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Solo Fui Una Invitada
Solo Fui Una Invitada
Author: Venéfica

Capítulo 1

Author: Venéfica
Me casé siete veces con el mismo hombre, Héctor Morales.

Pero, por su primer amor Lucía, él también se divorció de mí siete veces.

La primera vez que nos casamos, me dijo:

—De ahora en adelante, solo te amaré a ti por el resto de mi vida.

Pero cada vez que Lucía regresaba al país, él cambiaba de tono:

—¿No puedes ser más comprensiva? ¿Acaso quieres que Lucía cargue con la fama de ser una mujer que seduce a un hombre casado?

La primera vez que nos divorciamos, me corté las muñecas para obligarlo a quedarse. Me llevaron al hospital en ambulancia, pero él nunca apareció.

La tercera vez que nos divorciamos, bajé la cabeza y me postulé como su asistente en su empresa, solo para poder verlo un poco más.

La sexta vez que nos divorciamos, solo empaqué mis cosas obedientemente y mudarme de nuestra casa matrimonial.

Mi histerismo, mis constantes retrocesos, mis compromisos sumisos,

solo sirvieron para que él volviera a casarse conmigo una y otra vez,

repitiendo el mismo viejo truco, una y otra vez.

Hasta que esta vez, al enterarme de que su primer amor estaba por regresar al país, fui yo quien puso el acuerdo de divorcio frente a él.

Como siempre, me propuso una fecha para volver a casarnos, sin saber que, esta vez, me iría para siempre.

***

—Lucía regresó. Divorcémonos.

Sin expresión alguna, le extendí a Héctor el acuerdo de divorcio que ya había firmado.

Su mirada se nubló por un segundo, pero pronto recuperó la calma y, con la misma habilidad de siempre, firmó su nombre en el papel.

Fue la primera vez que yo le entregaba el acuerdo de divorcio por mi propia voluntad.

Pero él, como en las seis ocasiones anteriores, volvió a prometer con total naturalidad:

—Cuando ella se vaya dentro de un mes, volveré a casarme contigo.

Antes, esas palabras no me daban seguridad alguna. Incluso podía llegar a exigirle un juramento o un contrato por escrito.

Pero esta vez, no sentí nada. Ni siquiera tuve ganas de responder.

—Valeria, ¿me estás escuchando?

Héctor frunció el ceño, visiblemente molesto por mi silencio.

Solo asentí.

—Bien.

Seguí doblando la ropa y guardándola en la maleta.

Cuando Héctor decía que nos volveríamos a casar, lo cumplía.

En el sector era conocido por ser un hombre de palabra, eso no se podía negar.

Y justo por eso, nuestra relación se parecía poco a un matrimonio.

Éramos como dos partes de un contrato, que debía renovarse o cancelarse en fechas fijas. Teníamos que firmar certificados de matrimonio y de divorcio como si fueran simples contratos.

Cada año, dos contratos. Hasta ahora, había firmado doce.

Recuerdo que, durante la boda, me prometió que nunca me traicionaría mientras estuviéramos casados.

Y cumplió su promesa.

Después de todo, una vez divorciado, podía estar con quien quisiera.

El precio era que yo me había convertido en un juguete, una mujer a la que todos en el círculo social sabían que él podía llamar o desechar cuando quisiera.

Pero mi actitud tranquila hoy pareció desconcertarlo.

En su mente aún quedaban las imágenes de mis histerias e incluso mis súplicas desesperadas de autotomía de las veces anteriores.

Me observó mientras terminaba de empacar con una rapidez y precisión aún mayores que la última vez, y dijo con cierta incomodidad:

—Si quieres, esta vez me mudo yo...

El fuerte “clac” del maletón al cerrarse interrumpió su frase.

—Ya le dije a mi amiga que me quedaré en su casa unos días.

Héctor se puso más molesto al recordar algo.

—No me digas que otra vez vas a hacerte la difícil y planeas ir disfrazada de asistente para vigilarme en la empresa.

—Valeria, ¿no puedes tener tu propia vida? ¿De verdad no puedes vivir sin un hombre?

Pero entendí de inmediato su verdadera intención: no quería que fuera a la empresa a interrumpir sus dulces días con Lucía.

Después de todo, Lucía rara vez regresaba al país, y Héctor naturalmente quería que ella lo acompañara todo el tiempo, como su asistente ejecutiva.
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