LOGINEn mi vida pasada, mi hermana Marina y yo dimos con dos huevos misteriosos y los pusimos a salvo. Del suyo nació una serpiente de hielo, y del mío un fénix envuelto en llamas. Marina me arrebató el fénix que yo había criado con tanto cariño, pero nunca pensó que acabaríamos viviendo un apocalipsis de calor extremo. Ella se murió asfixiada por el calor y, en su último aliento, logró persuadir a Iván, mi esposo —la serpiente de hielo— para que me estrangulara. Pero nadie imaginó que volveríamos al mismo día en que esos dos huevos empezaban a romperse. Esta vez, Marina se quedó con Iván. Creía que, con él a su lado, podría salir adelante sin problema en ese infierno de calor, confiando en su poder helado. Pero lo que no sabía era que, para mantener su fuerza, esa serpiente necesitaba alimentarse de sangre fresca todos los días.
View MoreIván miró a Marina con una frialdad que cortaba el aire.Su voz salió helada:—Marina, eres una desagradecida. Te aprovechas de mi poder y aún así me pegas. ¿Quieres morir, acaso?Marina, incendiada por la rabia, respondió fuera de sí:—¡Iván! Te dejé beber mi sangre porque tu poder me mantenía viva. ¡Y mira ahora! ¡El agua está a punto de inundar la casa! ¿De qué me sirve tu don ahora? ¡Elegirte fue un error, ojalá hubiera elegido al maldito fénix!Iván le devolvió la sonrisa, seca y sarcástica.—¿Acaso no elegiste ya al fénix en la vida pasada? ¿Y mirá qué bien te salió —dijo con sorna—. Bueno, Marina, me acabas de dar una razón para no quedarme aquí perdiendo el tiempo, ¿no crees?Marina se quedó sin palabras. Luego, como si algo se le hubiera ocurrido, recuperó una chispa de esperanza y preguntó rápido:—Iván, ¿tienes algún plan para sacarnos de esto?Él sonrió con desprecio:—Con mi poder, convertir esa agua en hielo no sería problema.Los ojos de Marina se iluminaron de inmediato
A través del espejo vi que el agua del río casi llegaba a las ventanas de la casa de Marina.Ahí entendí por qué, de repente, había decidido pedirme ayuda. Aunque se le notaba la desesperación, seguía con su aire altivo de siempre.—Celia, ¿por qué no dices nada? —soltó Marina con ese tono de superioridad—. Solo porque eres mi hermana estoy considerándote. No seas ingrata.Se me escapó una sonrisa irónica.—¿Ah, sí? ¿Y ahora debería darte las gracias?Marina no notó la burla y siguió como si nada.—Claro. Soy tu salvadora, te lo digo. Tienes que arrodillarte y pedírmelo.—Mejor que lo haga otro —respondí, con calma—Corté la llamada sin pensarlo. El celular volvió a sonar enseguida y me venció la curiosidad: ¿qué excusa inventaría ahora?Al contestar, su voz sonaba tensa, aunque intentaba mantener la arrogancia.—Está bien, Celia —dijo—. Como eres mi hermana, tendré algo de compasión. No hace falta que te arrodilles. Dime dónde estás. Ven a buscarnos a Iván y a mí. Llévanos al Monte O
Al ver la cara enfurruñada de Isandro no pude evitar soltar una risa.Isandro, al notar mi reacción, se enojó aún más.—¡No quiero que la busques más! —protestó—. En la vida pasada fuiste tú quien me sacó del huevo, ¡pero ella me lo quitó! Pensé que eras mi salvación... y al final le di todo a esa mujer. ¡Qué idiota fui!—¿Cómo sabes que fui yo quien te sacó del huevo? —pregunté, sorprendida.—¡Porque me cantaste! —respondió con fuerza—. Cantabas fatal, pero cuando escuché la voz de Marina, tan dulce, supe que no era ella. Quise encontrarte, quería que todo volviera a ser como debía... pero entonces llegó el apocalipsis de calor. Vi que Iván podía bajar la temperatura y creí que estarías bien con él. ¡Jamás imaginé que te haría tanto daño!Me ardieron las mejillas de pura vergüenza al recordar que Isandro me había escuchado cantar cuando aún estaba en el huevo. Al pensarlo, comprendí algo doloroso: los dos habíamos caído otra vez en lo mismo, atrapados entre el calor y la desesperació
