Capítulo 2

Al girarme para lavarme la cara, escuché la voz de Nicolás:

—No es por ella.

Aunque sus palabras parecían sin sentido, entendí perfectamente lo que quería decir. Nicolás estaba diciendo que quería divorciarse de mí, no por Patricia Castellón.

Pero ya no importa; a un hombre sucio y desleal, yo no lo quiero.

—Duermes en la habitación de invitados.

Dicho esto, regresé al dormitorio principal y cerré la puerta con seguro y solo entonces las lágrimas que había contenido comenzaron a deslizarse lentamente.

Pensé que lo de pedir el divorcio era una broma, pero ahora estaba claro que no lo era.

***

A la mañana siguiente, recogí mis cosas y me mudé.

Al pasar por la habitación de invitados, levanté la vista de manera instintiva.

Nicolás no estaba ahí.

Comprendí que la voz que había oído la noche anterior no había sido un sueño.

—¿Miedo? Ya entendí, voy para allá.

De inmediato escuché sus pasos apresurados.

Al pasar por mi habitación, se quedó allí un buen rato antes de irse.

Pero llevábamos tres años de matrimonio, y nunca antes se había comportado así por mi culpa.

Recuerdo una vez que salí por trabajo y alguien me acosó sexualmente. Le llamé de inmediato. Pero él respondió con voz fría:

—Daniela, deberías aprender a resolver estas cosas por ti misma. Mi tiempo es valioso, no me llames por asuntos irrelevantes.

Anoche me dije a mí misma que todo era un sueño, pero al ver este cuarto, ya no podía engañarme más.

Guardando la tristeza en lo profundo, trasladé todas mis cosas a mi pequeño departamento de antes del matrimonio.

Pero no esperaba que el lunes por la mañana, frente al registro civil, Nicolás no apareciera.

Llamé de inmediato, pero no contestó.

No me rendí y lo llamé incontables veces hasta que finalmente atendió.

—¿Por qué no viniste? —pregunté sin rodeos.

Pero la voz al otro lado no era la de Nicolás.

—¿Hablas de Nicolás? Fue a una reunión, cuando termine la junta le pediré que te llame.

Desde la primera palabra supe quién era: era la mujer que lo había acompañado al concierto. Su voz, aquella que respondía a Nicolás en el concierto, jamás la olvidaría. Y ahora, de algún modo, él la había colocado en su empresa.

—¿Quién eres? —no pude evitar preguntar.

—Soy la secretaria de Nicolás.

¿Secretaria?

Esbocé una sonrisa irónica.

Antes solía insistir y suplicarle a Nicolás que me dejara trabajar en su empresa, aunque fuera en un puesto insignificante.

Simplemente lo amaba demasiado y quería verlo todos los días.

Pero Nicolás ni lo pensó y me rechazó de inmediato.

—Aunque sea el presidente, no puedo abusar de mi poder. Si te incorporara así nada más, ¿qué pensarían los empleados? No me pongas en aprietos, Daniela.

Para proteger su reputación, nunca volví a mencionar la idea.

Pero ahora, él había colocado a Patricia en la empresa, ¡y como su secretaria!

No pude soportarlo más. Colgué y me dirigí directamente a su oficina.

Había asistido antes a comidas de la empresa con Nicolás, así que todos los empleados me conocían.

Pero sus saludos eran extraños, y yo fingí no notarlo.

Pronto llegué sin obstáculos a su oficina.

Al entrar, entendí lo que expresaban esas miradas extrañas: compasión hacia mí.

El despacho de tonos blanco y negro que Nicolás siempre había tenido estaba lleno ahora de adornos “tiernos” que no encajaban con su estilo, y había un puesto adicional al lado de su escritorio.

Conteniendo la indignación, me acerqué al escritorio extra y vi una placa de identificación olvidada.

El nombre en la placa era Patricia Castellón, en efecto, la misma mujer que había ido al concierto con Nicolás.