lo creía así, por eso se atrevía a comportarse tan desinhibida a su lado.

Le alzó la vista, y una chispa de interés apareció en su mirada.

Ya que ella estaba tan dispuesta, decidió seguirle la corriente unos días. Su cuerpo imponente se recostó a su lado.

—Pues no lo creo posible —respondió con voz grave.

El aroma de mujer inundó su olfato; cerró los ojos y contuvo su impulso. Con voz ronca dijo:

—Se hizo tarde, descansemos.

Nina suspiró aliviada. Pensó que menos mal los rumores no eran falsos…

***

Al día siguiente, cuando Nina despertó, el hombre ya no estaba a su lado.

Se levantó, se puso ropa cómoda al azar, se lavó y bajó al primer piso.

En la mesa del comedor, el hombre elegante estaba desayunando con refinada postura. Al recordar la noche anterior, se sonrojó un poco, pero aun así recobró el valor y dijo:

—Buenos días, señor Navarro.

Él bajó la mirada leyendo el periódico, sus párpados se levantaron apenas.

—Ya que vives en mi casa, creo que deberías empezar a llamarme Ricardo.

Nina se quedó en blanco un instante. Ricardo Navarro se casó con ella para acallar rumores y que nadie piense que es gay. Si él la había matrimonializado, ella debía seguir la farsa. Con ojos brillantes y ligeros revoloteos de pestañas, deslizó los labios:

—Mi amor, Ricardo...

Su mirada se tensó, y la mano que sostenía el periódico vaciló. Sin prisa, él respondió:

—Mejor sigue llamándome señor Navarro en casa.

Nina no queda ni una palabra.

La criada se acercó con una palangana de agua tibia:

—Señora, por favor, lávese las manos.

En casas de alta sociedad sí que hay muchas reglas. Nina se lavó las manos y, al levantarse para sentarse, el mayordomo se interpuso en su camino, mirando hacia un rincón y con voz amable dijo:

—Señora, su lugar está allá.

Nina parpadeó: ¿hasta tiene asiento asignado?

Siguiendo su mirada, vio en una esquina una pequeña mesa de cristal con atole, pan, tostadas y churros. Comparada con la gran mesa donde estaba Ricardo, era como la frontera entre dos reinos…

Empezó a entender por qué los rumores sobre las manías del señor Navarro eran tan extraños. Como su refinada hipocondría.

—¿Por qué? —preguntó.

Norman, en voz baja:

—Al señor no le gusta comer con otros. Espero que lo comprenda, señora.

Nina giró la cabeza y lo observó. El hombre distinguido, sentado en una silla de ruedas, bebía café con parsimonia. No levantaba la vista del periódico, su rostro era hermoso y sin emoción. La camisa abierta revelaba un cuello bien definido; las mangas arremangadas y el reloj brillaba con la luz mañanera.

Indudable, ese hombre tenía un aura imponente que repelería a cualquiera. Nina quiso rechazar aquel trato desigual, abrió la boca para hablar, pero no pudo articular una palabra.

Le gustaban los hombres, así que no le agradaba que ella merodeara por su vida; si su amante lo descubriera, quizá armaría un escándalo. Sus preocupaciones no eran infundadas.

Nina sintió una punzada de compasión; comprendió que él también debía luchar contra las expectativas sociales. Resignada, se dirigió a su mesa y apenas comió unas cuantas cucharadas, cuando su voz fría irrumpió:

—Traes todos los documentos de identificación, ¿sí?

Ella levantó la cara y asintió:

—Sí, los traigo.

Él habló con tono neutro:

—Después de desayunar iremos al Registro Civil.

—¿Eh? —Nina parpadeó —¿por qué vamos allí?

Él alzó apenas los párpados y la miró, una ligera sonrisa asomó en sus labios:

—Pues para registrar el matrimonio, ¿o qué crees?
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 100

    Ricardo quería que lo intentara, pero al verla así… al final optó por no insistir.La levantó en brazos y la llevó escaleras arriba, directo al baño, donde comenzó a llenar la tina con agua tibia.Nina estaba sentada en un banquito, frunciendo el ceño, la cabeza gacha, absorta en sus pensamientos.Estaba hecha un lío.Ricardo la miraba y sentía cómo le dolía el pecho.Pero no podía tomar la decisión por ella. Tampoco forzarla.Sabía que en el fondo, Nina aún albergaba una esperanza con Juan.Seguía deseando recibir un poco de ese amor de padre que nunca tuvo.Probó el agua con la mano, luego se agachó para ayudarla a quitarse los zapatos y las medias.Nina reaccionó de inmediato, deteniéndole los movimientos con la mano.—Yo lo hago —dijo, roja como un jitomate.Ricardo soltó una pequeña carcajada y le pellizcó la nariz.—Voy a traerte tu pijama —dijo, antes de levantarse.Pero Nina ya se había puesto las sandalias y salió corriendo del baño.—¡Yo misma la busco! —gritó desde el pasill

