Share

Capítulo 9

Author: Amanda Dasilva
Cuando Soraya salió del registro civil con el certificado de matrimonio en la mano, por fin sintió que volvía a estar conectada con el mundo real.

Y se preguntó: “¿Así, tan fácil, ya estamos casados? ¿Y nada menos que con mi profesor de la universidad?”

Giró la cabeza hacia Ezequiel y lo encontró tomando una foto del certificado.

Claro que Soraya no iba a pensar que Ezequiel quería publicarla a Instagram. Desde aquel día en que lo agregó a WhatsApp, ella había curioseado en secreto su cuenta de Instagram, la cual estaba completamente vacía.

Ezequiel notó su mirada y explicó:

—Solo para avisarles a mis padres.

La mirada de Soraya se detuvo y preguntó:

—¿Yo… debo conocerlos…?

Ezequiel arqueó una ceja y la miró.

El rostro de Soraya se encendió al instante y, con cierta vergüenza, corrigió:

—Quiero decir… ¿cuándo voy a conocer a mis suegros?

Apenas lo dijo, pensó con vergüenza: “¡Dios mío, qué raro suena!”

—No hay prisa —respondió Ezequiel, guardando el certificado—. Están de vacaciones en el extranjero y no volverán pronto.

—¿Y si no les gusto? —preguntó Soraya, preocupada.

Al fin y al cabo, Ezequiel era tan perfecto y ella… pues, no era nada del otro mundo. ¿Qué tal si sus padres pensaban que su hijo, tan valioso como una flor, había terminado en manos de un burro?

—Tranquila, ya dijeron que eres muy linda.

—¿En serio? —Soraya lo miró con los ojos brillando de sorpresa.

Ezequiel explicó con calma:

—Vieron la foto del certificado y comentaron que te ves adorable. Hasta me dijeron que no me atreva a hacerte sufrir.

La cara de Soraya ardió al instante.

Ezequiel, al notar sus orejas enrojecidas, continuó con una leve sonrisa:

—¿Tienes algo que hacer ahora? Quiero llevarte a un lugar.

—¿A dónde?

—Ya lo verás cuando lleguemos.

Cuando Soraya lo siguió hasta un complejo residencial, se quedó completamente atónita.

El agente inmobiliario caminaba delante de ellos mientras explicaba:

—Este apartamento está orientado al suroeste; desde el balcón se puede ver la puesta de sol y el cielo del atardecer. Lo más conveniente es que ya viene con acabados completos, pueden mudarse de inmediato. Solo tendrían que añadir los muebles que prefieran. Los llevo a ver las habitaciones.

Soraya lo seguía pasito a pasito detrás de Ezequiel, hasta que él se detuvo de golpe y ella casi terminó chocando contra su espalda.

—Con calma —dijo Ezequiel con voz suave, sosteniéndola con una mano—. ¿Qué te parece?

—¿Qué? —Soraya lo miró con expresión aturdida, completamente perdida.

—¿Te gusta este apartamento?

—Yo… yo no sé —balbuceó ella.

Ezequiel la miró y respondió con toda seriedad:

—Tienes que saberlo, porque este será nuestro futuro hogar. Tú dijiste que querías una casa.

Soraya se sintió profundamente conmovida.

Él había recordado sus palabras. Aquellas frases que ella había soltado entre lágrimas y desesperación, él las había guardado y atesorado en su memoria.

Soraya seguía contemplándolo absorta cuando Ezequiel le tomó la mano con delicadeza y la guio hacia las habitaciones.

Pronto, comenzó a describir sus planes para cada una.

—Este es el dormitorio principal. Es bastante amplio, el armario es grande, aunque falta un tocador; luego puedes comprar uno en internet. La habitación secundaria podemos convertirla en el cuarto del bebé. Cuando crezca un poco, podrá dormir aquí. Y la más pequeña podríamos adaptarla como estudio. Tú podrías estudiar ahí, y yo trabajar. Y si algún día pensamos en un segundo hijo, entonces compramos un apartamento de cuatro habitaciones o la volvemos a usar como dormitorio.

