LOGINMis propios padres me llevaron a los tribunales, donde el juez, usando la tecnología más avanzada, extrajo nuestros recuerdos para que un jurado de cien personas dictara sentencia.
View More—¡Saquen de aquí a esa hipócrita de dos caras! ¡La que debe ser castigada es ella! —gritó mi padre con voz atronadora.Yo me puse de pie.—Señor juez, solicito que se extraiga la memoria de Carla Ramos.El lugar se volvió un caos. Los miembros del jurado murmuraban entre ellos, y en la pantalla los comentarios corrían tan rápido que apenas se distinguían las palabras.El juez meditó unos segundos y finalmente asintió.Carla forcejeó con todas sus fuerzas, pero era inútil. No tenía manera de resistirse. Al final fue obligada a ponerse el dispositivo de extracción de memorias.Las imágenes comenzaron a proyectarse en la gran pantalla.Un abogado colocó un contrato frente a ella.—Tus padres contrataron un seguro de vida cada uno. Tú eres la beneficiaria. La indemnización suma varias decenas de miles de dólares. Pero como eres menor de edad, ese dinero deberá ser custodiado por tu nuevo tutor.—Ellos solo tienen derecho a guardarlo, no a usarlo. Hasta que cumplas la mayoría de edad, nadie
—Todo lo tuyo es mío, ¿por qué sigues viva? ¡Deberías morirte ya!Poco a poco empecé a darme cuenta de la maldad de Carla.Me alejé de mi familia no solo por mis padres, sino porque no quería seguir peleando con ella.Si fue capaz de quitarme hasta el amor de mis propios padres, ¿qué cosa no podría arrebatarme?Yo sabía bien cuál era mi lugar y no quería seguir revolcándome en ese lodo.Pero aunque yo no la buscara, Carla siempre terminaba encontrándome.Me contó que la primera cita arreglada había fracasado, pero mi padre no se daba por vencido.Ya planeaban una segunda.—Esta vez el hombre es viejo, feo, vicioso y jugador, pero ofrece treinta mil dólares de dote. Si le das un hijo varón, te suma diez mil más.No entendía por qué me odiaba tanto.Terminamos discutiendo.—Carla, ¿estás loca o qué? ¿Por qué te empeñas en vengarte de mí? Tú sabes mejor que nadie cómo murieron tus padres.—¡Mis papás murieron por tu culpa! —gritó fuera de sí—. ¡Eres tú la que debería estar muerta!Se lanz
A veces me pregunto si de verdad eran mis padres.La segunda vez que vi a Carla fue cuando yo tenía diez años.Era Navidad, y su familia vino de visita a nuestra casa. Los adultos habían planeado un viaje a la famosa ciudad A.Como mis papás tuvieron un imprevisto, los padres de Carla me llevaron con ellos primero.En el camino volvieron a discutir, y luego se quedaron en un silencio helado, ignorándose mutuamente.Carla y yo íbamos atrás, apretadas por la tensión en el carro, sin atrevernos a decir palabra.De pronto, Carla extendió la mano para agarrar a su mamá, que iba en el asiento del copiloto, y le susurró:—Mamá, ya no te enojes.Pero la señora, todavía encendida, apartó de golpe la mano de Carla. El movimiento fue tan brusco que, al encogerse Carla, la mano terminó estampándose contra la cara del padre que iba manejando.Él estalló como una fiera. Rugiendo, se lanzó contra su mujer y le soltó un bofetón brutal.Justo en ese segundo soltó el volante, y una roca enorme se despr
Veinte mil dólares.Con razón me llamaron de repente para que regresara.De pronto todo me pareció ridículo. Señalé a Carla, que no había abierto la boca, y me reí en la cara de Javier.—Mírala a ella, ¿qué tal? Es bonita, tiene estudios, te queda perfecta.¡Paf!La mano de mi madre azotó mi cara con tal fuerza que sus uñas largas me rajaron la mejilla. Un hilo de sangre empezó a deslizarse lentamente.—¿Cómo te atreves a hablar así, malagradecida?Su grito desgarrado me hacía ver como si yo fuera la que estaba vendiendo a su propia hija.Así que sí sabían que aquello era un infierno.Salí tambaleándome de la casa, llorando a gritos.Ya nunca más tendría ni una pizca de apego a ese lugar.No pasó mucho tiempo antes de que empezara la pesadilla: Javier me inundó de llamadas y mensajes exigiendo que le devolviera los veinte mil de la dote, amenazando con matar a toda mi familia si no lo hacía.Yo le respondí con frialdad:—Pues hazlo.Después, la exigencia de dinero se volvió acoso, hast






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