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Capítulo 3

Penulis: Puente
La voz fría pero clara de León resonó cerca de mi oído:

—Señorita Blanca, sé que me elegiste por necesidad. Pero te prometo que, dentro de mis capacidades, nunca permitiré que sufras.

Al escucharlo, me giré instintivamente y terminé chocando contra su pecho.

Un aroma peculiar invadió mis fosas nasales.

Levanté la vista para mirarlo y respondí con lentitud deliberada:

—León, soy yo quien te eligió. Y de ahora en adelante, llámame Blanca. Nada de formalidades.

Vi un destello de algo inusual en sus ojos.

—De acuerdo… Blanca.

Tres días después, las bodas se celebraron según lo planeado.

Ambas ceremonias tuvieron lugar en el mismo restaurante.

La boda de la manada de lobo fue aún más espléndida que en mi vida pasada. Incluso invitaron a la manada de fénix, reclusa por naturaleza, para entretener a los invitados. Todas las grandes familias asistieron.

En cambio, el evento de la manada de serpiente fue modesto. Sin invitados externos, pero los miembros de la manada estaban eufóricos: un matrimonio con una humana pura significaba una oportunidad para competir por el liderazgo de la Alianza.

Después de la ceremonia, me encontré cara a cara con Valeria.

Ella alzó el cuello para exhibir marcas amorosas en su piel.

—Hermana, jamás imaginé que el lobo tuvo tanta energía. Seguro pronto daré a luz un heredero.

Sonreí.

—Pues te deseo que se cumplan tus deseos.

Valeria subestimó el embarazo. Humanos y bestias eran especies distintas: concebir naturalmente requirió más de un año.

En mi vida pasada, al verme embarazarme "fácilmente", asumió que ella también podría. Ya había proclamado que lo lograría en seis meses.

Al ver la actitud tan segura de Valeria, incluso Luciano lo creyó sin dudarlo.

Mi calma pareció provocarla.

—Bah, ni entiendes. Al fin y al cabo, te casaste con una manada de mendigos.

Miró con desdén a los serpientes cercanos y pasó junto a mí.

La agarré del brazo.

—¡Valeria! Pide disculpas. ¡A la manada de serpiente!

Ella se sacudió, furiosa.

—¡Blanca, estás loca!

Nuestra discusión en el salón atrajo miradas.

Al final, mi padre intervino y obligó a Valeria a disculparse.

Aunque los serpientes eran el último eslabón entre las bestias, ninguna manada toleraría el insulto de un humano.

Al marcharse, Valeria me lanzó una mirada venenosa y susurró:

—Esta vez, yo ganaré.

En la noche de bodas, me quedé paralizada al ver el cuerpo desnudo de León.

¿Por qué nadie pensó en mencionarme que que las serpientes venían con doble equipo bajo el cinturón?

Al notar mi inmovilidad, León palideció y alcanzó su ropa.

—¿Qué haces? —le quité la camisa, frunciendo el ceño.

—Pensé que… no querías.

Quedó desnudo y vulnerable frente a la cama, sus ojos verdes oscureciéndose.

Si no actuaba, lo haría yo.

Le rodeé el cuello y lo atraje hacia mí. Al contacto, ese aroma único me envolvió otra vez.

—León, hueles increíble.

La frase se escapó antes de pensarlo.

Sus orejas se tiñeron de rosa. Luego, sus besos se volvieron urgentes, descendiendo desde mi frente hasta lugares más íntimos.

Entrelazamos los dedos, entregados al placer.

Siempre creí que los lobos, con sus cuerpos robustos, serían los mejores amantes.

Pero las serpientes tenían sus encantos.

León no me dejó dormir hasta el amanecer.

Tres meses después, llegaron noticias: Valeria estaba embarazada.

Me quedé helada. Nunca en mil años una humana había concebido en solo tres meses.

De no ser por su vientre abultado, no lo habría creído.

La manada de lobo celebró una fastuosa ceremonia.

Luciano, ebrio de orgullo, brindó:

—¡Nuestros ancestros nos bendicen! ¡Un heredero en tiempo récord!

Todos adulaban, asumiendo que el próximo líder de la Alianza sería de la manada de lobo.

Por rango, debía sentarme al fondo con León.

Pero Valeria insistió en ponerme a su lado. No desperdiciaría la oportunidad de humillarme.

Acarició su vientre con desdén.

—Hermana, ¿ni siquiera un síntoma? Claro… la sangre bastarda nunca es fértil.

Los híbridos solo necesitan dos meses para nacer.

El suyo llegaría el próximo mes.

Valeria, ya hinchada, ignoraba que los híbridos son grandes por naturaleza.

El parto sería agonizante.

En mi vida pasada, aun controlando mi peso, el alumbramiento duró un día entero.

Pero al ver a Alejandro dormir en mis brazos, valió la pena.

Bebí un trago de vino y solté:

—El embarazo más corto aun duró un año. ¿Qué truco usaste para lograrlo en tres?

Valeria giró bruscamente la cabeza y me miró fijamente, con sus ojos brillando de inquietud

—¿Qué insinúas?

Su pánico confirmó mis sospechas. Valeria nunca fue buena mintiendo.

—¡Brindo por tu parto exitoso!

Tomé mi copa y brindé por ella, luego busqué a León y nos marchamos juntos.

Un mes después, Valeria pasó tres días en labor de parto.

Pero tras siete días, los lobos no presentaron al bebé.

Hasta mi padre fue rechazado al visitarla.

Algo andaba mal.

Quince días después, me llamó a casa.

Antes de salir, la mirada preocupada de León me hizo invitarlo.

En la sala, Valeria sollozaba abrazando a un lobezno rojo híbrido.
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