Ezequiel dibujaba un futuro para los dos. Mientras lo escuchaba, Soraya empezó a imaginar su vida después de casarse: leyendo junto a él en el estudio, jugando con su hijo, sentados juntos en el balcón mirando el atardecer… Solo con pensarlo, ya le parecía un sueño hermoso.

Al final, Ezequiel cerró el trato de compra de ese apartamento en solo dos horas. Después de almorzar juntos, Ezequiel llevó a Soraya de regreso a la universidad.

—Estos días puedes ir pensando en los detalles que quieras añadir —dijo Ezequiel mientras conducía—. Los muebles grandes los elegiré yo, pero antes de comprar te pediré tu opinión. Como viviremos ahí varios años, si algo no te gusta, solo dímelo sin rodeos.

Soraya, sentada en el asiento del copiloto, asintió obedientemente.

—En menos de dos semanas ya podríamos mudarnos. Ve tramitando el permiso para vivir fuera de la residencia.

—¿Qué? —Soraya lo miró sorprendida. "¿Así de rápido voy a vivir con él?", se preguntó.

Ezequiel pareció leer su pensamiento y explicó:

—Ahora que estás embarazada, el dormitorio de la universidad no es conveniente, y yo no podría cuidarte bien desde la distancia.

—Yo puedo cuidarme sola —murmuró Soraya.

—Pregunté por tu residencia —continuó él—. Las camas están arriba y las mesas abajo, ¿cierto? Subir y bajar escaleras no es seguro para ti en tu estado.

Soraya se quedó callada.

Ezequiel la miró de reojo y preguntó:

—¿Qué es lo que te preocupa?

—Tengo miedo de que los otros se enteren de que nos casamos.

Ezequiel cambió de expresión y, con un tono serio, preguntó:

—¿Acaso nuestro matrimonio es algo vergonzoso?

Soraya, asustada por el malentendido, negó de inmediato.

—¡No, no es así! Es solo que… me siento un poco presionada.

Con la fama que tenía Ezequiel en la universidad, si los demás descubrían que se había casado con él, su vida estudiantil no volvería a ser igual.

Ezequiel la miró con el ceño fruncido y, al final, suspiró.

—Nuestro matrimonio no podrá ser un secreto para siempre, en cuanto tu embarazo se note, todos lo sabrán. Si ahora todo esto te resulta demasiada presión, podemos esperar un poco para anunciarlo. Pero sí o sí tendrás que mudarte conmigo.

“Ezequiel tiene razón, subir y bajar de la litera no era nada seguro para alguien embarazada como yo,” pensó Soraya y, pronto asintió.

—Está bien.

El auto se detuvo en la entrada de la universidad. Soraya ya iba a abrir la puerta para bajar, pero Ezequiel la detuvo.

—Espera.

Al girarse, vio que él le extendía una tarjeta de crédito. Soraya se sorprendió y de inmediato la rechazó.

—¡No, no la quiero!

—Tómala —dijo él, metiéndosela en la mano sin darle opción—. Ahora soy tu esposo, es mi responsabilidad.

La tarjeta en su palma le pesaba como una tonelada.

Ezequiel notó su incomodidad y, con calma, añadió:

—Solo hay cinco mil dólares en esta tarjeta. Úsalos para comprarte algo de ropa o comida que te guste. Aún eres joven. Cuando seas mayor, entonces sí te daré mi tarjeta de sueldo.

Soraya casi se atragantó con la idea, pensó, “¿Yo? ¿Administrando su salario? Ni en mis sueños más locos me hubiera atrevido a imaginarlo”.

—La clave son los últimos seis dígitos. Si puedes, sácalo y guárdalo en tu cuenta. Ah, y escuché que ahora existe algo llamado “cuenta compartida”; lo investigaré otro día.

Cada palabra y cada gesto de Ezequiel provocaban que las emociones de Soraya subieran y bajaran como en una montaña rusa.

—Anda, cuídate —dijo él al despedirse.

Así, Soraya bajó del auto todavía aturdida, viendo el auto de Ezequiel se alejaba.

Ese día había sido, sin exagerar, el más intenso y emocionante que todos sus veintiún años anteriores juntos.

Se pellizcó la mano.

—¡Ay! ¡Sí duele! —murmuró—. Todo lo que pasó es real, no un sueño.