Isandro me pidió que me quedara en el sótano mientras él salía a ver qué pasaba afuera.Tardó un buen rato en regresar.—Celia —dijo en voz baja—, el nivel del agua subió muchísimo. Aunque el sótano está cerrado, se está acumulando demasiada. Si sigue así, en unos días todo esto va a quedar inundado.Me quedé en silencio, intentando procesar lo que acababa de decir.Entonces lo entendí: con el calor insoportable de los últimos días, los glaciares debían estarse derritiendo.El agua bajaba sin parar... y con ese calor, no era raro que la lluvia tampoco se detuviera.Si seguía así, solo era cuestión de tiempo para que nos ahogáramos aquí abajo.Se lo dije a Isandro, y él asintió, preocupado.—Isandro —dije al fin, con decisión—, tenemos que salir de aquí cuanto antes.Él se mordió el labio, tenso.—Lo sé, pero afuera el calor es insoportable. Si salimos, podríamos morir. —Bajó la cabeza, con culpa—. Todo esto es mi culpa. No tengo poder para protegerte. Si hubieras elegido a Iván...Le t
Al oírme, Marina se quedó callada unos segundos antes de soltar una risa burlona.—Celia, ¿te volviste loca de celos? ¿En serio inventaste una excusa tan ridícula?—Marina —respondí con calma—, ¿de verdad crees que fuiste la única que reencarnó? Y, por cierto... Isandro es un gran chico. Supongo que debería agradecerte por habérmelo cedido.Dicho eso, colgué sin pensarlo dos veces.A través del espejo vi cómo Marina lanzaba el celular contra el suelo, furiosa.Iván, al verla, frunció el ceño con evidente fastidio.—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan alterada?—¡Iván! ¡Celia también reencarnó! ¡Sabe todo lo que me hiciste!—Si lo sabe, que lo sepa —respondió Iván con una sonrisa cínica—. ¿Y qué?—¿Cómo se supone que mantenga la ventaja ahora? ¡Seguro se está riendo de mí!—Marina, yo soy quien te da frescura. ¿Y ella? ¿Qué puede ofrecerte Isandro? Ese inútil no sirve para nada.Sus palabras parecieron calmarla.Marina respiró hondo y poco a poco volvió a recuperar la compostura.—Tienes r
Antes de que Marina terminara de hablar, los colmillos de Iván se hundieron en su brazo.Un grito desgarrador cortó el aire, tan agudo y desesperado que me heló la sangre.Marina quedó rígida, inmóvil, con la boca abierta en un intento inútil de respirar.Sabía que el veneno de Iván había paralizado sus nervios, pero eso tenía un precio: el dolor se amplificaba hasta lo insoportable.La cara de Marina se torció por la agonía, y sus gritos retumbaban en todo el sótano, tan fuertes que me zumbaban los oídos.Apagué el espejo de inmediato.Al girarme, encontré a Isandro mirándome con el ceño fruncido, entre triste y preocupado.—¿Qué pasa, Isandro? —pregunté en voz baja.Sin responder, me abrazó con fuerza, envolviéndome entre sus alas cálidas y protectoras.—Celia... ¿también te hizo eso en tu vida pasada? —susurró con la voz temblorosa.Sentí que sus palabras me atravesaban.Podía ver cuánto le dolía saber lo que me había pasado, y por un instante, algo se revolvió dentro de mí.Sentí u
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