Share

Capítulo 5

Author: Valeria Montes
Sía contempló con deleite la figura solitaria de Nadia, disfrutando cada segundo de su humillación.

—Mamá, Luciano, no se concentren solo en mí —les dijo Sía con falsa amabilidad, riendo alegre y complacida—. ¡Nadia aún está ahí!

Carlos, ya sentado, solo se acordó de ella al escuchar su nombre. Levantó la cabeza a mirarla para por fin notar su atuendo: ella vestía una simple camiseta blanca y un jean azul.

Se sentía algo ofendido, porque ella no llevaba ningún traje que él le había comprado. Ya descontento por el pequeño conflicto en la puerta, ahora se molestó con una irritación casi incontrolable.

—Nadia, ven aquí —la ordenó con severidad.

Ella permaneció inmóvil.

—¿Por qué? —le respondió en tono sereno.

¿Lo estaba desafiando? Para Carlos, Nadia no era una aduladora, pero, siempre había sido cortés y educada en ocasiones públicas. ¿Qué le ocurría ahora?

Al ver que ella no iba a obedecer a Carlos, Luciano se burló.

—Carlos, déjala allí. Se ha acostumbrado a nuestra indulgencia y ahora se cree la verdadera señorita Soto. No sé de dónde obtiene tanta confianza y se atreve a olvidar que es solo la hija de una puta sirvienta. Sin nuestra familia, estaría revolcándose como una perra en la miseria.

“Hija de una puta sirvienta”…

Estas palabras quemaron lo más profundo de su corazón. Ella no pudo evitar apretar con fuerza los puños.

Antes de la aparición de Sía, Luciano había sido un hermano responsable, siempre la cuidaba con cariño, y ella también le mostraba mucha dependencia.

Cuando Luciano tenía diez años, cayó a un lago por accidente en pleno invierno. Nadia, de solo ocho, se lanzó al agua helada y logró salvarlo sola. Luciano sobrevivió al accidente, pero Nadia casi murió por la enfermedad causada por el frío. Ella aún podía recordar cómo el pequeño Luciano le prometió protegerla para siempre.

—Juro cuidar a Nadia con toda su vida. Si alguien se atreve a lastimarla, ¡lo mataré!

No obstante, ya no estaba segura de que Luciano aún recordara su propia promesa…

Sía estaba muy complacida con lo que había visto, pero fingió compasión.

—Luciano, no seas tan cruel. Nadia es solo una víctima. No le eches la culpa de su mamá.

—¡Eres demasiado amable! Por eso siempre te dejas intimidar. —Luciano se quejó con desprecio.

Era el mismo teatro que Sía solía hacer. Le encantaba interpretar a la santa suave y amable, mientras convertía a Nadia en una completa villana malintencionada y rencorosa frente a todos. Nadia simplemente no comprendía por qué aún no se sentía harta de estas artimañas infantiles después de todos estos años.

—Luciano, siempre te crees un joven educado. ¿No te sientes avergonzado al usar esas palabras tan vulgares? —le respondió a Luciano con calma.

Dicho esto, se dio la vuelta y subió a prisa las escaleras sin esperar respuestas.

—¡Eh! ¡Nadia! ¡Detente! —exclamó Luciano enojado, pero ella no le hizo caso.

—Basta de tonterías. Luego de tantos años, ¿aún la conoces bien? Es igual que su madre, una total ingrata. No le hagas caso. —Lo interrumpió Rosa descontenta y en voz muy alta, para asegurarse que Nadia pudiera escucharlo.

Nadia sonrió con amargura. Subió las escaleras hasta llegar a una habitación en el segundo piso. Golpeó con suavidad la puerta.

—Abuela, soy yo.

Tras la puerta, la voz cálida de la anciana le respondió:

—¡Nadia, mija! Pasa, pasa.

