Con el ánimo por los suelos, Soraya casi se desmayó en sus propios pensamientos, “¡Dios mío! ¿Cómo diablos voy a mirarle a los ojos al profesor… después de descubrir que él fue con quien pasé esa noche de locura?”Zulma, que seguía encantada con la idea de tener un profesor guapo, bajó la vista y vio a Soraya desplomada sobre el pupitre, con la expresión de alguien que ya no espera nada de la vida.—Sora, ¿qué te pasa? Tienes cara como si hubieras tragado mierda.Si pudiera elegir, Soraya preferiría tragársela de verdad.—Zulma… —balbuceó, con los ojos a punto de quebrarse en lágrimas—. Estoy acabada, metí la pata… estoy jodida.—¿De qué hablas? —preguntó Zulma, sin entender nada.En ese instante, una voz clara y profunda retumbó desde la tarima.—Silencio.Esa voz se superpuso al recuerdo de aquella noche, y la frágil esperanza que Soraya aún guardaba se hizo pedazos.Era él. Aunque aquella noche su voz había sonado más grave, más ronca, ella no podía equivocarse.Bastó una sola palab
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