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Capítulo 3

Author: Lisa
Mis lágrimas brotaron sin control, ya no podía contener mis emociones.

—¡¿Quién te dejó entrar?! —la voz de Nicolás resonó repentinamente desde la puerta.

***

Nicolás se detuvo al ver mis lágrimas. Abría la boca para explicarse cuando unos pasos apresurados se escucharon a lo lejos.

Al levantar la vista, vi a Patricia llegando con prisa.

Su mirada se posó en la placa que sostenía en mis manos. Instintivamente alzó la cabeza hacia Nicolás.

Pero Nicolás no dijo nada, solo permaneció allí con los labios apretados.

Patricia parecía no estar acostumbrada a ser ignorada de esa manera, y sus ojos se llenaron de lágrimas al instante.

—Perdón, esta placa es mía, ¿me la puedes devolver? —dijo con voz temblorosa.

Me reí con desdén.

—Tu escritorio está justo aquí, ¿para qué devolvértela?

Coloqué la placa nuevamente sobre el escritorio.

—Daniela, no te pases —Nicolás, que hasta entonces había permanecido en silencio, habló de repente—.

Sus ojos estaban cargados de advertencia, como si me reprochara mi desmesura.

Lo miré con sorpresa. ¿Me estaba diciendo que yo estaba exagerando?

Patricia vio que Nicolás la estaba defendiendo y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios.

Aun así, mantuvo esa expresión de víctima indefensa.

—Nicolás, no le hables así, ella no sabe lo que está pasando —dijo, acercándose a mí como para explicarme algo. —Y, efectivamente, continuó—: Tengo mis razones para trabajar aquí…

—Ya basta, ¿para qué le vas a explicar? —frunció Nicolás el ceño con fuerza—. Entraste por el proceso normal de selección y ella no tiene por qué meterse en eso.

Al escuchar esto, no pude evitar sonreír con ironía.

Según lo que averigüé con mi detective privado, Patricia solo era una estudiante común de una escuela técnica, ni siquiera había podido ingresar a la universidad.

Pero la compañía de Nicolás solo contrataba personal con estudios de posgrado.

Cuando yo le había pedido que me dejara entrar, él usó exactamente la misma excusa para negarse. Lo rechacé y después me quedé tragándome sola el coraje.

Al verme enfurruñada escondida en un rincón, Nicolás por primera vez bajó un poco el tono:

—No es que no quiera hacerte un favor, Daniela. Ya sabes que la empresa solo contrata posgrados, y tú solo eres licenciada.

Lo miré con los ojos abiertos, llena de incredulidad.

—Yo también fui aceptada en su momento, sólo que por circunstancias especiales no llegué a cursar la maestría, ¿ya se te olvidó?

Él suspiró:

—Al final, no fuiste, ¿no?

No pude responder; la verdad es que nunca fui a la universidad.

—¿No era tu empresa solo para gente con altos estudios? —dije con voz fría.

Pero al pronunciarlo, me di cuenta de que me estaba humillando sola.

Nicolás no respondió, solo me miró con desdén.

Respiré hondo y miré a Patricia, diciendo:

—Por favor, sal un momento, necesito hablar con el señor Varas —dije con firmeza.

Patricia asintió, pero Nicolás la detuvo cuando intentaba girar hacia la puerta.

—Su oficina está aquí mismo, ¿a dónde quieres que vaya? —sus cejas se fruncieron aún más.

No esperaba que Nicolás fuera tan implacable, pero no quería perder mi dignidad. Conteniendo la amargura, hablé de nuevo:

—Entonces, ¿vamos a la sala de juntas?

Nicolás no respondió y simplemente se dio la vuelta para irse.

No presté atención a Patricia y seguí a Nicolás hasta la sala de juntas.

Él se sentó en la cabecera, con la postura de quien se siente vencedor, y me miró.

—Dime, ¿qué haces en la empresa?

—¿Por qué no fuiste al registro civil? —pregunté, aunque sabía que la pregunta era innecesaria.

—¿Tanto eres capaz de hacer para protegerla?

Nicolás permaneció en silencio un momento, antes de finalmente responder:

—No es por protegerla…
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