Cuando por fin recobró el sentido, percibió la tarjeta aún en su mano. Miró alrededor con cautela, como si escondiera un secreto peligroso, y la guardó de inmediato en su bolso.

Al entrar al campus, sus pasos, sin que ella se diera cuenta, comenzaron a volverse más ligeros.

***

—Sora, ¿qué haces mirando tocadores?

Soraya estaba sentada en su escritorio del dormitorio cuando Zulma se inclinó sobre ella. Había visto que tenía abierto Mercado Libre y estaba hojeando modelos de tocadores, así que preguntó con curiosidad.

—Yo… yo pensaba comprar uno para mi casa —respondió Soraya, evasiva.

—¿Un tocador? Con lo chiquito que es tu cuarto, apenas cabe un escritorio y ya, ¿y todavía quieres meter un tocador? —Zulma frunció el ceño y señaló la pantalla—. Además, uno tan bonito como ese, en tu cuarto sería un desperdicio total.

Soraya no le hizo caso a su comentario y, en cambio, se inclinó un poco hacia ella para preguntar en voz baja:

—¿Y tú cuál crees que se ve más lindo?

Zulma señaló uno de aspecto más acogedor.

—Ese. Pero está algo caro, ¿no? Para tu habitación no vale la pena.

A Soraya también le gustaba justo ese. Le tomó una captura y pensó en silencio que, aunque fuera caro, un hogar bonito merecía la inversión. Con lo que ganaba en sus trabajos de medio tiempo, comprarse algo que realmente le gustara no era ningún exceso.

—Sora, ¿adónde te fuiste ayer, que pediste permiso? —preguntó Zulma de repente.

Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 100

    Ezequiel estaba marcando con el bolígrafo en el menú cuando se detuvo.—¿No que no comes picante?—Zulma sí come —respondió Soraya en voz baja.Él asintió y marcó el platillo de carne en salsa picante.Zulma, desde el otro lado de la mesa, los miraba fijamente. Estaban sentados bastante cerca, de manera natural, y la mano herida de Ezequiel descansaba sobre el respaldo de la silla de Soraya, mientras con la otra iba señalando en la carta. Ella, más pequeña a su lado, parecía envuelta por completo en su aura, como si él la rodeara con todo su ser.“Así que este es el verdadero profesor Alonso en privado”, pensó Zulma, con los ojos brillándole de curiosidad.En la escuela, todos veían a Ezequiel como alguien serio, elegante, con un aire académico. Incluso cuando sonreía en clase, imponía cierto respeto. Esa solemnidad hacía que muchos estudiantes le tuvieran un poco de miedo.Pero, claro, eso no impedía que más de una tuviera fantasías con él.“Muchas soñarían con bajar a un hombre tan g

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 99

    Soraya: “Deja de decir tonterías. Emoji de carita roja.”Zulma: “Mira bien. Y ahora que lo veo mejor… ¡tú y el profesor Alonso hacen una linda pareja!”¿Pareja?Soraya apenas podía creer que esa palabra pudiera usarse entre ella y Ezequiel.Zulma: “Con el trofeo en la mano y él a tu lado, parecía que ustedes se encontraron en la cima”.Soraya se quedó mirando la foto fijamente, hasta que una sonrisa apareció en su cara sin que se diera cuenta.“¿Encuentro en la cima?” Le encantaba esa expresión, tanto que, generosa, le escribió:Soraya: “Esta noche te invito a cenar”.Zulma: “¡Súper!”Zulma: “¡Y por qué no me avisaste antes! Si sabía que había banquete, almorzaba menos”.Zulma: “No, no, antes de cenar tengo que vaciar mis instintos. Así como estoy puedo comer el doble”.Soraya se quedó sin palabras y sin ganas de seguirle la charla.Al terminar de hablar con Zulma, pensó un momento y luego le reenvió la foto a Ezequiel. Él justo se preparaba para ir a dar su última clase del día.Al ab