En toda la familia Soto, solo Marina le dirigía palabras amables. Por primera vez en mucho tiempo, Nadia se sintió en paz. Avanzó poco a poco tanteando el espacio hasta sentarse en la cama.

—Abuela, ¿cómo te sientes? ¿Te han funcionado las medicinas que te traje la última vez?

La anciana tomó con dulzura sus manos entre las suyas y le sonrió con cariño.

—A la perfección, me siento mucho mejor, mi hijita. Hace semanas que no tengo ataques. Estas pastillas son incluso mejores que las que me dieron los médicos. Pero, dime... ¿de dónde las sacaste? El frasco no tiene ninguna etiqueta.

Eran medicamentos especiales, desarrollados exclusivamente para la abuela por su amiga, Perla Montes, así que no había ninguna información ni de marca ni de fábrica.

Perla era un genio en farmacología. El mayor desafío que se había encontrado en su carrera era la ceguera de Nadia. Le había desarrollado innumerables medicamentos especiales, pero no había logrado ningún éxito durante los largos tres años. Ahora Nadia se había enterado de la verdad: ninguna medicina podría hacer crecer córneas donde no las había.

—Una amiga me las dio. —Le sonrió cariñosa a Marina.

Marina siempre sentía compasión por lo que Nadia había sufrido. Acariciaba el cabello de la joven con una sonrisa cargada de cariño.

—Tengo la mejor nieta del mundo. Hubieras sido una pintora maravillosa si no fuera por el problema de tus ojos… Ay… mi pobrecita.

Mientras hablaba, Marina apretó levemente los puños por un fugaz pero punzante dolor en el pecho.

—Bueno, no te preocupes, mi niña. Algún día todo mejorará. Es solo cuestión de tiempo. —La consoló tras calmarse un poco.

Se esforzó por no mostrar ningún sentimiento negativo en las palabras, pero sus ojos ya reflejaban una pena infinita.

Nadia había sido un prodigio del pincel. A los siete años, ganó un premio internacional. Antes de la secundaria, varios maestros famosos querían enseñarle. Pero, después del regreso de Sía, competía con ella en todos los aspectos, incluso en pintar.

Los Soto, obsesionados con que su hija biológica no quedara en segundo lugar, destrozaron todos sus lienzos. Luciano incluso juró romperle las manos si ella volvía a pintar. Y al final... la oscuridad se lo llevó todo, y los colores se desvanecieron de su mundo para siempre.

Tras charlar por un largo rato con Marina, decidió retirarse. Sabía que la anciana necesitaba descansar. Antes de irse, le tomó las manos con nostalgia.

—Abuela, prométeme que te cuidarás muy bien, ¿de acuerdo? Toma tus medicinas a tiempo. Esta vez te traje suficiente para un año —le recordó.

—¿Por qué? Parece que no planeas verme en mucho tiempo, mi niña. ¿Acaso quieres abandonarme? —Marina le sonrió con ternura.

Un nudo en la garganta le bloqueó a Nadia el aire. Qué fácil sería confesarle que esta era su despedida, pero las palabras se negaban a salir.

Sentía que sus ojos se quemaban. Contuvo las lágrimas por unos segundos y le sonrió.

—Jamás lo haré. Te amaré para siempre porque eres lo más preciado que tengo…

***

Al cerrar la puerta con suavidad, Nadia decidió buscar un lugar tranquilo para recomponerse. Fue entonces cuando oyó un suave quejido femenino. Era la voz de Sía, seguido de otro gemido.

—Carlos…

Al escucharlo, el mundo de Nadia se detuvo en seco en silencio. ¿Qué tan descarados eran? ¿Hasta el punto de hacer el amor en casa de sus padres? ¿Carlos era tan impaciente?

“Muy bien. Es la situación perfecta”, pensó ella.

Hizo grandes esfuerzos por calmarse, luego sacó su celular y encendió la cámara. Cada gemido sería evidencia irrefutable para el divorcio.

