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Capítulo 5

Author: Dulcecita
Por la noche, Clarissa regresó a casa en su auto.

Se dio cuenta de lo difícil que sería dividir el patrimonio sin afectar los intereses y la reputación de Adrián Cisneros.

Ojalá pudieran separarse en buenos términos, sin llegar al punto de odiarse, sin tener que ver el peor lado del otro.

Quería hablar con él una vez más. Al entrar a la casa, vio a un hombre sentado en la sala.

La silueta de Adrián era inconfundible; era extraordinariamente alto y esbelto. Aunque ella también era alta y con curvas, la diferencia de complexión entre ambos era notoria.

Clarissa pensaba hablarle sobre el divorcio, pero se percató de que había estado bebiendo. El rubor provocado por el alcohol resaltaba en su cara, normalmente pálida e indiferente. Decidió que no tenía caso hablar con un borracho, así que se dio la vuelta para irse.

Una mano tiró de ella hacia el sofá y la sentó sobre sus piernas. A Clarissa se le aceleró el corazón. Adrián estaba sentado con las piernas separadas, y la había jalado para sentarla de lado sobre uno de sus muslos, dejándola atrapada.

La mano que la sujetaba se aferraba con fuerza a su delgada cintura. Lo empujó con todas sus fuerzas.

—¿Estás loco?

—¿Que si estoy loco? ¿A dónde fuiste? ¿Qué estuviste haciendo?

Clarissa notó que estaba muy borracho y no quiso discutir con él en ese estado.

—Me estás lastimando. ¡Suéltame!

Adrián pareció no escucharla y no la soltó. De pronto, levantó la mirada.

—Quieres divorciarte. Usaste mis conversaciones como pretexto, pero en realidad es por otro, ¿no?

Clarissa no lo podía creer. No podía creer que fuera tan cínico como para culparla. Era el que se había ido a cuidar a su amante, el que iba a tener un hijo con otra, ¿y ahora pretendía echarle la culpa?

Levantó la mano y le dio una cachetada con todas sus fuerzas.

—¡Lo vi! ¡Te vi con mis propios ojos con esa mujer! ¡Eres un infeliz!

Las lágrimas le corrían por las mejillas mientras lo insultaba. Adrián tardó un momento en reaccionar. Clarissa vio cómo la marca de sus dedos se dibujaba en su mejilla.

Entonces, dijo:

—Las cosas con ella no son como crees. Yo solo la veo como a una hermana.

“Vaya hermana”.

“¿Una hermana que mete a su casa en brazos?”

“Mentiroso”.

A Clarissa le dolía el alma. Hubiera podido aceptar que le dijera que ella era el gran amor de su vida, alguien a quien no podía olvidar. Pero Adrián insistía en tratarla como a una tonta con esa excusa.

—¿Vas a tener un hijo con tu hermanita?

Lo confrontó. Adrián se quedó pasmado. Parecía genuinamente sorprendido. Cuando Clarissa intentó soltarse, él respondió:

—No quiero hablar de eso.

Lo miró, pensando en cómo una apariencia tan atractiva podía ocultar algo tan ruin.

—¡De cualquier cosa menos de eso!

El tono de Adrián se endureció.

—Tú eres la que tiene que responderme. ¿Por qué buscaste a otro? ¿No soy suficiente para ti...?

Dicho esto, hundió la cara en su cuello. Empezó a besarla y a morderle el lóbulo de la oreja con urgencia carnal.

Clarissa estaba en shock. El hombre perfecto e inalcanzable también tenía este lado, tan distinto a la imagen que ella se había formado de él.

Pero al pensar que este deseo repentino por ella se debía únicamente a que la otra mujer no estaba disponible, sintió humillación y dolor.

“Toda esa actitud indiferente y reservada era solo para mí. Seguro que con su exnovia era de lo más atento y cariñoso. Si Camila no estuviera embarazada, ni siquiera me voltearía a ver”. Pensó Clarissa.

Le empujó la mandíbula con fuerza.

Casi le rasguñó la cara antes de que levantara la cabeza. Bajo la luz de la sala, su cara se veía perfecta: las pestañas largas, la mandíbula afilada y masculina.

—¿Qué? ¿Todavía no es suficiente? ¡Yo puedo darte lo que buscas!

Al instante, Adrián le sujetó el cuello y la besó con desesperación. Apretó los dedos con tal fuerza que la delicada piel de Clarissa comenzó a enrojecer.

Su actitud la aterró. Fue entonces cuando el fuerte olor a licor que emanaba de él llegó a su boca. Era un aliento ardiente, como si quisiera devorarla.

Al escuchar un quejido de Clarissa, la presión de sus manos disminuyó un poco. Tenía los ojos muy abiertos, inundados de lágrimas que le impedían ver con claridad al hombre apuesto que tenía tan cerca.

Logró zafarse y corrió a su habitación, cerrando la puerta con seguro. El pecho le subía y le bajaba rápidamente, y la extraña mezcla de emociones la asustaba.

No supo en qué momento se quedó dormida. En sus sueños, la atormentaba la misma imagen: su esposo cargando a Camila con una mano y sosteniendo los tacones de ella con la otra.

Era una imagen que se le clavaba en la mente una y otra vez.

***

A la mañana siguiente, se despertó decidida a hablar del divorcio con un Adrián sobrio para poder mudarse y empezar la separación cuanto antes, pero la sala estaba vacía.

La empleada le informó que él ya se había ido a la oficina. Clarissa también trabajaba como diseñadora en Grupo Atlas.

Cuando llegó a la oficina en su auto, encontró a una desconocida sentada en su lugar. La mujer la vio llegar y se levantó sin prisa.

—¿Tú eres Juliet, la diseñadora en jefe del departamento nacional? Soy Brenda, vengo de Valmeria. Mucho gusto.

Clarissa la miró con indiferencia.

Hace tres años, la división de joyería de Grupo Atlas entró en crisis por el robo de una patente. Cuando Adrián tomó el control, empezó a viajar con frecuencia a Valmeria.

Para abordar el mercado internacional, Clarissa se unió al departamento de diseño bajo el seudónimo de Juliet.

En estos años, había creado innumerables diseños exitosos que se vendían muy bien tanto en el país como en el extranjero. Para proteger su identidad, su matrimonio con Adrián se mantuvo en secreto.

—¿Cuál es tu puesto?

No podía creer que el departamento de diseño hubiera contratado a alguien sin su aprobación. La otra mujer le dedicó una sonrisa impecable.

—Soy su diseñadora asistente.

Clarissa la examinó de arriba abajo.

—Tráeme un café.

La mirada de la mujer vaciló, mostrando una ligera renuencia, pero como asistente, no le quedó más que obedecer.

“¿Traer a una diseñadora asistente desde Valmeria solo para mí? ¿Quieren pasar sobre mí?”

Necesitaba una explicación. Sacó de su bolso la propuesta de diseño para la nueva colección de verano y subió por el ascensor a la oficina del director general, en el último piso.

La puerta de la oficina estaba abierta. Cuando llegó y se disponía a tocar por cortesía, vio dos figuras unidas en una sola silueta: Camila estaba sentada en las piernas de Adrián.
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