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 99

    Ricardo, no se sabía si por costumbre o por talento natural, preparó la cena con una facilidad envidiable. Abrió el refrigerador, tomó algunos ingredientes al azar, y aun así los platos que salieron de su mano estaban tan bien presentados que daban hambre con solo verlos.Dos guisos y una sopa: la armonía de colores, el aroma tibio que llenó la cocina, todo invitaba a sentarse y comer.Nina, que en realidad no tenía mucha hambre, se levantó sola a buscar los platos y cubiertos apenas los vio servidos, sin esperar que él los pusiera en la mesa.Durante la cena, comió como si llevara días sin probar bocado.Ricardo la miraba entre divertido y molesto, hasta que la regañó:—Despacio, Nina. No vas a poder ni digerirlo —dijo, y solo entonces ella redujo un poco el ritmo.La miraba comer con tanto gusto que no sabía si reír o suspirar.Al final, él apenas probó un poco de comida y unos cuantos bocados.El resto todo fue a parar al estómago de Nina.Ricardo miró los platos vacíos sobre la mes

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 98

    Ahora, la empresa Morales era como una manzana podrida por dentro.El moho se extendía sin descanso, consumiéndolo todo.Los ejecutivos, amparados en los méritos del pasado, no solo no hacían nada, sino que se creían con derecho a mandar y abusar.Cuando el techo está torcido, el suelo no puede ser recto.Los empleados, desmotivados, trabajaban por cumplir, sin alma ni ganas.Había socios comerciales que, por puro respeto al pasado, seguían colaborando aunque ya no valiera la pena. Y los que valían la pena, los buenos, se alejaban.Ni siquiera intentaban buscar nuevas oportunidades.Todo se había vuelto un verdadero desastre.Nina suspiró varias veces, sin ánimo alguno de seguir trabajando. Agarró sus llaves, el bolso, y se fue temprano a casa.Subió las escaleras arrastrando los pies, con el bolso colgando débilmente del brazo.Entró a su habitación y se dejó caer boca arriba sobre la cama, con los ojos fijos en el techo.La empresa estaba en mala situación, y si ella no la tomaba en

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 97

    —Cuando la empresa se vaya a la quiebra, tú serás la culpable —soltó Lila con una risa altanera, llena de veneno.Nina apretó los labios, la mirada se le volvió fría y respondió de inmediato:—¿Carmen no tiene cabeza, y según tú el señor Cruz la va a seguir en todo? En ventas externas, nosotros somos el mejor socio que tiene Cruz. ¿Crees que el señor Mateo sería tan idiota como para dejarse llevar por una historia a medias?Lila se quedó pasmada, con la boca entreabierta, queriendo replicar pero sin encontrar un solo argumento sólido.—Y dime —continuó Nina, clavándole una mirada helada, —si la empresa se va al carajo, ¿te va a dar gusto? ¿O es que llevas tiempo deseándolo?—¡Yo jamás! —replicó Lila, entre dientes.—Pues más te vale. Porque cuando la empresa caiga, todo lo que ahora presumes se va a desvanecer. ¿Lo tienes claro?Lila rechinó los dientes, furiosa, pero no podía negar que Nina tenía razón.Ya encarrilada, Nina no pensaba callarse. Siguió con voz firme:—Ese software de r

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 96

    —En tu parque industrial —dijo Ricardo mientras se quitaba el saco.Nina lo vio acercarse y sentarse junto a ella. Instintivamente se hizo un poco a un lado, pero apenas se movió, Ricardo la sujetó del hombro y la atrajo hacia él, dándole un beso suave en la mejilla.Ella frunció el ceño, desconcertada. Pero Ricardo, al ver su expresión, pareció aún más encantado, y volvió a besarla, otra vez.Nina lo miró con esos ojos grandes, brillantes, y enseguida se cubrió la cara con ambas manos, ruborizada hasta los oídos.—Estamos en un restaurante —murmuró con recelo—. No hagas eso aquí.Ricardo soltó una risa baja, profunda y lenta.Él casi nunca se reía, y mucho menos así, con esa calidez seductora que desarmaba por completo.Nina mantenía las manos en su rostro, evitando mirarlo, sintiendo cómo su corazón latía descontrolado. Sentía que en cualquier momento se le iba a salir del pecho.Ricardo, al verla así, rió aún más, pero la soltó justo antes de que llegara el mesero.Durante toda la c

  • Mi dulce esposa relámpago   Capítulo 95

    —Ella no tiene poder real en Cruz —dijo Nina Morales con una sonrisa tranquila, — Y además, si perdemos a esa empresa como socia, ¿tú crees que con mi capacidad no voy a encontrar algo mucho mejor?—¡Uy uy uy! —bromeó Aurora López, —Mira nomás qué segura te has vuelto.—Mejor dime: “¡Genial, no sabía que eras tan fregona!” —respondió Nina con total seriedad.Hubo unos segundos de silencio, y luego, al unísono, ambas estallaron en una carcajada espontánea.Entre bromas y risas entraron a la oficina del director general de la filial. Nina pidió que le trajeran los últimos bocetos de diseño y los documentos correspondientes.No tardaron en llegar las personas del departamento de diseño con varias carpetas, prendas y muestras.Nina tomó los bocetos y se los pasó a Aurora.—¿Tú qué opinas?Aurora primero le echó un vistazo a la ropa, luego tomó los bocetos y negó con la cabeza.—Su diseñador es pésimo. No tiene ni visión ni gusto estético.—¡Oye! Nuestro diseñador es bastante reconocido en

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status