Tras la puerta entreabierta, Sía sonrió satisfecha al ver las acciones de Nadia. En ese instante, Carlos recuperó la cordura y la apartó con brusquedad, pero Nadia se había ido.

Carlos, con la respiración aún agitada, se limpió apresurado el pintalabios con el dorso de la mano.

—Sía, esto no puede volver a pasar. Ambos tenemos familias.

Ella, vestida con un traje de color champán que acentuaba cada curva, bajó la mirada con falsa culpa.

—Perdón... No sé qué me pasó. Tal vez fue por los problemas matrimoniales que estoy pasando… No te preocupes por eso, prometo que no volveré a hacerlo y que Nadia nunca lo sabrá.

Antes de que él pudiera responder, ella se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás. Carlos se apoyó contra la pared con la cara sombría.

Sí, no amaba a Nadia, pero la había elegido. No quería divorciarse de ella, ni siquiera quería traicionar el matrimonio. Además, Nadia tenía su hijo en su vientre. Al recordar que sería padre unos meses después, el simple pensamiento lo ablandaba.

Al otro lado del pasillo, Nadia bajó silenciosa las escaleras tambaleando. Al llegar al recodo, unas manos la detuvieron en seco.

—¿Tu gustaron mis gemidos? A tu esposo le encanta cómo gimo su nombre en la cama.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 100

    Sin saber por qué, aunque Nadia no podía perdonar lo que Catarina le había hecho en el pasado, y creía que ya no le importaba su madre, cuando Beltrán la llamó para decirle que Rosa había ido a buscarla, su corazón casi se detuvo en seco por la preocupación.Ya no pudo esperar a que Beltrán pasara por ella. Acordaron ir al lugar por separado y reunirse en el condado de Bingolia. Durante todo el trayecto, Nadia mantuvo el acelerador a fondo, pero sentía que el tiempo pasaba aún más rápido, como si conspirara contra ella a propósito.Tan solo esos cien kilómetros le parecían una distancia interminable. La ansiedad y la frustración la invadían. Sus ojos se fijaron con obsesión en el dígito de la distancia restante, que disminuía con exasperante lentitud.En el condado de Bingolia, a cien kilómetros de Puerto Coral, Catarina llevaba una vida tranquila desde su salida de prisión, sin que nadie la molestara.Aunque había marcado el número de Nadia incontables veces, nunca tuvo el valor sufic

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 99

    El cuerpo de Nadia se tensó todavía más cuando escuchó las palabras.—Beltrán, necesito un poco de tiempo para considerarlo —le respondió en un susurro.—Claro como quieras. Cuando estés lista, solo llámame en cualquier momento.***Al salir del bufete, Nadia regresó al restaurante donde había estado antes para recoger su auto. Una vez al volante, pisó el acelerador casi al fondo, lanzándose hacia las afueras de la ciudad a toda velocidad. Bajó la capota, permitiendo que el viento frío le azotara la cara sin piedad alguna. Parecía ser la única forma de calmar un poco el violento torbellino emocional.Tras dar varias vueltas sin rumbo fijo, regresó al centro de la ciudad cuando ya anochecía. Estacionó junto al puerto y se quedó de pie inmóvil en el muelle, dejando que la brisa marina la envolviera. Su cara permanecía impasible, pero su palidez se acentuaba.Como su resfriado aún no se había curado por completo, por la noche, la fiebre volvió a atacarla. Por fortuna no fue tan grave com

