Sofía, con toda la seriedad del mundo, nos presentó a su supuesto esposo: el príncipe Andrés Morales.—Mi amor dice que en cuanto nazca nuestro bebé, será heredero. Así que vayan buscándose mi favor.Sonrió con aire de triunfo y añadió, con una mirada arrogante:—Si no, yo digo una palabra y esta empresa se viene abajo. ¡Y tú, Catalina, adiós trabajo!Todos intercambiaron miradas. Algo no encajaba, pero Sofía seguía perdida en su fantasía de princesa.Mi compañera Teresa, harta de oírla presumir, se acercó y me susurró al oído:—¿Qué príncipe va a donar su semen? Además, allí tienen clases muy marcadas. ¿De verdad creerían que permitirían que un príncipe se casara con una extranjera y le diera la corona?Aun así, Andrés era generoso con Sofía.Poco después de que se quejara de que sus joyas eran demasiado sencillas, un diseñador de alta costura fue personalmente a crearle una colección exclusiva.Sofía disfrutaba de las miradas envidiosas de todos, radiante, completamente satisfecha.E
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