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 98

    Soraya les devolvió aquellas palabras con indiferencia y, tras decirlo, se marchó con elegancia.Yolanda se quedó mirando su espalda un buen rato antes de reaccionar. Luego, furiosa, le dio un empujón en el hombro a Lucas y exclamó:—¡Todo es culpa tuya! Esa última pregunta era facilísima y la fallaste. ¡Mira, ahora el primer puesto se lo llevó ella!Lucas ya estaba bastante molesto por haber perdido el primer lugar por un error, y Yolanda, en lugar de consolarlo, todavía lo remataba.—¿Puedes callarte? Si eres tan buena, ¿por qué no estabas en la competencia? —respondió él con fastidio.Yolanda se encendió de rabia.—Lucas, ¿qué quieres decir con eso? ¿Tú también me menosprecias?“Obviamente tú misma sabes la verdad…”, pensó Lucas para sus adentros.No quiso seguir discutiendo con ella, así que simplemente se dio la vuelta y se marchó. Pero Yolanda no lo soltó; lo agarró del brazo con uñas y dientes.—¡No te vas a ir! Primero dime: ¿acaso en el fondo piensas que no valgo nada porque S

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 97

    —Que responda Soraya —anunció el presentador.Soraya respondió con voz temblorosa:—En la parte posterior de la circunvolución temporal superior izquierda.El presentador sonrió.—Respuesta correcta. Felicidades a Soraya por obtener el primer lugar.El auditorio estalló en aplausos.Soraya casi no podía quedarse sentada; buscó con la mirada y encontró a Ezequiel entre el público. Él estaba sentado, aplaudiendo serenamente, con la mirada fija en ella y una leve sonrisa dibujada en el rostro.Soraya sintió una satisfacción que jamás había experimentado.“¿Estará Ezequiel orgulloso de mí? Aunque sea un poquito…”, pensó.Ganar la competencia significaba estar un paso más cerca de él.A un lado, Lucas se dejó caer en la silla, abatido. En las gradas, Yolanda bufó con desdén y murmuró entre dientes:—Seguro que ganó de pura suerte.El premio del primer lugar consistía en un trofeo y un reloj deportivo inteligente. Después de la entrega de premios a los participantes, llegó el momento de las f

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 96

    “¡Pum!”Soraya apretó el botón con la velocidad más rápida de su vida.—Muy bien, que responda Soraya.—Linfocitos.—Respuesta correcta, un punto.—Tercera pregunta: ¿cuál es el órgano más grande del cuerpo humano?“¡Pum!”—Responde Josefina.—La piel.—Respuesta correcta, un punto para Josefina.***La atmósfera se volvía cada vez más tensa. Con el aumento de la dificultad, las diferencias de puntaje empezaron a notarse. Algunos, aunque sabían la respuesta, eran demasiado lentos para alcanzar el botón y solo podían mirar impotentes cómo otros sumaban puntos.En el escenario, la competencia ardía. Sin embargo, en el público, la tensión no era menor.Ezequiel, con expresión serena, mantenía la mirada fija en Soraya.La Soraya de la competencia era distinta a la de siempre. Sus ojos se clavaban en la pantalla gigante, con la mandíbula tensa, mostrando una concentración absoluta.Y no importa la persona: cuando alguien se toma algo en serio, desprende un encanto especial.Ezequiel había v

  • Pasé una noche de locura con mi profesor   Capítulo 95

    Soraya mantenía la mirada fija en la pantalla del celular, con los dedos volando sobre ella.Veinte minutos pasaron en un suspiro y la plataforma del examen se cerró sola.—Primera ronda terminada, ahora vamos con la calificación —anunció el presentador, un estudiante del consejo, mientras intercambiaba unas palabras en voz baja con los jueces.Soraya, al fin, aflojó la tensión de sus manos; estaba bastante segura de su desempeño.Y, efectivamente, el presentador publicó los resultados en la pantalla gigante.—De la clínica año 21, clase 5, Juana Adorno; de la clínica año 22, clase 7, Soraya Rojas; de la clínica año 22, clase 3, Lucas Barreto; de la clínica año 23, clase 9, Lorenzo Camacho; de odontología año 20, clase 2, Sergio Lima; de enfermería año 20, Josefina Meza… Felicidades a los diez que pasan a la siguiente ronda de preguntas rápidas. Por favor, suban al escenario y tomen asiento.El auditorio estalló en aplausos.Soraya se levantó y subió al escenario.Había diez mesas alin

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status