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 98

    Beltrán tragó saliva antes de continuar. Cuando llegó al punto crucial, dudó antes de continuar. Levantó la vista hacia Nadia, vacilando un poco. —La otra muestra era... de Daniel Soto —dijo al final, titubeando.¿Daniel Soto…?Ese resultado inesperado dejó a Nadia petrificada. Permaneció inmóvil durante casi diez minutos, sin pronunciar ni una palabra, incluso su respiración se hizo tan leve que apenas se notaba.Sus cejas se tensaron hasta casi juntarse, mientras sus ojos oscuros y brillantes se volvían tan profundos como pozos fríos, capaces de congelar a quien se atreviera mirarlos.Quedó aturdida, procesando la información. Finalmente, tomó un gran sorbo de café, intentando calmar la ansiedad y la inquietud que ya la habían consumido hasta los huesos.—¿Y el resultado? —le preguntó a Beltrán con voz quebrada.Beltrán dudó por unos instantes, pero le respondió con honestidad:—El informe del examen de parentesco confirma que son padre e hija biológicos.El último vestigio de esper

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 97

    La desolación en los ojos de Carlos ya era imposible de ocultar.Sía, que seguía aferrada como chicle a su brazo, murmuró con voz dulzona:—Es normal que Nadia me odie. No importa cómo quiera vengarse, lo aceptaré... Después de todo, le debo mucho.Carlos la miró fijamente, con una expresión completamente diferente a la que usaba con Nadia. Ahora lucía lúcido y distante.—¿De verdad piensas así? —le preguntó tras un largo silencio.Ahora que Carlos sentía que le debía todo a Nadia, Sía no tuvo más remedio que adaptarse poco a poco a sus sentimientos. Así que lo confirmó con convicción.—Realmente lo creo de esa manera. Haré todo lo posible para compensarla.Para su sorpresa, Carlos se liberó de su agarre.—Sí, es cierto le debes mucho. —Le dejó una frase cruel antes de marcharse sin mirar atrás.Sía apretó furiosa los dientes, con una mirada de rencor.“Nadia, esto no va a quedar así”, pensó.***Originalmente, Nadia iba de regreso al hotel. Pero, había recibido una llamada inesperada

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 96

    Se notó con claridad la impaciencia que transmitía por los ojos bonitos de Nadia cuando ella notó que alguien le agarró la muñeca. Bajó inquieta la mirada y vio la mano de Carlos. Sin darle oportunidad de hablar, se liberó con un tirón brusco.—No me toques con esas manos sucias —le recriminó con dureza y odio en la mirada.Tras recientes encuentros con ella, Carlos confirmó una dura realidad: lograr su perdón no sería nada fácil. Aunque en el pasado lo había amado con el alma, él la había lastimado demasiado… Y para colmo de males, ese maldito Sergio, con sus malas intenciones, ahora se había convertido en su mayor amenaza. Ante su expresión distante, Carlos se ensombreció por la tristeza que sentía.—Nadia, no soy sucio. Nunca he tenido relaciones con Sía, te lo juro. —Intentó explicarle.A Nadia le revolvió el estómago su maldita falsedad. ¿Cómo tenía el descaro de decir estas palabras? Bueno, ella podía olvidar temporalmente lo que él había hecho con Sía, ¿acaso se había olvidado

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 95

    Aunque Carlos había confirmado que él no amaba a Sía, en su corazón aún persistía ese vínculo de compañerismo empezado desde la adolescencia. Por eso, Carlos la trató con más paciencia en comparación con su indiferencia de días atrás.Por eso, cuando ella lo tomó del brazo con familiaridad como antes, él no la rechazó para no dejarla en ridículo en público. Le respondió con un breve gesto y con un “Hum”, y luego se dirigió a paso largo hacia el segundo piso.Observando cómo los tres se alejaban, David bromeó preguntándole a Nadia:—Amanda, ¿nunca has pensado en recuperar al señor Pérez?David conocía a Nadia desde antes de su fama y estaba al tanto de ciertos detalles de su pasado.Nadia simplemente lo negó con una sonrisa amarga. Ese amor apasionado hacia Carlos había desaparecido hace mucho tiempo. Lo que se podía ver en su expresión eran la indiferencia.***En el segundo piso, Sía había pedido todos los platillos favoritos de Carlos para complacerlo. Sentada a su lado, intentó mejo

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status